Santiago Abascal, el Día de la Fiesta Nacional.

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LA TRIBUNA

Tres razones por las que el PP podría pactar con Vox

¿Por qué las "almas bellas" han cedido a Vox la defensa de cuestiones como la batalla contra la ideología de género, la recuperación de competencias en Educación y Sanidad por parte del Estado o la defensa de la unidad de la Nación? 

6 febrero, 2022 01:53

Con Vox se está produciendo un fenómeno muy curioso. Personas unánimemente reconocidas por su moderación y sensatez se ven escoradas hacia formas más o menos explícitas de incondicionalismo. El incondicionalismo es casi siempre una prueba de que nos encontramos ante posiciones que obedecen, no a un análisis ponderado de una determinada realidad, sino a un cuerpo de creencias puramente ideológicas. O, dicho de otra forma, a una proyección de fantasmas personales que salen a bailar.

Macarena Olona, de Vox.

Macarena Olona, de Vox.

Hace unos días, Arcadi Espada escribía un artículo en el que, a cuenta de sus discrepancias en este asunto con Federico Jiménez Losantos, planteaba una posición cada vez más común entre los representantes de la tercera España (entre los que, por otra parte, me gusta contarme). A VOX, ni agua.

Ni un solo pacto, ni un mero acuerdo puntual para gobernar ni, muchos menos, ningún gobierno.

Desde luego, no voy a ser yo quien salga a defender a este partido, que cuenta entre sus postulados algunos tan vergonzosos como esos que, con razón, critica Arcadi Espada: "Un partido que hace depender del origen el ejercicio de derechos fundamentales. Un partido que confunde el nasciturus con el ciudadano. Un partido al que van a votar todos los antivacunas que no voten a Podemos". 

Dejo a un lado la acusación de que esta formación aspiraría a disolver el sistema de las autonomías (lo que es cierto), lo que supondría acabar con el régimen del 78 (sic).

En mi opinión, este es un tema del que se debe hablar y que, en ningún caso, puede constar a la hora de asignar a un partido político posiciones ultraderechistas. A menos que quisiéramos considerar como tal al mismísimo Robespierre.

Ahora bien. Una cosa es encontrarse muy alejado ideológicamente de las posiciones que sostiene Vox y otra cosa muy diferente es proyectar de dicha formación una imagen puramente unilateral. Ello es un error por dos razones fundamentales. En primer lugar, porque nos impide comprender el fenómeno en su intrínseca complejidad. Y, en segundo, porque a partir de ahí todas las conclusiones que se saquen estarán seriamente distorsionadas.

"A un partido que defiende un programa político ultramontano se le ha cedido, con una irresponsabilidad y torpeza perfectamente incomprensibles, el monopolio de algunos de los principios que debería enarbolar todo demócrata"

En mi opinión, el error fundamental en la diatriba de Espada se encuentra en su tesis principal. Según esta, a Vox se le votaría por los postulados anteriormente apuntados. Es decir, por sus principios más extremos y su programa de máximos, puesto que si se quisiera votarle por un programa de mínimos, para ello ya estaría el PP.

Bien. No es posible negar que un número difícilmente cuantificable de votantes de Vox se decanta por esta formación en virtud de muchos de estos extremismos fáciles. Es más, también por otros que no aparecen en las listas.

Pero tampoco es descartable que muchos de sus votantes potenciales lo hagan, precisamente, a pesar de ellos. Tal vez el propio Losantos podría constar en este apartado. ¿Está Losantos en contra de que se regule la posibilidad de abortar? Me temo que no. ¿Cree que hay que discriminar a los ciudadanos en función de su origen? No lo creo. ¿Ha asumido con respecto a las vacunas posiciones similares a las del negacionismo? Es obvio que se ha convertido en un objetivo de ellos.

Nos encontramos frente a una de las grandes paradojas de la política de nuestro país. A un partido que defiende, tal y como denuncian muchos moderados, un programa político no ya conservador, sino directamente ultramontano, se le ha cedido, con una irresponsabilidad y torpeza perfectamente incomprensibles, el monopolio de algunos de los principios que debería enarbolar todo demócrata.

Me refiero, por supuesto, a cuestiones tales como la batalla contra la ideología de género, la recuperación de competencias en Educación o Sanidad por parte del Estado o la defensa desacomplejada de la unidad de la Nación.

Puede alegarse, por supuesto, que para los populares sería letal a efectos estratégicos levantar la bandera de estos principios, ya que ello significaría dejar un flanco abierto a la eficacísima maquinaria propagandística de la izquierda.

"Por supuesto, lo ideal sería la conformación de gobiernos que, como ha ocurrido en Madrid, apenas dependan de este partido. Pero si hemos de ser realistas, ese escenario parece inalcanzable en términos nacionales"

Y tal vez sea verdad. Pero tampoco es posible negar que es por este flanco por el que se le escapan al PP un enorme número de votos que jamás recalarían en Vox, pero que consideran perentorio acabar de una vez con una deriva que significa una amenaza evidente, no ya para la salud del sistema democrático, sino para la pervivencia de la propia Nación.

Pero, entonces, ¿hay o no hay que pactar con Vox? That's the question.

La intelligentsia virginal se niega por principios y sus razones son poderosas. Cualquiera que someta a un somero escrutinio el programa electoral de esta fuerza política encontrará poco más que una expresión de la carcundia más casposa.

Por supuesto, lo ideal sería la conformación de gobiernos que, como ha ocurrido en Madrid, apenas dependan de este partido. Pero si hemos de ser realistas, ese escenario parece inalcanzable en términos nacionales. Máxime con un partido como el PP, que cuenta con unos dirigentes que no suscitan entusiasmo. ¿Qué hacer, entonces?

En mi opinión, no debería haber problema en llegar a acuerdos, de uno u otro tipo, con Vox. Y ello por tres razones.

"Si la capacidad de Vox para aplicar su programa de máximos es prácticamente nula, sí podría, en cambio, empujar al PP a vencer sus miedos ancestrales a la hora de enfrentarse a las inercias ideológicas del identitarismo de izquierdas" 

En primer lugar, porque en caso de que el PP no alcanzara una mayoría suficiente, Vox sería la única posibilidad de revertir un proceso de manifiesta decadencia que afecta a todas y cada una de las instancias del Estado. Hablamos de la ominosa degradación de la educación pública. Hablamos de la impunidad de facto con la que actúan las fuerzas centrífugas. Hablamos de la progresiva okupación ideológica de las instituciones. Hablamos de deuda pública, hablamos de paro, hablamos de una irrelevancia internacional a la altura de las etapas más ominosas de nuestra historia.

La segunda razón la aporta el propio Arcadi Espada. Si Vox es, como afirma (y yo también lo creo), un partido que "en ninguno de esos casos podrá hacer de Vox; Vox es en potencia, o sea, en impotencia", ¿cuál sería el problema de contar con sus apoyos y evitar así que nos gobierne la actual izquierda reaccionaria y sus patibularias excrecencias?

El último motivo es de índole práctica. Si la capacidad de Vox para aplicar su programa de máximos es prácticamente nula, sí podría, en cambio, empujar al PP a vencer sus miedos ancestrales a la hora de enfrentarse a las inercias ideológicas del identitarismo de izquierdas.

En este último aspecto, las alianzas con Vox no sólo serían aceptables, sino incluso deseables. Frente a esto, la oposición a cualquier pacto que los partidarios del incondicionalismo defienden se alza como la tendencia una vez más a ese estado de dulce melancolía que tanto gusta a las almas bellas.

*** Manuel Ruiz Zamora es filósofo.

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