La ronda de consultas del Rey para la formación de Gobierno ha quedado marcada por la negativa de Albert Rivera y de Pablo Casado a permitir, con su abstención, que pueda gobernar Pedro Sánchez sin tener que ceder al chantaje del separatismo. El líder de Ciudadanos ha sido el más tajante al instar al presidente en funciones a "armar" una mayoría con quienes fueron sus socios "de moción de censura" y lo han sido "en los últimos cuatro años, en Madrid, en Barcelona, en Aragón...".
PP y Cs están en su derecho a no facilitar por acción u omisión el camino de Sánchez a la Moncloa, pero tienen que ser conscientes de que con su actitud abocan al PSOE a tener que pactar la política económica con Podemos y la territorial con el PNV. Algo que es, cuando menos, temerario.
Volátil
En realidad, todo puede variar en cuestión de días y tanto Rivera como Casado aún tienen la oportunidad de reconsiderar su postura por una cuestión de Estado, como ya hizo el PSOE en 2016 al apoyar a Rajoy.
La situación es muy volátil. El separatismo aún se guarda un as en la manga: Puigdemont podría ordenar en el último momento a sus diputados presos, que no podrán votar en la investidura, que dimitan. Correría la lista y sus sustitutos podrían utilizar los votos para abortar los planes de Sánchez .
Hay partido
En todo este embrollo, hay una buena noticia y es que Carmen Calvo ha sido rotunda al asegurar que la decisión de quién gobernará Navarra se decidirá en Ferraz. La dirección socialista se opone a las pretensiones del PSN de alcanzar el gobierno apoyándose en Bildu.
El inmovilismo actual de Casado y de Rivera puede obedecer a una cuestión meramente estratégica cuando aún no ha empezado el partido. Pero la situación es de tal gravedad que no admite cálculos partidistas.