La disculpa que dio ayer Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, por su comportamiento durante la celebración de la victoria en el Mundial del pasado domingo no es la que merecen Jenni Hermoso, las jugadoras de la Selección Femenina y los aficionados al fútbol españoles.
En el vídeo, que llega después de que Rubiales calificara de "idiotas", "tontos del culo" y "pringados" a los que criticaron su actitud del pasado domingo, el presidente de la RFEF demostró no ser consciente de la gravedad de lo ocurrido.
"Aquí [en referencia a la Selección] no se entendía [la polémica] porque lo veíamos como algo natural, pero fuera parece ser que se ha formado revuelo, y si hay gente que se ha sentido dañada he de disculparme, no queda otra" dice Rubiales en su vídeo, demostrando que sigue sin ver nada censurable en el beso forzado que le dio a Jenni Hermoso, pero sí en aquellos que, desde su punto de vista, se han escandalizado por "gilipolleces", como dijo durante su entrevista con el periodista Juanma Castaño.
El beso forzado a Jenni Hermoso, su gesto obsceno cogiéndose los genitales a sólo un metro de la reina Letizia y de la infanta Sofía, y sus insultos a una buena parte de la sociedad española no son, desde luego, "gilipolleces". Son hechos que pudieron ver millones de espectadores de todo el mundo y que ayer ocuparon las portadas de todos los diarios internacionales, eclipsando el triunfo de la Selección Femenina.
Lo que ha empañado ese triunfo no es por tanto la hipersensibilidad de unos cuantos mojigatos, sino su inaceptable actitud. Inaceptable tanto en público como en privado, y no sólo en el primer caso, como parece insinuar Rubiales en su vídeo.
Rubiales ha empañado su imagen, que ha quedado asociada a unas formas radicalmente inaceptables, y ha convertido en insostenible su posición. El presidente de la RFEF debería ser consciente además de que tan o más indefendible que sus gestos obscenos desde el palco o su beso a Jenni Hermoso es su incapacidad para aceptar el error y ofrecer unas disculpas sinceras y no el rutinario "si alguien se ha sentido ofendido, me disculpo frente a él". Si no es él el primer ofendido, toda disculpa sobra.
No le concede tampoco la razón a Rubiales la sobreactuación de Irene Montero o de Yolanda Díaz, que han llegado a hablar de "agresión sexual". La ministra de Igualdad, en particular, perdió el domingo una excelente oportunidad de apoyar a la Selección viajando a Australia, aunque luego intentó aprovechar la polémica en beneficio propio tras callar durante más tiempo del razonable. Su hipocresía clama al cielo.
Rubiales ha dañado la reputación de la Selección Femenina y del fútbol español, y ha sido incapaz de demostrar que es consciente de lo injustificable de sus gestos prepotentes y machistas. Tampoco ha sido capaz de demostrar arrepentimiento más allá de su disculpa de rutina, que roza lo despectivo. Su imagen queda muy tocada y supone el único borrón a una victoria que no merecía quedar empañada de esta manera.