El fracaso en la aprobación del techo de gasto es un gran revés para el Gobierno de Sánchez. El viernes se votaban en el Pleno del Congreso los objetivos de estabilidad presupuestaria y deuda pública, pero la abstención de la izquierda y la de los separatistas tumbaron uno de los primeros envites serios del Ejecutivo.
No se puede obviar la importancia de lo ocurrido. El techo de gasto es la base sobre la que se elaboran los Presupuestos Generales del Estado y es clave para establecer las cantidades que pueden gastar las administraciones.
"Mal estudiante"
Que Esquerra Republicana inste a Sánchez, como ha hecho, a presentar otro techo de gasto "en septiembre" y le tilde "de mal estudiante" es la muestra de la fragilidad del Gobierno y la enorme dificultad de pretender dirigir un país con 84 diputados.
La necesidad aprieta tanto a Sánchez que se plantea incluso un cambio de la ley para devaluar el papel del Senado, como ha reconocido esta misma semana la vicepresidenta Carmen Calvo. Sabedor el Gobierno de que la Cámara Alta, controlada por el PP, tumbaría el posible acuerdo del Congreso sobre el techo de gasto, busca una reforma exprés de la legislación para sortear ese paso. No parece la solución más sensata que el Gobierno de turno trastoque el juego de equilibrios establecido cuando son obstáculo para sus pretensiones.
Parálisis
Un Ejecutivo no es la mera ocupación de los ministerios, sino el desarrollo de un programa político. Sánchez debe ser consciente de que lo principal es la acción de gobierno, y eso es algo que no puede supeditarse al pago de favores a aquellos que le permitieron ser presidente.
Con la ley en la mano, el Gobierno puede presentar en septiembre un nuevo techo de gasto, lo que aboca al Parlamento a volver a debatir este asunto. Quizás entonces Sánchez obtenga el aprobado de unos socios que ahora le han suspendido para demostrarle que les necesita. En cualquier caso, el techo de gasto les importa bien poco: sus objetivos son otros.