Vacunar a Venezuela
“No vamos a traer ninguna vacuna que esté causando estragos en el mundo. Sólo entrarán las vacunas que sean para nuestro pueblo” (Nicolás Maduro)
Con mucha frecuencia se repite que de la pandemia no saldremos si no salimos todos. En efecto, hay una carrera entre el desarrollo de las vacunas (y su distribución) y las posibilidades de mutación del virus. Si las vacunas no fluyen rápidamente por todo el globo, nadie estará a salvo y los países del norte podrían ver empantanado su relativo éxito inmunizador.
América Latina ha sido una de las regiones más afectadas por la pandemia, pero no ha tenido la capacidad de desarrollar vacunas propias y ha llegado tarde y lentamente al mercado de vacunas cooptado por los países ricos. Sin embargo, la vacunación avanza de forma muy eficiente en Chile y, paulatinamente, en la mayoría de los países. Aunque preocupan Venezuela y sus ciudadanos migrados a toda la región.
Para un país aislado, sancionado, sin recursos y gobernado por un régimen muy indolente frente a la situación de sus ciudadanos, las vacunas son una opción disponible para muy pocos. De hecho, la poca oferta y la poca transparencia que caracteriza el acceso a los recursos públicos han alentado un mercado negro.
Asegurar el acceso a las vacunas de los venezolanos, dentro y fuera de las fronteras del país, es un imperativo epidemiológico y humanitario. Desde ese punto de vista, las consideraciones políticas deberían dejarse de lado. Pero como era de esperar, no ha sido ese el caso.
Aunque se consiguió un acuerdo con el mecanismo Covax para la adquisición de 11.374.412 dosis de vacunas contra la Covid-19, el régimen acusó a Juan Guaidó, representante de la oposición, de secuestrar los recursos en el exterior que el país podía usar para comprar vacunas.
Por su parte, el régimen ha sido acusado de administrar únicamente la vacuna a sus afines y a los ciudadanos que tienen el carné de la patria. Un mecanismo de identificación y focalización de transferencias sospechoso de servir de sistema de control social y compra de votos.
La demanda ciudadana de vacunas es un filón político para todos los gobiernos democráticos y también para los que no lo son
Lo cierto es que sólo 250.000 venezolanos han sido vacunados. Las vacunas acordadas con el mecanismo Covax apenas serían suficientes para el 20% de la población. El problema adicional es que Nicolás Maduro ha rechazado la vacuna de AstraZeneca, la que el Covax disponía para Venezuela, lo que ha bloqueado el proceso.
La buena noticia vino por la creación en enero de este año de la Mesa Técnica de Vacunas. Un requerimiento planteado por el propio mecanismo Covax, dada la necesidad de contar con un programa de vacunación consensuado. La Mesa está constituida por actores multilaterales, sociedad civil, representantes empresariales, especialistas y políticos. Entre los multilaterales están la Organización Panamericana de la Salud y la Unicef. También participan en ella las sociedades científicas médicas del país.
La propuesta es mantener un mecanismo técnico y plural que atienda de forma despolitizada y desde una perspectiva únicamente humanitaria el reto de la vacunación.
La Mesa ha asumido la tarea de revisar no sólo el acceso a las vacunas, sino también los sistemas de distribución y administración, planteando alternativas viables. Pero, sobre todo, ha abierto los canales de diálogo entre actores. Por ejemplo, entre las sociedades científicas y el Gobierno.
La despolitización supone la posibilidad de que oficialismo y oposición aúnen esfuerzos. Fuera del país, por cuenta de la oposición, para conseguir recursos y vacunas. Por cuenta del régimen, la gestión interna del proceso. Esto representaría un paso adelante en la posibilidad de construir espacios de acercamiento.
Sin embargo, es necesario reconocer la imposibilidad de la despolitización. La demanda ciudadana de vacunas es un filón político para todos los gobiernos democráticos y también para los que no lo son. El Gobierno efectivo de Venezuela sólo está en manos de Maduro y es él quien controla los mensajes y la gestión sanitaria.
La Unión Europea, y España en concreto, tienen que acompañar en el proceso para promover la vacunación en Venezuela
La oposición también está construyendo una imagen de moderación y de enganche con la situación de los ciudadanos. Un mensaje necesario ante la pérdida de la representación del Gobierno en la diáspora, su diezmada popularidad en el país y los cambios en la administración estadounidense.
Estos factores no deberían desviar el objetivo: vacunar a Venezuela. Hay que asumir los riesgos, incluso la capitalización política por parte del régimen, en pos del objetivo sanitario. Más aún, aunque la Mesa se circunscribe a la vacunación dentro del país, no pueden olvidarse los millones de venezolanos en la diáspora y las dificultades que tienen sus países de acogida para atenderlos.
El primer reto es convencer al régimen de que desbloquee la vacuna de AstraZeneca. A continuación, se necesita apoyo internacional. La Unión Europea, y España en concreto, tienen que acompañar a los multilaterales incluidos en el proceso para promover su eficacia y transparencia.
Estados Unidos podría fortalecer su mensaje de cambio de alineamientos en política exterior facilitando vacunas y planteando la flexibilización de unas sanciones cuya efectividad se ha demostrado limitada, cuando no contraproducente.
El esfuerzo por superar la pandemia requiere un pragmatismo que quizá, ojalá, podría allanar el camino para unas elecciones libres y transparentes que aseguren la vuelta de la democracia a Venezuela.
*** Erika Rodríguez Pinzón es doctora en Relaciones Internacionales, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid y coordinadora de América Latina en la Fundación Alternativas.