Estos serán los puntos calientes de Oriente Medio en 2022
En 2022, los principales frentes abiertos en Oriente Medio seguirán siendo aquellos en los que Irán, el gran elemento desestabilizador regional, continúa actuando con impunidad. Pero las alianzas de Israel con varios países árabes invitan al optimismo.
El planeta es cada vez más impredecible y pronosticar qué va a suceder en Oriente Próximo durante 2022 se antoja una tarea complicada y, quizá, estéril. Desde hace décadas, los conflictos que tienen lugar en esta parte del mundo producen una onda expansiva global imposible de resumir en un titular.
Todo parece indicar que las guerras civiles que asolan actualmente Oriente Próximo están lejos de su final. Entre otras razones, debido a la participación en algunos de ellos de actores externos.
Es el caso de Siria, donde Rusia, Turquía e Irán se han convertido en protagonistas y beneficiarios de la contienda. Tendrán que pasar muchos años hasta que el país gobernado desde hace dos décadas por Bashar al-Ásad haga una transición pacífica a una nación más democrática, inclusiva y desmilitarizada.
En la guerra de Yemen, donde Irán también parece ser parte activa, tampoco parece que los bandos enfrentados vayan a alcanzar un acuerdo en 2022.
Países que habían llegado a una situación de relativa calma posterior a la guerra civil, como es el caso de Líbano, corren en 2022 el riesgo de volver a la confrontación interna. Entre otros motivos, por la carestía de bienes básicos y la creciente inestabilidad política.
"Irán, más interesado en intervenir en guerras civiles que jueguen a su favor que en el fin de los conflictos que lastran la región, se erige como el elemento desestabilizador por excelencia"
Es un hecho que, a consecuencia de la explosión de 2020 en el puerto de Beirut de un arsenal de nitrato de amonio precariamente almacenado por la milicia proiraní Hezbolá, explosión que mató a más de 200 personas, las disputas políticas y la crisis económica no han hecho más que acentuarse. El futuro es incierto. De nuevo, Irán, más interesado en intervenir en guerras civiles que jueguen a su favor que en el fin de los conflictos que lastran la región, se erige como el elemento desestabilizador por excelencia.
Pero Irán no atraviesa tampoco un buen momento. Tras la reciente victoria electoral del clérigo radical Ebrahim Raisi, apoyado por el ayatolá Ali Khamenei y la Guardia Revolucionaria en las elecciones con el menor índice de participación desde la instauración del régimen autocrático islámico en 1979, el país está inmerso en una profunda crisis económica difícil de revertir.
La única salida factible para mejorar la situación de Irán sería conseguir el levantamiento de las sanciones económicas que pesan sobre el país. Sanciones impuestas por su negativa a informar sobre su proceso de enriquecimiento de uranio y la posible tenencia de armas atómicas. Una amenaza mundial que afecta especialmente a Israel.
El alivio de estas sanciones depende, en gran medida, de las negociaciones sobre el pacto nuclear. Negociaciones que se estancaron en Viena debido, principalmente, a la postura del ayatolá Khamenei, que parece inamovible a corto plazo.
"Los Acuerdos de Abraham ya han sido fructíferos en 2021, sobre todo en las áreas de seguridad digital, transferencia de tecnología y defensa"
A este escenario hay que sumar las huelgas y protestas que se han sucedido durante 2021 y que podrían recrudecerse en los próximos meses. Esas huelgas son indicadores claros del descontento de la sociedad iraní con sus líderes.
En Israel, el nuevo Gobierno de Naftali Bennett y Yair Lapid, que relevó al de Netanyahu, ha dibujado un panorama político diferente tanto en el ámbito interno como externo, con nuevas alianzas con países árabes como Emiratos Árabes Unidos, Marruecos, Baréin y Sudán.
Dichas alianzas invitan a pensar que en 2022 habrá una mayor cooperación entre estas naciones. Más si tenemos en cuenta que los Acuerdos de Abraham ya han sido fructíferos en 2021, sobre todo en las áreas de seguridad digital, transferencia de tecnología y defensa.
Estas relaciones renovadas tienen vocación de futuro y están creando un frente de intereses comunes contra los fundamentalismos que atenazan el progreso de la región.
*** Leah Soibel es CEO de Fuente Latina.