La pelea de gallos de Casado y Rivera en una casa sin barrer
Sí. Seguimos mirando el dedo y no la luna. ¡Qué digo el dedo! La uña. A Eratóstenes, el sabio matemático libio, le sirvió para sus cálculos astronómicos, ¿pero de qué valdrá a España reparar en insignificancias del tamaño de una uña cuando lo que nos está señalando el satélite es que nos dirigimos a un agujero negro?
Fijémonos en dos ejemplos de la semana: 1) El auge de Vox y 2) El despiste de Pedro Sánchez y señora en el besamanos del Palacio Real.
1. La aparición estelar del partido de Santiago Abascal ha puesto de los nervios al Partido Popular y a Ciudadanos. Abascal, toda una vida dedicada a la política –toda una vida gracias a que ETA no consiguió matarlo, reconozcamos el valor que esto tiene- ha conseguido finalmente lo que quería: notoriedad en todo el territorio nacional al llenar el domingo pasado la madrileña plaza de toros de Vistalegre con miles de seguidores enfundados en la bandera española.
¿Cuál ha sido la reacción de Casado y Rivera? Un capítulo más en la pelea de gallos que protagonizan, tentados a moverse más a la derecha para taponar la pérdida de votos en esta franja electoral extrema de la sociedad española. En el caso del Partido Popular, puede hasta entenderse (Vox es parte de su carne), pero si Ciudadanos abandona el toque centrista y se descentra más, cometerá un enorme error de manual.
PP y Cs representan, desde la derecha al centro, una limpia mayoría sociológica –con una suma que no depende de mareas como otros partidos-. Si sus líderes convierten su actuación política en un corral lanzándose espolones a la yugular, como hasta ahora, será bueno para el resto de los partidos políticos, incluido Vox, y malo desde luego para España.
2. El despiste de Pedro Sánchez y Begoña Gómez, pegándose como una lapa a la pareja real en la recepción del 12-O, ha sido elevado a la categoría de "traición del subconsciente". Conclusión: Pedro Sánchez lo que quiere es ser presidente de la III República y maniobra para que España deje de ser una Monarquía. Se empieza por la fila del besamanos y, empujoncito a empujoncito, adiós a la Familia Real y hola a la real familia de los Sánchez Gómez. Antecedentes hay: en abril de 1931, Alfonso XIII salió por la puerta de atrás del Palacio Real y por la principal entró el nuevo presidente de la II República, Niceto Alcalá Zamora.
Pues no: el peligro en España no es Vox, guste menos que más a la mayoría del electorado, ni las 'sancheces' (no confundir con sandeces) de míster Sánchez, más propias de Bean que de un presidente del Gobierno, poco docto, también, en los avatares del protocolo.
En el caso del Partido Popular, puede hasta entenderse (Vox es parte de su carne), pero si Ciudadanos abandona el toque centrista y se descentra más, cometerá un enorme error de manual.
Aunque la política es como un partido de fútbol del Real Madrid, que puede cambiar en los últimos minutos –antes para bien, ahora para mal-, el panorama nacional empeora. Los analistas y analistos políticos hierran al afirmar que la meta electoral de Pedro Sánchez está situada en 2020. No, el objetivo está más próximo en el tiempo. El líder socialista y presidente de España gracias a los votos de Bildu (ex ETA), PNV (partidario del País Vasco como Estado Asociado de España), PDeCAT y ERC (república e independencia de Cataluña) y Podemos…, es llegar vivo y en la Moncloa a las elecciones municipales previstas para el 26 de mayo de 2019.
En España sabemos de primera mano que las elecciones municipales son una caja de sorpresas: vas a votar para alcalde y estás cambiando sin saberlo de régimen, como acaeció el 12 de abril de 1931. Lo que suceda en los comicios locales del próximo 26 de mayo marcará definitivamente la vida política española en los próximos años.
Los 26 de mayo están cargados de historias. En 1936, Lluis Companys nombró a su gobierno para el estado catalán. En 1831, en Granada, fue ejecutada la heroína liberal Mariana Pineda. En 1897, Bram Stoker publicó Drácula. En 2015 ganaron Carmena en Madrid, Colau en Barcelona y 'Kichi' en Cádiz. Estos son los antecedentes históricos. Lo que suceda en las municipales de 2019 condicionará y cambiará el relato de los comicios generales de 2020, si es que Pedro Sánchez consigue mantenerse en el Gobierno, precisamente con el apoyo de enemigos de España como ex etarras e independentistas.
¿Estamos en puertas de un cambio de régimen? Lo de menos es si España, mañana, será republicana. Lo demás es si España dejará de ser al quedarse en el esqueleto, sin Cataluña, sin el País Vasco, sin Navarra, sin…. "The answer, my friend, is blowin´ in the wind", canta Bob Dylan… La respuesta al acertijo crucial para cientos de años de Historia la tienen los votantes y, en primera instancia, las actuaciones de líderes políticos como Albert Rivera, Pablo Casado, pero también Pedro Sánchez, secretario general del Partido Socialista Obrero "Español", y Pablo Iglesias.
El mundo ha empezado a girar al revés en el siglo XXI: Trump, Putin, Macron (que acabó en Francia con los partidos tradicionales), una Italia gobernada por una coalición como la Liga Norte de Salvini (ideológicamente próxima a VOX en muchos temas) y el Movimiento 5 Estrellas (con equivalencias con Podemos).
Jaime Mayor Oreja, valioso político y analista certero amortizado por el PP mediocre de Rajoy, alerta desde hace unos años de que España camina inexorablemente a un cambio de régimen, en manos de un Frente Popular Populista Nacionalista. Casandra parece haber acertado.
En septiembre de 1931, Ortega y Gasset decía aquello de "no es esto, no es esto", en los primeros meses de una república en cuyo nacimiento él fue uno de los parteros. Ochenta y siete años después, España está de puente gracias al Día de la Hispanidad, una festividad, quizás con los días contados, de la que muchos se avergüenzan y se aprovechan de ella. Todo a la vez. Muy propio de España.