La radicalización que ha impreso Pedro Sánchez en el discurso socialista en los últimos tiempos, para tratar de disputarle el electorado a los socios con los que mantiene un acuerdo de investidura, le ha reportado al PSOE resultados ambivalentes: si bien le ha llevado a sus cotas más altas en Cataluña, gracias en gran medida a lo cual se garantizó la conservación del Gobierno de la nación, esta estrategia arroja rendimientos marginales decrecientes en el conjunto de España.
Según los datos de la encuesta de SocioMétrica que publica hoy EL ESPAÑOL, el PSOE caería hasta los 109 escaños, mientras que el PP acariciaría la mayoría absoluta con 168 escaños. En este caso, la absorción del PSOE a su izquierda resultaría ya estéril, pues Sumar perdería 14 diputados sin que los ganase Sánchez, y el cadáver de Podemos, que no obtendría representación, ya estaría totalmente drenado.
Además, del histórico de SocioMétrica se desprende que Sánchez ha obtenido este mes su nivel más bajo de apoyo desde que emprendiera su giro a la izquierda en el verano de 2022: sólo un 31,1% valida su gestión.
Estas tendencias contrastan con los pronósticos que prácticamente todos los sondeos le asignan a Salvador Illa para las elecciones del próximo 12 de mayo, y que van en la misma línea que los recogidos en la encuesta que EL ESPAÑOL publicará esta tarde a las 20 horas. El PSC ganaría holgadamente las elecciones, creciendo a costa de ERC.
El contraste se explica por la vocación de Sánchez de confrontar ideológicamente con "la derecha y la ultraderecha" para erigirse como el único líder de la izquierda. En aquellos territorios donde la marca del PP no acaba de cuajar, el PSOE puede ocupar ese espacio y, como en Cataluña, batir a los partidos a su izquierda como ERC, los Comunes y la CUP.
Pero en los territorios en los que el PP tiene más predicamento, la izquierdización del PSOE, percibida como una hipérbole insincera, deja huérfano el espacio centrista, que es capitalizado por los populares.
Esta es la consecuencia de haberse contagiado (o tal vez sería más preciso decir intencionadamente mimetizado) de la retórica radical de sus compañeros de viaje.
En septiembre del 22, Sánchez comenzó a hablar de "cenáculos madrileños de señores con puros", con una fraseología maniquea indistinguible de la empleada por Pablo Iglesias. Hasta llegar a usar idénticos términos en su carta a la militancia de este miércoles, al escribir que el PSOE ha elegido "el lado de la gente de a pie frente al poderoso".
De sus socios independentistas ha incorporado el victimismo persecutorio y el concepto lawfare, que el presidente ha asegurado haber sufrido al ser preguntado en la entrevista en El País de este domingo.
Sánchez también se ha propuesto fagocitar a Sumar adjudicándose en exclusiva las iniciativas que llevan el sello de autoría de Yolanda Díaz, como la subida del SMI que se ha apuntado el presidente en su mitin de este sábado (en el que, curiosamente, la concurrencia coreaba "sí se puede").
La campaña contra la tauromaquia lanzada por Ernest Urtasun este viernes sólo puede entenderse desde el tesón de Sumar en dar sus propias batallas y evitar el abrazo del oso del PSOE. La extrema izquierda pretende emplear en su beneficio el amago de dimisión de Sánchez (pensado no sólo para movilizar a los suyos, sino también para expulsar a los de Díaz de la competición), "dotando de contenidos la pausa" del presidente.
Sánchez se ha mantenido en el Gobierno central a costa de vampirizar a la izquierda a su izquierda, en declive sostenido en las urnas. Pero esta apuesta tiene un precio gravoso que el PSOE ha empezado a pagar en las últimas convocatorias electorales, quedando tercero en Galicia y País Vasco mientras sus rivales directos nacionalistas se alzaban con el primer puesto en la izquierda.
Es verdad que se da un pacto tácito para un comercio entre marcas entre las autonómicas y las generales, con muchos de los votos del BNG y EH Bildu yéndose prestados a Sánchez (y ahí está su celebración de los resultados, anotándose como propio el gran ascenso de Bildu). Pero el negocio es ruinoso si para mantenerse en la Moncloa el PSOE va esquilmando sus siglas a nivel regional, en una estrategia que también en el plano nacional se va agotando.