En la noche del jueves, los gobiernos español y marroquí comunicaron conjuntamente el aplazamiento de su cumbre -en un principio hasta febrero, pero ya se habla del verano- prevista para el 17 de diciembre. La noticia se producía sólo tres horas después de que Rabat recibiera el espaldarazo internacional de uno de sus socios históricos, Estados Unidos: Donald Trump reconocía a media tarde la "soberanía de Marruecos" sobre el Sáhara Occidental.
En sus últimos días en la Casa Blanca, el presidente estadounidense ha dado un paso que augura consecuencias geoestratégicas de calado. Para empezar, España se vio noqueada por este golpe diplomático, y tuvo que comunicar la suspensión de su Reunión de Alto Nivel (RAN) clave con Marruecos.
España se ha cuidado siempre de que su apoyo a un referéndum de autodeterminación del Sáhara, reconocido por Naciones Unidas, quede solapado por la relación bilateral más urgente con Marruecos. Los distintos gobiernos han abordado este contencioso con pragmatismo, mientras daban un apoyo, sostenido principalmente por las ONG, a los refugiados saharauis en Tinduf.
Israel en la ecuación
La operación de EEUU se encuadra en un acuerdo que implicaba el reconocimiento de Israel por parte del régimen de Mohamed VI. Es el cuarto país árabe que lo hace desde el verano, y para Occidente eso supone un indudable legado benéfico de la presidencia de Trump. Así que España queda también descolocada en este punto: no puede oponerse a un movimiento que conviene a sus aliados.
Las redes de política exterior española quedaron el jueves completamente al descubierto. No había más que ver el gesto descolocado de la ministra González Laya: este giro en el guión la pilló de visita en Israel y los territorios palestinos. Siendo nuestro país un actor privilegiado en las relaciones entre las tres culturas, la ministra salía a hablar con la prensa sin haber sido hecha partícipe de lo ocurrido.
Derivada militar
La jugada tiene incluso una derivada militar que debilita aún más la posición de España en su antigua provincia del Sáhara Occidental y, sobre todo, como negociador ante Rabat: Marruecos tendrá acceso a sofisticados aviones de combate que se ha comprometido a adquirir a EEUU. Hoy en EL ESPAÑOL explicamos que sus nuevos F35 son superiores a los Eurofighter del Ejército español.
Por si fuera poco, hoy informamos de que Rabat cuenta también con el apoyo de Londres para aislar a España en la cuestión del Sáhara. Una vez se complete la salida del Reino Unido de la UE, está previsto que cierre acuerdos militares y de seguridad en el Sáhara Occidental con Marruecos.
En un momento de crisis en las relaciones de España y Marruecos, con Ceuta y Melilla permanentemente sobre la mesa y en medio de la llegada masiva de pateras a Canarias, el Sáhara vuelve a ponerse en el centro de la polémica. Y, como hace 45 años, cuando Hasán II -padre del actual rey alauí- impulsó la Marcha Verde, Rabat pretende sacar tajada. Con el Gobierno de Sánchez dividido en este asunto -el vicepresidente Iglesias utiliza el conflicto saharaui para debilitar a su socio- y sin apoyos de nuestros colegas europeos, el papel de España pasa a ser casi irrelevante.