España, una de las selecciones que partía como favorita para ganar el Mundial, se vuelve a casa después de una frustrante actuación. La derrota en los penaltis ante una floja Rusia deja un balance muy pobre: sólo una victoria -de rebote y ante Irán- en cuatro partidos.
La Selección había generado grandes expectativas, tanto por la indudable valía de sus futbolistas como por haber tenido la suerte de entrar en el lado fácil del cuadro, lo que le permitía evitar a grandes equipos como Brasil o Francia hasta la final. Y más allá de lo deportivo, existía ilusión por cuanto un triunfo a ese nivel podría haber ayudado a cargar la autoestima de los españoles en un momento en que siguen sin remitir las tensiones separatistas.
El 'error Lopetegui'
Visto lo sucedido, queda bastante claro que fue un error echar a Lopetegui dos días antes de comenzar el campeonato, por más que el seleccionador se equivocara en las formas al actuar de espaldas a la Federación. A Fernando Hierro se le ha visto sobrepasado y sin capacidad de reacción. Plantearse su continuidad como técnico sería un disparate.
Pero sería injusto hacer recaer sólo en Luis Rubiales, presidente de la Federación, o en Hierro la mala imagen de la Selección. Salvo contadas excepciones, los jugadores han estado muy por debajo de lo que cabía esperar de ellos. Para imponerse a Irán, Marruecos o Rusia, futbolistas de talla mundial no necesitaban finuras tácticas.
Fin de una generación
El fiasco de Rusia 2018 marca el final de una generación enorme de jugadores que ha ganado un campeonato del Mundo y dos campeonatos de Europa, lo que ha situado a España por primera vez entre los grandes del fútbol. Y lo que es más importante: con un estilo admirado en todo el planeta.
Las líneas del éxito las trazó Luis Aragonés, están marcadas y no hay que desviarse de ellas. Lo que hace falta es volver a los orígenes y encontrar a un seleccionador que, como él, ponga en el terreno a los mejores, sin importar qué camiseta visten y sin buscar de reojo la aprobación de la prensa.