Pedro Sánchez parece dispuesto a hacer de la pirueta una forma de hacer política. Si este miércoles tenía que recurrir principalmente a Ciudadanos y al PNV para prorrogar quince días más el estado de alarma, a última hora de la jornada se conocía un pacto con Bildu para derogar la reforma laboral. Y dos horas después, que el acuerdo quedaba anulado.
Si nos atenemos a lo firmado y conocido, los socios del Gobierno de coalición y los proetarras habían acordado suprimir el actual marco legislativo laboral antes de que expiren las ayudas sociolaborales aplicadas para paliar los efectos de la crisis por el Vovid-19.
"Provocación"
Las consecuencias de una decisión así no sólo auguraban el cambio de reforma laboral de 2012 antes de lo anunciado, sino echar por tierra el necesario acuerdo con los agentes sociales en una coyuntura laboral dramática. La noticia, de hecho, cayó como una bomba en el sector empresarial, que calificó la maniobra de "provocación" y "falta de respeto".
El acuerdo, vigente o no, viene a reafirmar el dogmatismo del Gobierno en materia de trabajo, sólo que acelerando los plazos y con la izquierda radical vasca de excepcional colaborador en un punto en el que está en juego el hundimiento del tejido productivo del país.
El peor socio
Resulta significativo que el Gobierno del PSOE pacte con un partido que viene alentando en los últimos días protestas para pedir el reagrupamiento de presos sanguinarios y que lo haga en la misma jornada que los proetarras atacaban el domicilio de la secretaria general del PSE, Idoia Mendia, amenazándola y tachándola de asesina.
La lectura de la maniobra de Pedro Sánchez está clara: es capaz de pactar con Dios y con el diablo si eso le ayuda en sus propósitos. Cuando algunos pensaban, aliviados, que el presidente había cambiado a ERC por Cs, resulta que sustituye a los de Junqueras por los herederos de ETA, contribuyendo a blanquearlos. El peor socio en el peor momento posible. A Sánchez la moderación le ha durado un suspiro.