En las elecciones presidenciales de este domingo, la anomalía argentina ha hecho honor a su nombre, aunque esta vez por motivos inversos. El país sudamericano tendrá el primer presidente "anarcocapitalista" del mundo, después de que Javier Milei se haya impuesto al candidato peronista con un 55,70% de los votos frente al 44,30% de Sergio Massa. En España, la proporción ha sido de 69% a 31%.
Aunque el economista libertario lideraba unos ajustados sondeos, la magnitud del triunfo no deja de resultar insólita. Con el 99,3% escrutado, Milei le ha sacado tres millones de votos a Massa, cuando esta clase de comicios suele decidirse por unas pocas décimas de ventaja.
Es más, Milei se ha convertido en el presidente electo más votado de la historia democrática argentina, con catorce millones y medio de papeletas.
Y estas cifras tratándose de un outsider sin estructura partidista detrás, sin experiencia política y sin implantación territorial que se ha enfrentado a un miembro del Gobierno en activo, ganador del primer round, y con toda una red de influencia a su disposición. Y que ha movilizado ingentes recursos estatales para su campaña.
Apoyo de Macri
Ciertamente, han sido clave el reparto del voto del tercero en el balotaje. El préstamo de los apoyos de la candidatura de Patricia Bullrich, líder de Juntos por el Cambio, ha permitido a Milei aumentar en más de 6 millones los sufragios cosechados en la primera vuelta.
No en vano, el recién elegido presidente de Argentina no ahorró en agradecimientos a Bullrich y al expresidente Mauricio Macri, que ha puesto su organización al servicio de la candidatura de La Libertad Avanza. Macri también fue elegido en 2015 como voto de castigo por el hartazgo cívico con doce años de kirchnerismo.
Esta contribución ha llevado a muchos analistas a pensar que el macrismo tendrá un notable ascendiente sobre el futuro gobierno de Milei. Lo cual sería una buena noticia, en la medida en que ayudaría a ponderar un programa extremista muy deudor del ideario del populismo de ultraderecha.
Abocado a moderarse
A la hipótesis de una reconducción de la agenda antisistema al reformismo institucional también se suma la evidencia de la debilidad parlamentaria de un Gobierno en minoría en ambas cámaras con la que tendrá que contar Milei. No le quedará otra que explorar vías de diálogo, negociación y consenso para alcanzar acuerdos con Juntos por el Cambio, lo que previsiblemente ejercerá una influencia moderadora.
De hecho, algunos han llegado a especular que la extravagancia histriónica y exaltada por la que Milei se ha dado a conocer era fundamentalmente una estrategia electoral (que sin duda le ha dado resultado) para una campaña agonística entre dos opciones políticas antitéticas. Aunque las felicitaciones de Donald Trump y las simpatías del presidente electo por Jair Bolsonaro apuntan en dirección contraria.
Ahora se abre una fase de expectación ante los próximos movimientos del libertario, una etapa incógnita para Argentina y un nuevo ciclo político y económico, en el que la receta oficialista de un "Estado fuerte y protector" puede dar paso a un inexplorado laissez-faire económico.
Aún así, la mayoría de argentinos han preferido apostar por lanzarse a lo desconocido que por instalarse en el inmovilismo que representaba un candidato responsable de que la inflación mensual alcanzase los dos dígitos por primera vez desde 1991 y de unos índices de pobreza tercermundistas. El enfado social (con todos los riesgos que entraña esta emoción política) ha acabado prevaleciendo sobre la campaña del miedo conducida por Massa.
Estabilización de la economía
El país de la crisis eterna atraviesa la peor que ha vivido en los últimos veinte años. La deuda pública está disparada, el tesoro sin reservas y la economía se encuentra al borde de la hiperestanflación. El propósito de Milei de reconstruir Argentina y de volver a convertirla en una potencia mundial tendrá que contar con la carestía cambiaria, la inflación desbocada y la falta de acceso al crédito internacional.
Es indudable que un país carcomido por el clientelismo crónico y el estatalismo contumaz necesita un programa de estabilización, un ajuste fiscal, un cambio en la política monetaria y un drástico saneamiento de la economía. Y no está claro que Milei sea el perfil idóneo para acometer unas reformas que requieren de rigor y serenidad.
En una sociedad que vive esclerotizada por la red de subsidios sobre la que se ha mantenido la hegemonía del peronismo, todas estas medidas serán dolorosas, y cabe esperar una alta conflictividad social, la resistencia del sindicalismo y el boicot de la estructura institucional kirchnerista.
Por eso, Milei sólo podrá tener éxito si abandona sus excesos y dislates, se desmarca del eje populista y abandona sus inclinaciones autocráticas, asumiendo que su tarea es la de ser el cirujano de hierro de la economía argentina, y no de su política ni de sus consensos socioculturales.