Ha estallado una competición geopolítica entre Estados Unidos y China. No es una sorpresa: allí donde el poder emergente número uno (China) parece a punto de superar al poder establecido número uno (Estados Unidos), nace una nueva disputa entre los dos. Lo explico en mi libro Has China Won?
La elección de Joe Biden en noviembre de 2020 podría haber detenido esta batalla. Biden será, con total seguridad, más amable y educado que Donald Trump cuando hable de China. Ya no se volverá a hacer política a fuerza de tuits y de berrinches temperamentales.
Pero Biden no puede detener esta competición geopolítica entre China y Estados Unidos porque el consenso en el establishment de Washington es rocoso: Estados Unidos debe frenar el ascenso de China.
Si alguien albergaba todavía alguna duda de que ha estallado una nueva competición entre ambas potencias, esta habrá quedado despejada a la vista de los amargos reproches que ambos bandos se dirigieron en Anchorage (Alaska) en marzo de 2021.
El corazón de Europa está con los Estados Unidos. Durante la Guerra Fría con la URSS hubo una sintonía total entre corazón y cabeza en Europa
Esta batalla va a generar dilemas estratégicos en otros países y regiones. Europa, por ejemplo, va a verse desgarrada entre lo que le pide su cabeza y lo que le exige su corazón.
El corazón de Europa está claramente con los Estados Unidos. Durante la Guerra Fría con la Unión Soviética, por ejemplo, hubo una sintonía total entre corazón y cabeza en Europa.
Durante la Guerra Fría, Europa se convirtió en una aliada leal y entusiasta de los Estados Unidos porque el continente sufría la amenaza de los tanques y los misiles soviéticos emplazados en sus fronteras. En aquel momento, la confianza mutua entre políticos europeos y americanos era alta, así como su cooperación estratégica, dados los vínculos culturales existentes entre ambos.
Por aquel entonces fue de gran ayuda el hecho de que América, Australia y Europa tienen raíces en una cultura judeocristiana y grecorromana común. Y la afinidad cultural importa.
La probabilidad de que Europa se vea desbordada por la llegada de millones de inmigrantes procedentes de África es muy real
Pero no habrá convergencia de corazón y cabeza cuando Europa tenga que decidir entre China y Estados Unidos. El corazón de Europa estará con los Estados Unidos. Pero cuando Europa piense con la cabeza en los grandes desafíos geopolíticos, descubrirá que la palabra geopolítica está formada a su vez por dos palabras distintas: geografía y política. Y aquí, la geografía es clave.
Europa sufre una maldición: su desafortunada geografía. Europa no se verá amenazada durante el siglo XXI por los tanques y los misiles rusos. La probabilidad de una guerra con Rusia es prácticamente cero (aunque sí podrían estallar pequeñas guerras subsidiarias en territorios como la antigua Yugoslavia o Ucrania).
Pero la probabilidad de que Europa se vea desbordada por la llegada de millones de inmigrantes procedentes de África es muy real. Hay un dato demográfico que demuestra cuál es la mayor amenaza geopolítica a la que se enfrenta la Unión Europea.
En 1950, la población europea (379 millones) era casi el doble que la de África (229 millones). Hoy, la población africana (1.200 millones en 2015) es el doble que la de todos los países europeos (513 millones en 2018). En 2100, la población africana será diez veces superior a la europea: 4.500 millones de africanos frente a 493 millones de europeos.
Durante los años 2015 a 2017 se produjo un incremento en la llegada a Europa de inmigrantes procedentes de África y del Medio Oriente. El impacto en la política europea fue brutal. Tras varias décadas de predominio en Europa de los partidos moderados centristas (de derechas y de izquierdas), el continente vio crecer el apoyo a los partidos populistas extremistas. Algunos de ellos incluso entraron en el Gobierno en países como Austria, Hungría, Polonia, Italia y Estonia.
Si las condiciones económicas y políticas en África no mejoran durante este siglo XXI, Europa verá a decenas, si no a cientos de millones de africanos, llamar a sus puertas en búsqueda de una mejor vida. No hace falta ser un genio para darse cuenta de que este incremento de la inmigración cambiará de forma drástica la textura política y social europea. También provocará resentimiento en un cuerpo social que no está habituado a este tipo de cambios demográficos brutales.
Dados los retos de esta situación, si los europeos quieren dar respuesta prioritaria a sus desafíos existenciales (que se derivan de su geografía), deberían centrarse en el desarrollo económico y social de África. Y el mejor socio con el que puede trabajar Europa para conseguir ese desarrollo es China. De hecho, China es ya el principal socio económico de África, como demuestra este gráfico.
Si Europa quiere proteger sus intereses a largo plazo, debería hacer del desarrollo de África, en asociación con China, una prioridad inmediata. El país que atrae al mayor número de líderes africanos a sus cumbres es China. Y lo más sensato que podrían hacer los líderes europeos es sumarse a la próxima cumbre de alto nivel que se celebrará en Pekín entre líderes africanos y chinos.
La presencia masiva de los líderes europeos en esa cumbre mandaría un poderoso mensaje a los mercados. También podría catalizar una poderosa ola de inversiones en África. Con el tiempo, y con una economía africana fuerte, habría menos incentivos para una emigración masiva africana hacia Europa.
Sólo hay un obstáculo para que Europa haga esto: la oposición de Estados Unidos. Y sólo hay que ver cómo los americanos están intentando convencer otros países para que no participen en el BRI chino [Belt Road Initiative, la Iniciativa de la Franja y la Ruta o Nueva Ruta de la seda], una de las mayores fuentes de inversión chinas en el continente africano.
El auge de China no es una amenaza para Europa. Al contrario, podría ayudar a mejorar su seguridad si promueve el desarrollo africano
La presión americana sobre sus aliados europeos se incrementará con total seguridad si las naciones europeas deciden trabajar junto a China en el futuro de África. Pero es poco inteligente por parte de Estados Unidos pedir a los europeos que ignoren sus amenazas existenciales a largo plazo.
El auge de China no supone una amenaza para Europa. Al contrario, podría ayudar a mejorar la seguridad a largo plazo de Europa si China promueve el desarrollo africano. Por profundas razones políticas e históricas, Europa no puede ignorar los deseos de Estados Unidos. De ahí que cuando Estados Unidos impuso sanciones a algunos altos cargos chinos por sus acciones en Xinjiang, la Unión Europea se sumó a ellas en marzo de 2021. Y China respondió.
Pero estas sanciones no evitarán que China se convierta en un socio comercial de Europa mucho mayor que los Estados Unidos.
Este análisis demuestra claramente el principal dilema estratégico que debe afrontar Europa durante las próximas décadas: obedecer lo que le dicta su corazón y adherirse a los Estados Unidos, u obedecer lo que le dice su cabeza y trabajar junto a China para desarrollar África y evitar futuras oleadas de inmigrantes africanos.
Afortunadamente, existe una salida al atolladero. América podría mantener sus fuertes vínculos culturales y políticos con Europa, pero también permitirle al mismo tiempo cooperar económicamente con China en el desarrollo de África. Y, de hecho, la posibilidad de una cooperación estrecha con China que produjera una situación de win-win para ambos fue defendida una vez por un alto cargo de la Administración americana, Robert Zoellick.
Zoellick dijo: “Debemos empujar a China para que se convierta en un actor responsable del sistema internacional, en el contexto de un marco general en el que las partes reconozcan su interés en mantener un sistema político, económico y de seguridad que produzca beneficios mutuos”.
A pesar de que Estados Unidos está separado de África por un océano enorme (el Atlántico), el hecho evidente es que ahora vivimos en una pequeña aldea global interdependiente. La rápida propagación de la Covid-19 por todos los rincones del planeta, así como la amenaza creciente del cambio climático, demuestran que la humanidad afronta desafíos comunes globales.
A pesar de sus avanzadas sociedades y de sus excelentes sistemas de salud, muchos países europeos han luchado contra una tercera ola de la Covid. En estas circunstancias, Europa poco puede hacer para ayudar a los países africanos más pobres. La capacidad de China para exportar enormes cantidades de vacunas a los países africanos ha ayudado a estabilizar la epidemia en el jardín trasero de Europa. La Covid-19 nos ha recordado, además, que para lidiar con los desafíos comunes globales, toda la humanidad, incluida la creciente población africana, debe subir a bordo.
Y por eso una alianza de China y de Europa que ayudara al desarrollo de África llevaría a que el continente africano colaborara más eficazmente con los Estados Unidos en los mencionados desafíos globales.
Debemos abandonar la mentalidad de juego de suma cero de la geopolítica del siglo XIX y unirnos globalmente para afrontar los desafíos del siglo XXI. Una alianza de Europa y China sería un paso en la dirección correcta.
*** Kishore Mahbubani es un politólogo, diplomático y escritor singapurense, expresidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias. Este artículo fue publicado originalmente en la página web de Kishore Mahbubani.