La verdad sobre la 'violencia obstétrica'
Definir los posibles casos puntuales de mala praxis durante el parto como violencia ejercida de manera intencionada contra las mujeres pone el foco de la sospecha sobre los profesionales sanitarios, los criminaliza y los distancia de sus pacientes.
La violencia, en cualquiera de sus expresiones, es enemiga de la humanidad y no cabe en nuestra sociedad. Los médicos, además, somos aliados de nuestros pacientes, a los que procuramos siempre la mejor atención posible.
Ante el uso creciente del concepto de violencia obstétrica para definir las prácticas profesionales en la asistencia al embarazo, parto y posparto en nuestro país, desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España pedimos extremar la prudencia para no generar alarmas sociales innecesarias derivadas de la utilización de unos términos que no reflejan la realidad de los hospitales españoles.
Más que las palabras, son los datos los que demuestran el compromiso de los profesionales implicados en la atención a la mujer embarazada para adaptarse a los avances científicos y a los cambios en torno a la maternidad.
En España, la tasa de mortalidad materna (muerte de la madre durante el embarazo o dentro de los 42 días siguientes a la finalización del mismo) ha ido en descenso desde comienzos del siglo XX. Hace 35 años, esta tasa era, en España, 15 veces más alta que en la actualidad. Son cifras recogidas en el documento sobre mortalidad materna en España elaborado por profesionales de los hospitales universitarios La Paz y Puerta de Hierro, de Madrid.
"La tasa de mortalidad perinatal ha caído desde las 14 muertes por cada 1.000 nacimientos registradas en el año 1980 hasta las cuatro muertes por cada 1.000 nacimientos del año 2020"
La mejora en estos indicadores de salud no es casualidad ni cuestión de suerte. Es producto de las mejoras asistenciales que se han implantado gracias a la evolución de la evidencia científica, el desarrollo tecnológico y, sobre todo, el perfeccionamiento en la formación de los estudiantes, los programas de formación de residentes y la formación continuada que los médicos desarrollamos a lo largo de nuestra trayectoria profesional.
Por otra parte, y según datos del Instituto Nacional de Estadística, la tasa de mortalidad perinatal (fallecimiento del bebé entre la semana 22 de gestación y los siete primeros días de vida por diversas causas y factores) ha caído desde las 14 muertes por cada 1.000 nacimientos registradas en el año 1980 hasta las cuatro muertes por cada 1.000 nacimientos del año 2020.
La evolución positiva de todos estos indicadores sería hoy sólo un objetivo al que llegar, y no una realidad conseguida, de no ser por la férrea responsabilidad de los especialistas en la calidad de la asistencia a la mujer embarazada y sus continuos esfuerzos de mejora de sus conocimientos y habilidades.
Por ello, vigilantes en la atención ginecológica para evitar tratos deshumanizados o medicalizaciones injustificadas, es preciso que insistamos en que esos casos de posible mala praxis son casos aislados y no describen el ejercicio habitual en la atención al embarazo, parto y posparto en nuestro país.
También es imprescindible que expliquemos que, en ocasiones, las expectativas en salud no cumplidas no implican necesariamente una praxis inadecuada, sino que responden al transcurso natural de procesos críticos para los que la medicina no siempre tiene todas las soluciones.
"Desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos continuaremos velando por el cumplimiento del Código Deontológico para que cualquier acto médico responda a criterios éticos y de humanidad"
Generalizar el intervencionismo inapropiado y asimilarlo a la violencia ejercida de manera intencionada y despreciable contra las mujeres, lejos de servir para visibilizar los casos de mala praxis, pone el foco de la sospecha sobre una profesión a la que se criminaliza y a la que se distancia de sus pacientes, deteriorando la necesaria confianza y creando una triste brecha entre el médico y la sociedad.
Comprendiendo y lamentando profundamente las experiencias desagradables que muchas mujeres han tenido que vivir, nuestra intención como Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos no es amparar una inadecuada práctica clínica si la hubiera, sino eliminar las dudas sobre el buen ejercicio de la medicina en nuestro país y posicionar al médico en el lugar que le corresponde: del lado de su paciente, proporcionándole su conocimiento, su experiencia y las mejores decisiones clínicas en cada caso.
Por nuestra parte, desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos continuaremos velando por el cumplimiento del Código Deontológico para que cualquier acto médico responda a criterios éticos y de humanidad, priorizando el bienestar de los pacientes por encima de cualquier otro interés.
Igualmente, los médicos recordamos a las Administraciones que las organizaciones profesionales estamos dispuestas a colaborar y participar en todas las iniciativas dirigidas a mejorar la asistencia sanitaria a las mujeres, siempre desde el conocimiento científico y la experiencia profesional, creando puentes en lugar de abismos en el sistema sanitario.
*** Tomás Cobo Castro es el presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos.