Sobre la negociación del MidCat, la pérdida de riqueza de las familias españolas y el Stalingrado de Putin
La reunión de hoy entre Sánchez y Macron debería servir para desbloquear ese MidCat que el presidente francés rechaza por motivos estrictamente nacionales y que dicen muy poco de su supuesto europeísmo. EL ESPAÑOL revela hoy también que la pérdida de poder adquisitivo de las familias españolas ha sido superior al del resto de las europeas, algo que empieza a convertirse en una constante en nuestro país. Vladímir Putin, por su parte, ha decidido convertir la ciudad de Jersón en su Stalingrado particular, con la esperanza de asimilar los intentos ucranianos de reconquistar la ciudad con la invasión nazi de la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial.
Sánchez debe desmontar a Macron
Hoy jueves, a las 11:00 de la mañana, Pedro Sánchez se reune con el presidente francés, Emmanuel Macron, para intentar desbloquear el gasoducto MidCat. A la reunión acudirá también el presidente portugués, António Costa, que hará frente común con Sánchez.
También estará, si no física, sí espiritualmente, el canciller alemán Olaf Scholz, al que interesa la construcción del MidCat como alternativa a ese gas ruso del que Alemania ha dependido durante tantos años.
No lo pondrá fácil Macron, cuyos intereses son antitéticos a los del resto de la UE en este asunto. Porque, obstaculizando o retrasando la construcción del MidCat, Francia frena a España —uno de sus principales competidores geopolíticos—, pone en serias dificultades a Alemania —con la que compite por el liderazgo de la UE—, y genera un mercado europeo cautivo para la energía producida por sus centrales nucleares.
Que Macron ponga sus intereses nacionales por delante de los de la UE es tan lamentable como lógico desde un punto de vista estrictamente realista. Que el MidCat es la solución al problema energético europeo es una obviedad. Que la transición verde es sólo un eslogan que se esgrime en tiempos de bonanza y se obvia convenientemente cuando entra en conflicto con los intereses nacionales, otra.
Es tarea del presidente español arrinconar a Macron contra las cuerdas para que su hipocresía, esa que le permite combinar su supuesto compromiso en la lucha contra la dependencia energética de Rusia con la negativa al Midcat por intereses puramente egoístas, no salga triunfante de esa reunión.
Las familias españolas afrontarán sin colchón un 2023 muy duro
Cuando un mismo dato negativo se repite una y otra vez es muy probable que no nos encontremos frente a una simple tendencia coyuntural, sino ante un defecto estructural. Y el hecho de que los indicadores españoles sean sistemáticamente peores que los del resto de la UE frente a los mismos problemas (la inflación, la Covid o la crisis energética) parece confirmar que existe un problema que va más allá de esas crisis concretas. Una deficiencia congénita al escenario político español.
España llevaba 18 meses registrando tasas de inflación superiores a la zona euro. Hasta que Eurostat ha confirmado que, año y medio después, nuestra economía ha logrado situarse al fin entre los países con un IPC armonizado inferior a la media de las 19 economías de la unión monetaria. La contrapartida es que las familias españolas están sufriendo una pérdida de poder adquisitivo mayor que el promedio del resto de la UE.
La causa es la tardanza de nuestra economía en recuperar los niveles prepandemia, algo que Alberto Núñez Feijóo destacó el pasado martes en el Senado al recordarle a Pedro Sánchez que el próximo presidente español, ya sea el mismo Sánchez o el líder del PP, se encontrará con un país todavía por debajo de los niveles de 2019.
El dato de esa mayor pérdida de poder adquisitivo parece corroborado por otros que hablan de una caída del ahorro. Es decir, del colchón de liquidez que será necesario para afrontar un 2023 que se prevé muy duro para los españoles por la más que probable recesión técnica, por el incremento de los impuestos, por los precios disparados de la energía y por la inseguridad jurídica generada por un Gobierno que parece movido más por incentivos electoralistas que por criterios estrictamente técnicos.
Putin convertirá Jersón en su Stalingrado particular
La evacuación parcial de Jersón por parte de Vladímir Putin y la declaración de la ley marcial en las regiones anexionadas son la prueba de que el presidente ruso ha decidido atrincherarse en los territorios ocupados en una atroz guerra de desgaste cuya línea roja absoluta es la preservación de Crimea, que el Kremlin ve como su puerta al Mediterráneo.
Que el régimen ruso haya previsto la evacuación de sólo 50 o 60.000 personas de una población total de más de 280.000 demuestra que su intención es abandonar a su suerte a los ciudadanos no "afines" en una ciudad que podría convertirse en una ratonera de la que será imposible escapar en breve. Una muestra más del desprecio hacia la vida de los civiles y de las más elementales leyes de la guerra por parte del Kremlin.
El presidente ruso, en fin, ha decidido convertir Jersón en su Stalingrado particular. Es decir, en el infierno en el que se estrellen aquellos a los que el Kremlin llama "los nazis ucranianos cómplices de Hitler", en un burdo intento de asimilar la invasión de Ucrania a la invasión nazi de la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial. Por supuesto, se trata de un discurso que sólo tiene impacto en los reducidos grupúsculos de extrema izquierda y extrema derecha que apoyan a Putin en los países occidentales. Países de los que España, por cierto, no es una excepción.
*** El Merodeador es el seudónimo colectivo de la sección de Opinión de EL ESPAÑOL integrada por Cristian Campos, Jorge Raya Pons y Víctor Núñez.