La noticia de que Rusia y China han llegado a un acuerdo para que la primera suministre gas a la segunda durante 30 años a través de un nuevo gasoducto confirma la alianza geoestratégica entre ambas potencias frente a la nación internacionalmente dominante, los Estados Unidos.
El hecho de que el acuerdo entre Rusia y China se haya concretado en euros, y no en dólares, supone además un segundo desafío a los Estados Unidos y a la condición de moneda de reserva y de referencia del dólar. Sin duda alguna el factor clave de la hegemonía económica americana.
El suministro de la empresa Gazprom, que disfruta del monopolio de la exportación de gas ruso vía gasoducto, no será inmediato. Se espera que este se active en dos o tres años.
Rusia ya suministra gas en la actualidad a China a través de su gasoducto siberiano. Pero el nuevo acuerdo incrementará muy sensiblemente (en 10 millardos de metros cúbicos) la cantidad total anual vendida por Moscú a Pekín, que fue de 16,5 millardos en 2021.
El acuerdo ha sido anunciado durante la visita de Vladímir Putin a China con ocasión de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno. Xi Jinping, que ya se había reunido antes en 37 ocasiones con el presidente ruso, se ha posicionado en contra de la expansión de la OTAN en Europa del Este.
Una sola China
Estados Unidos no veía una amenaza tan clara a su hegemonía desde la caída del Muro de Berlín en 1989. Y aunque de momento la alianza entre Rusia y China es estrictamente energética (y comercial), no sería extraño que con el paso del tiempo esa alianza fuera también militar, lo que incrementaría sensiblemente la presión en tres puntos geoestratégicos clave para los Estados Unidos: el este de Europa, el golfo Pérsico y Taiwán.
Durante su reunión, Putin y Xi Jinping han pedido que Estados Unidos abandone "los enfoques ideologizados de la guerra fría". También se han manifestado en contra de las revoluciones "de colores", que atribuyen a conspiraciones extranjeras, y de las alianzas militares, como la del AUKUS (Estados Unidos, Reino Unido y Australia), destinadas a frenar la expansión de sus respectivas áreas de influencia.
El favor propagandístico de Pekín a China ha sido devuelto por Putin declarándose partidario de "una sola China". Es decir, de la anexión de Taiwán y su retorno al redil de "la madre China".
Un nuevo Muro
Mientras la Unión Europea permanece ensimismada en su burbuja de prosperidad, el mundo evoluciona muy rápidamente hacia escenarios extraordinariamente inquietantes que no auguran buenas noticias para las democracias liberales.
Prueba de ello es la noticia de que el excanciller alemán Gerhard Schroeder, uno de los principales responsables de que la energía nuclear sea hoy residual en Europa, ha sido nominado para la junta directiva de Gazprom.
La noticia no hace más que confirmar el gigantesco error estratégico que supuso la satanización de la energía nuclear y cuyas principales consecuencias han sido la dependencia energética de potencias extranjeras no democráticas y el encarecimiento de la factura energética hasta extremos inasumibles por muchos ciudadanos europeos.
33 años llevaba el mundo sin ver un muro como el de Berlín. Hoy se levanta uno en Eurasia, mano a mano entre Rusia y China. Con una diferencia con el original: hoy, Estados Unidos es mucho menos dominante de lo que lo era en los años 40 del siglo pasado, y China mucho más potente financiera, industrial, tecnológica y militarmente de lo que lo era la Unión Soviética en aquel entonces.