El Ministerio de Educación ha acordado con las comunidades autónomas que el curso escolar no se extenderá más allá de junio. En la conferencia sectorial celebrada este miércoles se ha pactado que si bien todos los alumnos pasarán de curso salvo excepciones, no lo harán con la misma nota.
En el fondo, y por mucho que lo haya negado la ministra Celaá, se trata de un aprobado general con muchos matices, en vista de las circunstancias que concurren. Con todo, habrá que ver cómo gestiona cada Autonomía las directrices generales de la conferencia sectorial: esto adelanta un escenario de criterios de evaluación heterogéneos, de mayor o menor laxitud, en cada región.
Brecha educativa
Debe tenerse presente en este nuevo escenario que no todos los alumnos disponen en sus casas de las herramientas básicas para la formación virtual, y en muchos hogares habrá que compartir los dispositivos con aquellos miembros que tengan que teletrabajar. Sería una discriminación flagrante que se estableciera una brecha educativa por meras razones socioeconómicas.
Aunque hace tiempo que el sector educativo está implicado en el uso de las herramientas informáticas no se puede pretender que colegios e institutos se acuesten un día presenciales y se levanten telemáticos al siguiente.
De momento, es la realidad la que se impone y en ese sentido hay que interpretar razonablemente la decisión salomónica del Gobierno de reducir el currículo a los dos primeros trimestres. Es lógico, asimismo, que la Selectividad sólo examine los temarios cursados hasta marzo.
Una garantía
Es precisamente ante esta situación cuando se precisa imaginación y flexibilidad para que un curso escolar no se vaya al garete y para que tampoco se regale. En este punto hay que señalar que algunas regiones se han mostrado abiertas a que en julio continúe la formación -de una manera más lúdica y que no contará para la nota media- y para ello destinarán los recursos necesarios.
La pandemia ha cambiado definitivamente muchos de nuestros hábitos. Estamos en un momento de transición en el que, también la educación, debe encontrar fórmulas creativas para que los alumnos tengan la garantía de que su formación no sufrirá merma ni será discriminatoria.