El sesgo gamma: ¿por qué no vemos a los hombres como víctimas?
El sesgo gamma maximiza las diferencias de género que perjudican a las mujeres, pero minimiza las que perjudican a los hombres: fracaso escolar masculino, profesiones peligrosas…
La tendencia a exagerar la importancia de las cosas, o a menospreciarla, es un sesgo común de la psicología humana. En relación con el género, se habla de un sesgo alpha, que tiende a maximizar las diferencias de género, y de otro beta, que las minimiza.
Martin Seager y John Barry, a la cabeza de un nuevo enfoque de psicología masculina, sugieren una etiqueta para la hipotética distorsión cognitiva que combina ambas tendencias: el sesgo gamma. Este tiene lugar cuando se maximizan las diferencias de género que perjudican a las mujeres (la brecha salarial, el techo de cristal, etcétera), pero se minimizan las que perjudican a los hombres (fracaso escolar masculino, profesiones peligrosas, etcétera).
El sesgo gamma condiciona especialmente la percepción social de quien perpetra o es víctima de algún daño, y estaría influido por lo que Tania Reynolds denomina “tipificación moral” vinculada al género, o el hecho de que estereotípicamente tendemos a asociar a las víctimas con lo femenino, y a los perpetradores con lo masculino.
Esto no carece de sentido, habida cuenta de que los hombres cometen de hecho una mayoría de los delitos y las agresiones (globalmente, el 95% de los convictos por homicidio son hombres, y el 75% de las víctimas).
Pero en algunos dominios, como la violencia doméstica e íntima de pareja, las diferencias entre hombres y mujeres no resultan tan pronunciadas como predicen los sesgos naturales, denotan algunos discursos públicos y asumen ciertos modelos de intervención.
El trabajo de Joaquim Soares presentado en el Parlamento Europeo en 2018, basado en la revisión de 153 encuestas internacionales, por ejemplo, halla sólo “pequeñas diferencias relativas en la victimización de hombres y mujeres” a lo largo de todo el mundo, y señala “la necesidad urgente de modificar las aproximaciones de prevención y tratamiento para incluir a las víctimas masculinas y admitir la simetría en la violencia íntima de la pareja”.
La misma simetría se encuentra en dominios específicos del abuso doméstico como el control coactivo de la pareja, similar para hombres y mujeres en una muestra actual de seis ciudades europeas analizada por Nicola Graham-Kevan y Deborah Powney: el 20% de las parejas experimentan formas de control mutuo. En el 22% de los casos el perpetrador es el hombre, y en el 23%, la mujer. Estas conductas tienen un impacto negativo en la salud de las personas independientemente del sexo. En el caso de los hombres encuestados, ocho de cada diez muestran signos de estrés postraumático, y casi la mitad exhiben índices de sufrimiento compatibles con la supresión del sistema inmunológico.
Pasando de las encuestas de los investigadores a los registros oficiales, el porcentaje de víctimas masculinas es ciertamente inferior a las femeninas, sin dejar de ser significativo. Según el resumen presentado por Mark Brooks (Mankind Initiative) en un reciente seminario en línea, en el Reino Unido, a lo largo de un periodo de tres años, más de un millón y medio de mujeres son víctimas de algún abuso doméstico, mientras que el número de hombres víctimas pasa de 750.000.
Las víctimas masculinas también están representadas en matrimonios forzosos, acoso y revancha sexual
Al menos una de cada tres víctimas de abuso doméstico son hombres, según datos oficiales. Entre 2016 y 2019 se registran 138 muertes de hombres a manos de sus parejas o exparejas, una cifra inferior a las casi 500 mujeres asesinadas, pero difícil de ignorar. Las víctimas masculinas también están representadas en matrimonios forzosos (una de cada cinco), acoso (una de cada cuatro) y revancha sexual (una de cada cuatro).
La discrepancia entre la evidencia de las encuestas internacionales y los registros administrativos quizás tenga que ver con que los hombres son más reacios a contar a otros que son víctimas y con que tienden a informar menos a la policía. Sólo una de cada veinte personas que terminan siendo atendidas por los servicios públicos son hombres (en el Reino Unido).
Una variedad de factores cognitivos, sociales y políticos contribuyen en la perpetuación del sesgo gamma en la violencia familiar, incluyendo falta de curiosidad o libertad académica, desinterés de los servicios sociales y la persistente percepción, reforzada en las narrativas de políticas públicas, del abuso doméstico como una “violencia de género” sin víctimas masculinas.
*** Eduardo Zugasti es filósofo.