Con un discurso, corto, pleno de lugares comunes y, sobre todo, muy pensado, ha empezado Donald Trump su mandato como presidente número 45 de los Estados Unidos. "No están viendo la transmisión de poder de un gobierno a otro. Están viendo la transmisión de poder de Washington DC al pueblo", nos dijo Trump.
En una alocución de apenas 1.400 palabras, el nuevo presidente pronunció 33 veces “América”, 9 veces “pueblo”, 5 veces “sueños” y 4 veces “frontera”, tantas veces como invocó a “Dios”.
Fue un discurso nítido en algunos aspectos fundamentales, centrado en el proteccionismo comercial y la exclusión de su anti-target: "Seguiremos dos reglas simples: compra americano y emplea americano". "La protección traerá más progreso. Recobraremos nuestros empleos y nuestros sueños". Un discurso emotivo, con varias interrupciones por aplausos, que evocaba continuamente ese sentimiento nacional del “Make America Great Again” que tan buenos dividendos le dio en campaña: "Cuando América permanece unida, América es imparable".
Su discurso podría ser un buen manifiesto para la Internacional Populista, con un par de sustituciones locales
¿Populista? Claro. Podría ser un buen manifiesto para la Internacional Populista, con un par de sustituciones locales. Pero el poder siempre lo es, en cierta forma. ¿Un discurso paternalista? También. Pero es la figura del padre protector un arquetipo permanente y valioso del liderazgo político. Nada de ello es un problema, por ahora.
Lo que sí puede ser problemático es que Trump sea el presidente norteamericano que inicia el mandato con los más bajos índices históricos de aprobación popular. Apenas el 40% del electorado lo ve con buenos ojos, según Gallup.
Tras cada proceso electoral presidencial es la norma que al ganador le rodee un halo victorioso y al perdedor un estigma de derrotado, y que ambos fenómenos se expresen en las mediciones de opinión pública. Es decir, tras una elección es común que el presidente electo tenga mejores números que la proporción de electores que le votaron. Y es también común que el presidente saliente los tenga peores que los obtenidos si fue derrotado en la elección.
Mientras Trump ha caído 8 puntos en popularidad en los últimos dos meses, Obama ha crecido más de 10 puntos
Nada de eso ha ocurrido en los dos meses que transcurrieron entre la elección de noviembre y la toma de posesión de este viernes. Al contrario: mientras Trump podría haber mermado unos 8 puntos en las simpatías populares (Gallup), Obama ha crecido más de 10 puntos en relación a su nivel histórico durante el mandato, teniendo hoy unos niveles de aprobación del 62% (CBS).
El fenómeno es inverso al identificado hace varias décadas por Elizabeth Noelle-Naumann y que llamó “bandwagon”, un comportamiento electoral que parecía ser universal: a los ganadores se les quiere más. Sus estudios empíricos fueron en Alemania, pero el “carro ganador” se da en prácticamente todos los procesos electorales.
Según el concepto en las últimas fases de una campaña, algunos votantes realizan desplazamientos electorales en dirección del candidato ganador. ¿Quiénes son los que cambian de opinión? Según Noelle-Naumann los menos informados, los despolitizados, los que han seguido con menor interés la campaña. Una definición que podría calzar con buena parte de los electores del propio presidente Trump.
Los cambios recientes en la opinión pública sugieren que el presidente estará pronto en aprietos en la esfera local
Los cambios en la opinión pública norteamericana en estos dos últimos meses sugieren que el nuevo presidente estará pronto en aprietos en la esfera local. Más aún teniendo en los Obama un par de adversarios formidables, que intentarán demostrar su liderazgo en el Partido Demócrata de cara a las elecciones de mitad de período, dentro de sólo dos años.
Trump podría desear compensar esa relativa debilidad local con los reflectores de la atención mundial sobre sí. El revuelo causado por su reciente gira europea es reflejo de lo que podría ser parte importante de la doctrina Trump: el escándalo que logra captar la plena atención de las audiencias.
Culminó Trump su discurso inaugural con "God bless America", que bien podría traducirse en el resto del mundo como "Dios nos coja confesados".
*** Carmen Beatriz Fernández es presidenta de la consultora DataStrategia y profesora invitada en la Universidad de Navarra.