España afronta una nueva semana decisiva, clave, para definir de una vez por todas qué estrategia se sigue ante los alarmantes números que, semana a semana, deja la epidemia. De momento, y tras conocer los datos que este lunes consigne Sanidad, el martes se celebrará un Consejo de Ministros fundamental para establecer un protocolo conjunto. El jueves, de la conferencia sectorial mixta entre Sanidad y Educación deberían salir unas instrucciones de obligado cumplimiento para tratar de frenar el virus en los centros educativos. Y más vale que así sea.
Es verdad que en la anterior interterritorial de Sanidad se optó por la simple y llana colaboración entre el Gobierno central y los autonómicos, y esta debería ser la tónica si hubiera dado resultados. Sin embargo, la debilidad normativa de las Comunidades Autónomas -algunas de ellas suspendidas por un juez-, las deja en una situación de impotencia ante la gestión del inicio del curso escolar.
Abrir para cerrar
Tal y como revela hoy EL ESPAÑOL, hay un temor compartido en cuanto a que abrir los colegios a principios de septiembre con clases presenciales puede ser una bomba de relojería, habida cuenta de la capacidad de transmisión de los pequeños y de la inexistencia de un plan concreto para el retorno seguro a las aulas. Y retrasar a octubre la reanudación de las clases, como aconseja la lógica, impacta directamente en aquellos padres que tienen imposible conciliar familia y trabajo. De ahí el dilema que profesionales de la enseñanza trasladan a este periódico: "Si abrimos los colegios con clases presenciales, lo más probable es que tengamos que cerrarlos quince días después".
Lo cierto, ahora se ve con claridad, es que los meses de verano no han servido para corregir los errores que sufrimos al principio de la pandemia: muy al contrario, por la irresponsabilidad de unos y de otros, estamos ante un escenario muy preocupante. Urge, pues, determinación para evitar volver a la espiral del caos.
Ni un segundo
Y esto resulta más lacerante porque ha habido tiempo de sobra para encontrar un equilibrio entre un nuevo estado de alarma y medidas alternativas, como las planteadas por el líder de la oposición, Pablo Casado. Parte del Gobierno de vacaciones y el Congreso cerrado habla de cómo hemos soslayado tan a la ligera una crisis sanitaria como la que nos abate.
Septiembre está aquí, con los contagios multiplicados y con unas autoridades -Gobierno central y autonomías- incapaces de consensuar algo tan sustancial como la reactivación de la educación. Ni podemos perder otro curso, ni dejar que nuestros hijos estudien sin un minucioso plan de protección ante el coronavirus