La grabación del ex comisario Villarejo a la ministra de Justicia en la que se aprecia cómo Dolores Delgado llama "maricón" al ministro Fernando Grande-Marlaska y en la que comenta que prefiere "un tribunal de hombres" a uno de mujeres ataca, indefectiblemente, la credibilidad del mismo Gobierno que el lunes la respaldó.
Delgado ha intentado despejar este asunto con mentiras, con medias verdades y hasta con una actitud chulesca en el Senado, donde este martes ha sido reprobada por "abandonar" al juez Llarena tras la demanda interpuesta contra él por Carles Puigdemont. Lo fundamental de todo este episodio es que Delgado reveló en privado actitudes homófobas y sexistas y que ha ido cambiando su versión de los hechos a medida que salían nuevas revelaciones del caso.
Principios progresistas
Sánchez se encuentra ante la disyuntiva más dura de su breve mandato. O bien hace dimitir a la ministra de Justicia -y suma así una tercera baja de su gabinete en menos de tres meses-, o bien mantiene a Delgado en su puesto y reniega así de los principios progresistas de los que su Ejecutivo se dice abanderado.
De la gravedad de esta situación da muestra que tanto Pedro Sánchez -de viaje en EEUU- como la vicepresidenta Carmen Calvo hayan evitado cualquier comparecencia pública a la espera, quizá, de que el favorable barómetro del CIS de Tezanos o el anuncio de la visita del presidente a Cuba amainen la tormenta. Y confiar en que no se filtren nuevas grabaciones.
Toca decidir
Ocurre que en estas horas no es sólo Dolores Delgado quien pende de un hilo, sino todo un Gobierno. Y es que incluso Podemos ha pedido ya que la ministra "deje la vida política".
A Sánchez, que ha presumido de encabezar el Gobierno más feminista de la Historia, sólo le queda o cortar por lo sano y destituir a la ministra, o renunciar a partir de ahora a su discurso de los valores de igualdad y de respeto a la diversidad. Las dos cosas a la vez son incompatibles.