Felipe de Edimburgo, un ejemplo de lealtad y servicio público
El autor glosa la vida y la figura de Felipe de Edimburgo, y recuerda sus 73 años de servicio a la Corona.
Créanme cuando les digo que pocos honores pueden compararse en esta vida con el honor de servir a tu país.
Pero que sea un honor y un privilegio no implica que siempre sea fácil. Las interminables jornadas de trabajo, la exposición a la crítica, y el escrutinio constante de tu vida pública y privada son cargas que acompañan a la enorme responsabilidad de servir a tus compatriotas.
Y, aunque quienes elegimos el camino del servicio público (cada lunes, desde hace más de 20 años, cuelgo la bata de farmacéutico que visto los fines de semana y me enfundo el traje de servidor público, con el mismo entusiasmo hoy, como eurodiputado, que tuve como concejal de Marratxí) damos ese paso consciente y voluntariamente, existen aquellos a quienes esa responsabilidad les cae sobre los hombros desde el mismo momento que nacen.
Felipe de Edimburgo, príncipe consorte de la reina Isabel II del Reino Unido, fue uno de esos hombres, nacido para poner su vida al servicio a los demás.
Felipe de Edimburgo asumió su deber en la defensa del Reino Unido frente a la embestida de las fuerzas del Eje en la Gran Guerra Mundial
Y qué vida la de Felipe de Mountbatten. Noventa y nueve años de historia que también es la historia de Europa. Llegó a este mundo en Corfú, Grecia, después de la Gran Guerra Europea que fue en realidad la revolución del cambio auténtico, aunque no cronológico, del siglo XIX al XX. Y pronto vio cómo su familia y su vida se veían separadas y engullidas por una contienda mayor y más terrible.
Británico de adopción, el que sería monarca consorte asumió como uno más su deber activo en la defensa del Reino Unido frente a la brutal embestida de las fuerzas del Eje en la Gran Guerra Mundial.
Victorioso en la contienda, Felipe de Edimburgo brindó en la paz su mayor servicio a Reino Unido. Con discreción y lealtad a su esposa, Felipe apoyó a la reina Isabel II en la formidable y difícil tarea de reafirmar el valor de la monarquía británica para un país que dejaba traumáticamente de ser un imperio y se aventuraba con paso incierto en un mundo nuevo e inexplorado.
La veneración que sienten hoy los británicos por su reina, y el enorme prestigio internacional del que goza su monarquía, son la mejor prueba del éxito con el que Isabel II ha sabido servir a su pueblo, y del constante apoyo que durante 73 años le prestó su marido.
Los que hoy defienden que la monarquía es una institución obsoleta encontrarán en la vida de Felipe de Edimburgo la refutación más contundente
Sólo a los 96 años (¡sólo!), cuando la edad le impidió seguir ejerciendo sus funciones públicas, aceptó el príncipe Felipe retirarse de sus obligaciones, no sin antes acompañar a nuestro rey Felipe VI en su visita de Estado de 2017, dados los vínculos de amistad y familia que le unen a nuestra monarquía, y el afecto que profesaba a España.
Los que hoy defienden que la monarquía es una institución obsoleta encontrarán en la vida de Felipe de Edimburgo la refutación más contundente. Cuando todo un exvicepresidente del Gobierno llega a afirmar que “sólo un cretino” se siente bien trabajando mucho, y relega a las mujeres que le rodean al papel de segundonas, los 99 años de servicio público de Felipe de Edimburgo, 73 de ellos de leal y discreto apoyo a su esposa, ponen a estos personajes mediocres frente al espejo, y evidencian que la idea de servicio público que encarnan las monarquías es hoy más necesaria que nunca.
Europa y el Reino Unido han perdido con Felipe de Edimburgo a uno de sus servidores más leales, y cuantos dedicamos nuestra vida a querer mejorar la de los demás, a todo un ejemplo de entrega y sacrificio. Descanse en paz.
*** José Ramón Bauzá es eurodiputado de Ciudadanos en el Parlamento Europeo.