Joan Laporta y Leo Messi, una pantomima galáctica
La salida de Leo Messi del F.C. Barcelona ha sido la crónica de una muerte anunciada cuyo anuncio Laporta ha retrasado hasta el momento en que más le ha convenido hacerlo público.
Mientras los Juegos Olímpicos de Tokio estaban a punto de abandonar la escena deportiva, el presidente del F.C. Barcelona concluyó una representación que ha durado meses. Los transcurridos hasta ayer desde que Joan Laporta prometiera en su campaña lo que era consciente que no estaba en sus manos: renovar a Leo Messi.
Como un político en tránsito electoral (primero) y como un gobernante en el desempeño de su función (más tarde), el presidente Laporta ha ocultado la carta que le interesaba, mostrando con la habilidad de un trilero la que su interés pretendía que vislumbráramos.
En realidad, la pésima gestión económica del anterior responsable del club azulgrana, Josep Maria Bartomeu, le ahorraba cualquier decisión en este asunto. No había dinero ni siquiera para proponer una oferta digna al argentino. La marcha era segura, inevitable. Pero había que distraer al socio azulgrana hasta el momento de anunciar la decisión traumática. Y, por supuesto, arrojar la responsabilidad en hombros e instituciones ajenas. Nadie quiere ser el presidente que no renovó a Messi.
La representación enseguida se puso en marcha, apenas Laporta ganó las elecciones. Tantas veces se le preguntó o tuvo ocasión de hablar, tantas veces manifestó que su prioridad era la renovación del astro. Durante meses exhibió su optimismo y hasta su esperanza onírica. En un alarde espectacular para ocultar el proscenio, incluso se anunció un acuerdo inminente tras la búsqueda de numerosas fórmulas magistrales para cuadrar el Excel.
El silencio de Messi delata su complicidad con una situación que, de otro modo, habría resultado muy perjudicial para el jugador
No importaba la imposibilidad de encajar los números culés con la normativa de la Liga. Daba la impresión de que la voluntad azulgrana superaría a la realidad y el dogma a las matemáticas. Tampoco parecían reparar en las reglas ni las cifras, así que los seguidores azulgranas seguían esperando la vuelta del ídolo.
Pero el juego tenía truco. Laporta, con el consentimiento de Messi, actuaba por un futuro sin él. No importaba lo que ocurriera en público, el análisis de lo que se cocía entre bambalinas indicaba lo contrario: fichajes de jugadores ofensivos, rumores lanzados de ventas frustradas para compensar el gasto en límite salarial, contratos largos en vigor imposibles de rescindir…
Por supuesto, siempre que hay un juego en este sentido, el que consiente obtiene un obsequio que se mantiene oculto, y, que, a veces, el tiempo nos desvela. El silencio de Messi delata su complicidad con una situación que, de otro modo, habría resultado muy perjudicial para el jugador: tenerle fuera del mercado, entretenido, durante unos cuantos meses.
Los actores de la ficción con los guionistas ocultos han representado su papel de forma convincente. Laporta con su encanto mediterráneo engalanado por los éxitos. Y Messi, siendo Messi. Con refugiarse en su burbuja le basta.
No importaba que la normativa estuviera aprobada y en funcionamiento por acuerdo de los clubs. La culpa personalizada es más efectiva
Una vez elaborada la trama, había que consolidar a quién echarles el muerto. Uno estaba claro: Bartomeu. El otro, la Liga de Fútbol Profesional. O sea, quien la dirige, Javier Tebas. No importaba que la normativa estuviera aprobada y en funcionamiento por acuerdo de los clubs. La culpa personalizada es más efectiva. El chivo expiatorio es un personaje presente entre los sapiens antes de que los ritos religiosos lo elevaran a los altares.
Para hacerlo más efectivo, para echar más leña a la pira, Laporta ha rechazado con vehemencia una eventual solución de última hora. El acuerdo de la Liga con el fondo americano CVC junto a la hipoteca de los derechos de televisión por un periodo de 50 años, algo inaceptable.
Señoras y señores, la representación ha terminado. Un relato picaresco, un truco político-trilero, una pantomima de nuestros tiempos, tan habitual como tantas veces innecesaria. Laporta ha venido a decir en su rueda de prensa de este viernes que es imposible la renovación de Messi porque no le cuadra un Excel. El mismo que no le cuadraba hace cinco meses.
*** José Luis Llorente es profesor de Derecho, expresidente del sindicato de jugadores ABP y exjugador del Real Madrid de baloncesto.