Los ayuntamientos ante una crisis social histórica
Los autores analizan la situación con la que van a encontrarse los servicios sociales municipales por la crisis del coronavirus y avanzan sus líneas de actuación para Madrid.
Las medidas de confinamiento que se han impuesto para combatir la pandemia están teniendo ya unas consecuencias económicas y sociales que van a situar a la sociedad ante un desafío histórico. Aunque no sea posible conocer la dimensión exacta ni la duración de la crisis en la que estamos inmersos, no se puede dudar de que será extraordinariamente dura.
En estas circunstancias, edulcorar la realidad sería irresponsable. Los ciudadanos merecen que se les trate como a adultos, merecen saber la verdad. Las previsiones económicas, por inestables que puedan ser en estas circunstancias, son oscuras. El FMI ya prevé una caída del 8% del PIB y un paro del 20% en nuestro país. En el primer trimestre del año la economía china cayó por encima del 6%, algo que no había sucedido en 40 años de crecimiento.
Para orientarnos resulta útil comparar la situación actual de España con la que tenía inmediatamente antes de la gran recesión de 2008. Entramos en la nueva crisis con un nivel de paro más alto que entonces y con una deuda pública muy superior. Además, los sectores económicos que se están viendo más afectados, entre ellos el turismo y la hostelería, están entre los que dan trabajo a las capas más vulnerables de la sociedad. En resumen: nuestro país está más débil ahora que entonces.
En el Ayuntamiento de Madrid estamos trabajando para dotarnos de un diagnóstico realista sobre el cual actuar. En un primer informe, hemos realizado estimaciones para tres escenarios. En el primero, el más suave, 47.000 hogares de la ciudad tendrán problemas de liquidez para adquirir productos de primera necesidad, incluidos alimentos. En el escenario intermedio, estos problemas alcanzarán a 70.000 hogares. Y en el más grave serán 94.000.
Los hogares vulnerables en los que hay menores son los que se enfrentarán a mayores dificultades en esta crisis
Esta es la realidad a la que nos enfrentamos. No es agradable mirarla a la cara, pero la obligación de los gobernantes y cargos públicos es hacerlo. Y hacerlo, además, desde la confianza y el optimismo. Estamos convencidos de que esta situación se puede superar. Somos conscientes de que las administraciones locales tendrán un papel decisivo. Y creemos, incluso, que esta crisis puede ser -como todas- una oportunidad para solucionar problemas de fondo y dejar como legado, cuando todo pase, unas políticas sociales y económicas más justas y más eficaces.
Desde el punto de vista social, la mayor amenaza se cierne sobre las familias. Los hogares vulnerables en los que hay menores son los que se enfrentarán a mayores dificultades. También merecen especial atención las personas mayores por ser las que más están sufriendo la crisis sanitaria actual. Por último, será necesario proteger a las mujeres, recordando que ellas encabezan la inmensa mayoría de las familias monoparentales.
La cuestión fundamental va a ser la visión que tengamos de la salida de la crisis. A nuestro juicio, se están perfilando dos miradas: la asistencialista y la reformista. No son necesariamente antagónicas, pero hay diferencias muy importantes.
Por una parte, a nadie se le escapa que a día de hoy es imprescindible destinar fondos suficientes a las políticas sociales con el fin de que las familias cuenten con un colchón que les permita amortiguar el golpe de la pérdida de empleos e ingresos. Todos estamos de acuerdo en que es imprescindible hacer un esfuerzo económico y social tanto por parte de las administraciones como por parte de empresas y particulares que se lo puedan permitir. En este sentido, queremos agradecer las colaboración de miles de compañías y personas que están contribuyendo a la respuesta social que están dando los ayuntamientos, y en particular el de Madrid.
Pero no nos podemos quedar en el enfoque asistencial. Los servicios sociales necesitan una reforma profunda. Ya la precisaban antes de esta crisis y ahora la necesidad se ha convertido en urgencia. Limitarse a destinar más dinero a unos servicios con importantes problemas equivale a echar gasolina a un motor que no funciona. Y el motor social de España, que son en buena medida los servicios sociales municipales, necesita algo más que una puesta a punto.
El papel de las administraciones es ser capaces de dar a quien ha caído una segunda oportunidad para levantarse
Los servicios sociales no pueden ser simples expendedores de ayudas públicas. Esta forma de entenderlos ha tenido como consecuencia la cronificación de las situaciones de vulnerabilidad. Las personas terminan recibiendo una ayuda que no es suficiente para salir de la pobreza sin que se les ayude a superar las causas de su situación.
Esto es lamentable porque la razón de ser de los servicios sociales es ayudar a los ciudadanos que sufren un bache, por las causas que sean, a rehacer sus vidas. Las personas no quieren vivir de subsidios, lo que quieren es tener un trabajo, valerse por sí mismas, aportar a la sociedad. Todos podemos vernos en algún momento necesitados de una red de seguridad, de un empujón, de alguien que nos ayude a salir del túnel. El papel de las administraciones es ser capaces de dar a quien ha caído una segunda oportunidad para levantarse.
Los ayuntamientos vamos a necesitar dinero, sí, y por eso sería muy positivo que el presidente Sánchez se comprometiera a que podamos disponer del superávit presupuestario, lo que significaría que Madrid podría destinar 420 millones a los más vulnerables en lugar de a amortizar deuda.
Pero también vamos a necesitar ideas claras, reformistas y libres de prejuicios. Ideas que nos han llevado ya a crear las ayudas de emergencia exprés, para que los solicitantes las obtengan en cuestión de días y no de meses; ideas para que los profesionales de los servicios sociales puedan destinar su tiempo a trabajar con las familias y ayudarlas a superar su situación; ideas para que seamos más rápidos en detectar y prevenir las situaciones de vulnerabilidad, antes de que se conviertan en dramáticas.
Si lo hacemos bien, no sólo ayudaremos a quienes hoy nos necesitan, sino que seremos capaces de dejar para el futuro unas administraciones más eficientes, con menos burocracia, con mayor capacidad para anticiparse. Este es el desafío que nos disponemos a afrontar con optimismo y determinación.
*** Begoña Villacís es vicealcaldesa de Madrid, y Pepe Aniorte, concejal del área de Familias, Igualdad y Bienestar Social.