Por si no tuviera bastante con los malos resultados electorales en Cataluña y la pinza de Vox y Moncloa destinada a laminar el centroderecha español, Pablo Casado debe lidiar ahora con los pellizcos de monja de esos barones regionales de su partido que callan durante su turno de palabra en las reuniones de los órganos del PP, pero se muestran sorprendentemente locuaces frente a la prensa una vez salen de ellas.
Como explica hoy EL ESPAÑOL, Pablo Casado se ha hartado de los dardos envenenados que algunos barones le lanzan a todas horas. Como el del presidente autonómico gallego, Alberto Núñez Feijóo, desde los micrófonos de la COPE: "Si cada vez que un partido tiene un problema andamos cambiando de sede, no hay una sola sede en España que merezca ser ocupada por un partido político".
Se quejan algunos líderes del partido de que la decisión de abandonar la sede de Génova 13 no fue consultada con ellos y que se enteraron de esta en la reunión del Comité Ejecutivo Nacional que tuvo lugar este martes. Una reunión en la que sólo se iba a analizar, en principio, el porqué de los malos resultados electorales en Cataluña.
Escenificaciones de malestar
Si Pablo Casado debió o no informar antes a sus barones regionales es debatible. Lo que es inaceptable es que los barones críticos callen frente a Pablo Casado durante sus reuniones, pero escenifiquen luego su malestar frente a los periodistas y en un momento en el que, como es obvio para ellos y para cualquier español perspicaz, el PP sufre un ataque mediático y político destinado a propiciar el sorpaso de Vox.
Feijóo también ha exigido "más autocrítica" por los malos resultados en Cataluña. Pero él fue el que con más vehemencia exigió a Casado un distanciamiento de Vox y un giro al centro del partido. Que esa estrategia podía volverse en contra del PP en una comunidad como la catalana, donde las posibilidades del centroderecha constitucionalista son nulas y el voto a Vox sale gratis, era una obviedad.
¿Qué esperaban los críticos? ¿Que la estrategia de reposicionamiento del partido diera frutos en unos pocos meses? ¿Por qué no asumen estos críticos ahora su parte de culpa?
¿Por qué obvian que Vox no se ha alimentado del PP, sino de Ciudadanos? ¿O que el verdadero dato inquietante de estas elecciones para los populares no es la inexistente fuga de votos hacia la extrema derecha, sino la dificultad de captar ese voto de los naranjas que huye hacia Vox por la percepción del PP como un partido demasiado blando frente al nacionalismo?
Y, sobre todo, qué rápido han olvidado esos barones que los únicos líderes nacionales que viajaron hasta Cataluña para apoyar al candidato a la presidencia de la Generalidad Alejandro Fernández fueron el propio Pablo Casado, José Luis Martínez-Almeida e Isabel Díaz Ayuso.
Coherencia, unidad y paciencia
En EL ESPAÑOL aplaudimos la decisión de Pablo Casado de ocupar el centroderecha y alejarse de Vox durante la moción de censura a Pedro Sánchez.
Pero los giros estratégicos de un partido como el PP no son trucos de mano propagandísticos con efectos a corto plazo. Necesitan tiempo para calar en la opinión pública y dar sus frutos electorales.
Algunos barones populares le están haciendo a Pablo Casado una autocrítica en la más pura tradición comunista. Pero no es tiempo de tacticismos de vuelo gallináceo. España se está jugando demasiado con la epidemia y la crisis económica, y cualquier movimiento destinado a segar la hierba bajo los pies de Casado, especialmente si surge del propio partido, sólo beneficia al Gobierno y a los nacionalistas.
Cambiar de jinete a media carrera no suele ser una buena idea, sobre todo cuando lo que intentan tus enemigos es robarte el caballo. Convendría que esos barones populares que callan en privado y hablan en público lo tuvieran en cuenta. Porque a corto plazo su estrategia puede darles rédito. Pero quizá a medio plazo se encuentren sin espacio político que liderar y con Pedro Sánchez donde ahora está Pablo Casado.