El Gobierno ha admitido por primera vez el posible fracaso de su intento de exhumar los restos de Franco antes de que acabe la legislatura. Tras el Consejo de Ministros de este viernes, la ministra portavoz asumía con la boca pequeña la probable derrota por una cuestión de "tiempo".
"Ojalá las víctimas del dictador hubieran tenido las mismas garantías que la familia de Franco", se lamentaba Isabel Celaá, subrayando lo "garantista" que está siendo este proceso. Pero si algo demuestra el episodio es la ligereza con la que el presidente Sánchez se apresuró a anunciar hace ocho meses que todo estaba listo y dispuesto.
Los plazos
Ese error del cálculo ha llevado al Ejecutivo a tratar de adelantar plazos presionando a la familia Franco y a la Iglesia. El caso más flagrante ha sido el de la manipulación de las palabras del Vaticano hasta en dos ocasiones. La vicepresidenta Carmen Calvo llegó a asegurar que había obtenido el beneplácito de Pietro Parolin, mano derecha del papa. Ese extremo fue desmentido oficialmente por la Santa Sede en un gesto inaudito, por lo inusual.
Esta misma semana el Gobierno filtraba el supuesto contenido de una carta según el cual el Vaticano instaba al abad benedictino del Valle de los Caídos a avenirse a la exhumación. Nada de eso. La Santa Sede, como casi siempre, se limita a pedir un aséptico "cumplimiento de la ley".
Promesa 'electoral'
Sólo la improbable decisión del Tribunal Supremo de no conceder las medidas cautelares que solicitará la familia Franco en un inminente recurso, permitirían a Sánchez cumplir su compromiso de la exhumación. Un compromiso que cabría adjetivar de electoral, porque fue una iniciativa concebida con el claro objetivo de movilizar el voto.
Tal y como hoy publica EL ESPAÑOL, los Franco ya acarician la idea de que un posible cambio de Gobierno tras el 28-A impida, al menos, que el promotor de la iniciativa pueda consumarla. Sin embargo, lo que prueba este largo proceso es que las cosas se podrían haber hecho de otra manera: con tacto, sin tanto ruido y procurando no dividir a la sociedad.