La llamada de Juan Carlos Monedero a “desinfectar el suelo con lejía” tras la visita este miércoles de Santiago Abascal y Rocío Monasterio al barrio madrileño de Vallecas demuestra que Podemos ha decidido camuflar el fracaso en los sondeos del efecto Iglesias con el uso y abuso de una grotesca retórica revolucionaria que remite antes al 36 (“que repiquen las campanas, que suenen canciones antifascistas”) que a la campaña electoral de una comunidad autónoma de un país de la UE como España.
A la llamada al odio de Monedero, que sigue escribiendo Vallecas con ‘k’ a pesar de sumar ya 58 años, se han sumado distintos colectivos de extrema izquierda afines a Podemos, como VallekasAntifa, y otros grupos minoritarios, como el Colectivo Madres Contra la Represión.
VallekasAntifa, en concreto, ha convocado una manifestación en la Plaza de la Constitución, rebautizada para la ocasión por los radicales como Plaza Roja, a las 18:00 del miércoles. Es decir, hora y media antes del acto de Vox.
El objetivo parece evidente. Provocar un enfrentamiento con los seguidores de Vox que refuerce la mayor de las mentiras que Podemos está utilizando como argumento durante esta precampaña electoral: la de que Madrid se enfrenta a un renacimiento del fascismo.
La ‘autoridad’ de Podemos
No por evidente deja de ser necesario recordar que Vox, que consiguió 13.171 votos (el 12,18%) en Vallecas en las elecciones generales de noviembre de 2019, tiene tanto derecho como cualquier otro partido a organizar los actos que quiera en los barrios que le plazca tantas veces como lo considere necesario. Con votos o sin ellos.
Porque eso es la democracia.
¿Quién le ha concedido a Podemos, en fin, la autoridad para erigirse en defensor de los barrios obreros de Madrid frente a una violencia con la que sólo él está coqueteando? ¿Quién es Monedero, y qué representatividad ostenta, para llamar a los ciudadanos a la hostilidad contra otros ciudadanos?
Como es obvio, Pablo Iglesias sabe perfectamente que no existe ninguna amenaza fascista en Madrid. Lo demuestra el llamativo fracaso de convocatoria de sus recientes visitas a los barrios obreros de la capital. Es de hecho bastante probable que el miércoles se congreguen más personas en contra de Vox que las que ha congregado el líder de Podemos a favor de su persona durante la última semana.
Algo que, por otro lado, demostrará dónde radica el verdadero atractivo de Podemos para sus votantes: no desde luego en sus propuestas, de las que no hemos conocido hasta el momento más que su deseo de que Isabel Díaz Ayuso acabe en la cárcel, sino en una retórica antifascista que llama a reventar los actos democráticos de sus rivales electorales.
Que llama a la lucha en la calle, el campo de batalla del extremismo, en vez de en las urnas, el campo de batalla de los demócratas.
El beneficiado es Vox
Por supuesto, el principal beneficiado de esa llamada a las armas de Podemos no será el mismo Podemos, sino Vox. Un partido que ya sufrió ataques similares a los que ahora se están incitando en las pasadas elecciones autonómicas catalanas. En realidad, Podemos necesita a Vox más de lo que confiesa y nada justificaría más su relato que un buen resultado de los de Abascal en las urnas.
Hay un segundo motivo para la desesperada llamada al odio del entorno de Podemos y es el temor a que Vox pueda incrementar su porcentaje de voto en esos barrios obreros que Podemos considera de su propiedad. Es ese giro hacia el obrerismo, muy en la línea del Frente Nacional de Marine Le Pen, el que Podemos más teme y lo que se esconde también detrás de su periclitada retórica antifascista.
La estrategia de Podemos en estas elecciones quedó clara cuando Pablo Iglesias se encaró, rodeado de su séquito y protegido por varios guardaespaldas armados con armas de fuego, contra dos jóvenes, literalmente dos, que le gritaban “fuera la casta de nuestros barrios”. Uno de los gritos de guerra favoritos, precisamente, de Podemos.
Podemos, parece obvio, seguirá alentando la hostilidad de unos ciudadanos contra otros durante esta campaña electoral. Como ha hecho, por otra parte, desde el primer día en que apareció en el escenario político español.
Está en las manos de los madrileños que no tenga éxito en ello. Porque el objetivo de Podemos no es ganar las elecciones, y ni siquiera gobernar junto al PSOE, sino justificar su existencia. Y esa desesperación nunca es buena compañera de viaje en democracia.