Qué sistema tienen nuestros amigos franceses para escoger a su presidente. Consiste en una primera vuelta, donde se presentan varios candidatos, y de ahí nace una criba para que queden sólo dos opciones. Esto fue lo que pasó el pasado 10 de abril. Los dos que quedaron fueron el actual presidente, Emmanuel Macron, y por muy poco, pero ahí está, la nacionalista Marine Le Pen.
En otros tiempos, el Elíseo se disputaba entre conservadores y socialdemócratas. Pero esto ha cambiado. Porque Macron representa a un partido creado en 2015, taimado, liberal, proeuropeo y progresista llamado En Marche. Es tan personalista este partido que, si te fijas, comparte iniciales con su candidato y fundador. Y porque Le Pen abandera una formación reaccionaria, antieuropea, anti-OTAN, simpatizante de Putin, con un programa cargadísimo de políticas sociales y aislacionista. A menudo lo comparan con Vox. Pero, en realidad, se da un aire a la Falange.
Como sea, parece evidente que los franceses no eligen simplemente entre dos aspirantes. Eligen también entre dos modelos políticos antagónicos, eligen entre continuidad y rupturismo, y las consecuencias de que triunfe un bando u otro pueden ser enormes.
Y no sólo para Francia. Por esta razón, hoy me acompaña Guillermo Íñiguez, analista político y colaborador de la casa, para tratar de responder una pregunta inquietante: ¿qué se juegan España y la Unión Europea el próximo 24 de abril?
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