Vox, ni en los mejores sueños de Sánchez
El autor valora la decisión de Santiago Abascal de presentar una moción de censura a Pedro Sánchez, que considera una huida hacia adelante por la caída que las encuestas pronostican a Vox.
Ni salvar España, ni echar a Sánchez, ni frenar a los independentistas. La moción de censura que ha anunciado Vox solo pretende dar un impulso a un Santiago Abascal que se encuentra dramáticamente estancado o en caída libre en las encuestas.
Para evitar que España caiga "en la ruina, la muerte y la opresión", como dice Abascal, su moción tendría que ser apoyada por todos los regionalistas e independentistas, incluidos ERC, Bildu, BNG y el PNV. Es más; incluso Unidas Podemos tendría que caer rendido ante el programa de Vox, contando, claro, con el PP y Cs.
Incluso se puede deducir que la moción de censura beneficiará a los nacionalistas. El motivo es que Sánchez necesita su voto para sumar a socialistas y podemitas, y tendrá que reeditar la mayoría que le hizo presidente. A cambio, como siempre, hará concesiones. Ya lo hizo en las prórrogas del estado de alarma, firmando con cualquiera lo que fuera, como ocurrió con Ciudadanos, Bildu o el PNV. Esa necesidad de Sánchez fortaleció a estos grupos, que recobraron protagonismo y asumieron cuotas de poder.
Por supuesto, Sánchez saldrá enormemente fortalecido. ¿Qué más puede desear un presidente “progresista” que la “ultraderecha” busque una confrontación pública con él? Los españoles verán a través de los medios a dos extremos: al moderado, demócrata y europeísta Sánchez, frente al populista radical de Abascal. Es la reedición de la foto del “trío de Colón”, que tanto utilizó el equipo propagandístico de Sánchez azuzando el miedo y consiguiendo convertirse en el partido refugio de la izquierda.
Sánchez ganará la moción, y Vox le habrá brindado una victoria fácil. Los medios de comunicación abrirán con la victoria del presidente y la derrota de la “ultraderecha”. El socialista se presentará como un hombre de Estado que ha derrotado al radical populista. Las redes no servirán para compensar el despropósito, y los vídeos de Abascal criticando a Sánchez consolarán únicamente a sus feligreses.
Vox cree que crece con el insulto ajeno. Es posible. ¿Pero qué utilidad tiene eso? ¿En serio alguien piensa que añadir más tensión a la vida política y social española, a la calle, en medio de una crisis económica sin igual y una pandemia, beneficia a España? ¿De verdad que merece la pena un día de supuesta gloria a costa de una victoria del PSOE, Unidas Podemos y sus aliados? Ni siquiera va a servir para mostrar, como quiso Albert Rivera en su día, que es el “verdadero jefe de la oposición”.
Es la dificultad del populismo: su conversión en un partido viable con propuestas que encajen en la realidad
Ahí está la cuestión: la moción es una maniobra para alejar de Vox el fantasma de Ciudadanos; es decir, no repetir el papel de una formación que parecía con capacidad para sustituir al Partido Popular, pero que se acabó desvaneciendo y convirtiendo en un grupo muleta del PP y del PSOE. Vox no quiere ser el apéndice de los de Pablo Casado y ha decidido seguir en su rol de partido protesta, aun sabiendo que de esa manera jamás será una opción real de gobierno.
Es la dificultad que tiene el populismo, su conversión en un partido viable con propuestas que encajen en la realidad y en la legalidad. La búsqueda de la confrontación a cualquier precio, el lenguaje agresivo, el responder a la izquierda con “su misma medicina”, como se está viendo con el jaleo a los escraches y peleas de bar, suena demasiado a argumento de la Europa de 1920 y 1930.
Está en la misma sintonía que la formación de un “sindicato de derechas”, para trabajadores "anticomunistas", con el nombre de “Solidaridad”. Una asociación que según Jorge Buxadé, portavoz del Comité de Acción Política de Vox y antiguo falangista, será de corte vertical, representando a empresarios y trabajadores contra los sindicatos al servicio de los partidos políticos.
El problema que tiene Vox, y de ahí su caída en las encuestas, es que sus electores no le encuentran ya la suficiente utilidad. Tuvo éxito entre los descontentos del PP y Ciudadanos, y esa extrema derecha que nunca había ido a las urnas. El perfil de su votante era un hombre con estudios y de economía desahogada, una gente que tomó a Vox como una forma de protesta, de hacer frente a la izquierda por la inacción, decían, de la “derecha cobarde”.
De ahí que sea el ruido y la furia su manera de hacer política, ir a la contra, ser contestatario, combatir el mal llamado “marxismo cultural” -en realidad es “leninismo cultural”, pero eso es otra historia-. La consecuencia de ese estilo fue que quisieron contrarrestar la manifestación feminista del 8-M con un prescindible encuentro del partido en Vistalegre el mismo día. Ahora creen que esta pifia se ha olvidado, y ante la caída en las encuestas vuelven a las mismas formas, tan parecidas a la que ha utilizado Podemos desde 2015.
El sueño del PSOE está casi completo con esta moción de censura que ha anunciado Vox. Sólo ha fallado la negativa del PP de Pablo Casado a sumarse a la iniciativa de Abascal. De otro modo se hubiera completado la foto que tanto ansía el aparato propagandístico de la Moncloa. Así, socialistas, podemitas y nacionalistas hubieran publicado hasta el fin de la legislatura la imagen de los dos derrotados. ¿Seguro que no está Iván Redondo detrás de todo esto?
*** Jorge Vilches es profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense.