Hoy sábado 25 de junio entra en vigor la nueva normativa que pone fin al uso obligatorio de la mascarilla en espacios exteriores. Los ciudadanos deberán, sin embargo, seguir llevando mascarilla en interiores y en aquellas situaciones en las que sea imposible respetar una distancia social de 1,5 metros. Por ejemplo, en conciertos y aglomeraciones de cualquier tipo.
El fin de la mascarilla en exteriores llega después de una mejora de los indicadores. Aunque los contagios siguen rondando los 3.000-4.000 al día, y la incidencia general se ha estabilizado en 90 contagiados por cada 100.000 habitantes, la mayoría de las infecciones son de jóvenes no vacunados y sin complicaciones clínicas de importancia, lo que ha permitido que los hospitales se vacíen poco a poco de pacientes Covid.
La mejora de las cifras de contagios y muertes no equivale, en cualquier caso a una victoria total sobre el virus. España está aún lejos de la ansiada inmunidad de rebaño (que llegará cuando se alcance un porcentaje aproximado de un 75% de los ciudadanos vacunados) y las cepas nuevas, y entre ellas la muy contagiosa cepa india, han introducido un elemento de incertidumbre que no cabe desdeñar.
Conviene, en fin, no confundir los términos. Una cosa es que nuestra situación sea hoy mucho mejor que a principio de año, cuando morían 500 personas al día, y otra muy diferente que se haya derrotado al virus por completo o, siquiera, que estemos cerca de conseguirlo.
La cepa india
El caso de Israel, el país que más rápido está vacunando a sus ciudadanos y el que con más celeridad había retirado todas las medidas de protección y distanciamiento, invita a la prudencia. Allí, el Gobierno ha reintroducido algunas de las restricciones ante el repunte de casos de Covid-19 provocados por la cepa india.
En estos momentos, las cifras de Israel, sin llegar a ser alarmantes, son las más elevadas desde abril. El Gobierno ha impuesto además algunas restricciones extra, como la de obligar a los ciudadanos a firmar un documento antes de viajar al extranjero en el que estos se comprometen a no visitar los países considerados como puntos calientes del virus: Rusia, Sudáfrica, Argentina, Brasil y, por supuesto, India.
Es una preocupación que compartimos en EL ESPAÑOL. Especialmente a la vista de que el Reino Unido ha abierto la mano y ha pasado a Baleares, Malta y Madeira de la lista ámbar a la verde, lo que permitirá a sus ciudadanos viajar a ellas con restricciones mínimas. Dicho de otra manera: Baleares recibirá este verano turistas británicos procedentes de zonas con una incidencia mayor que la suya propia.
Campañas al vuelo
Es cierto que el objetivo de cero muertos está cada vez más cerca. Pero noticias como la de los 470 casos en seis comunidades provocados por los viajes de fin de curso a Mallorca, el estancamiento de la caída de la incidencia y los 85 casos detectados en dos discotecas de Alicante y Oviedo demuestran el peligro de echar las campañas al vuelo demasiado pronto en lo relativo a la vacunación y la retirada de medidas de protección.
En el Reino Unido, otro de los países, junto con Israel, que parece haber adoptado (involuntariamente) el papel de canario en la mina de la pandemia, ya se empieza a hablar de los peligros de relajar las medidas de protección. Un relajamiento que está llevando a muchos británicos a contratar sus vacaciones de verano en el extranjero, pero que podría acabar con el Gobierno reintroduciendo medidas de distanciamiento o incluso cierres parciales después de agosto, con la llegada del frío.
Las prisas de los ciudadanos son comprensibles tras un año y medio de medidas restrictivas contra la Covid. También es comprensible la necesidad de volver lo más rápidamente posible a la normalidad para que la economía y el empleo no sufran más de lo que ya han sufrido durante los últimos meses.
Pero la Covid-19 sigue ahí fuera y las nuevas variantes, y especialmente la india, podrían no reaccionar a la vacunación de la misma manera que lo hace la cepa original. Es cierto que el destino del coronavirus es el de convertirse en un virus estacional más y que el objetivo de que este desaparezca por completo de nuestras vidas parece hoy por hoy utópico.
Pero sería útil que el Gobierno recordara a los ciudadanos que el fin de la obligatoriedad de uso de la mascarilla en exteriores no equivale al fin de la mascarilla o a la derrota del virus. Que las mascarillas dejen de ser obligatorias, en fin, no quiere decir que dejen de ser recomendables.