1. No hubo una explosión en Transnistria, sino tres en 24 horas. Los sucesos incumben a dos antenas de repetición construidas durante los tiempos de la Unión Soviética, suficientemente potentes para captar las señales procedentes de la Rusia europea, y una sede del autoproclamado Ministerio del Interior de la autoproclamada región independiente de Moldavia. Esta última explosión fue provocada con un disparo de lanzagranadas.
2. Nadie pasa por alto la relación de los sucesos, el origen compartido y la sutileza de los objetivos escogidos. Si el Kremlin no responde cuando atacan puestos de comunicaciones con Moscú y un edificio de la inteligencia prorrusa, todos ellos con una carga simbólica incuestionable, ¿cuándo va a hacerlo?
3. La preocupación y la duda se comprenden mejor con unas píldoras de contexto. Cuando la Unión Soviética colapsó en 1991, la capitalina Chisináu rompió políticamente los lazos con Moscú. Pero Transnistria declaró su independencia y alimentó una guerra brevísima y sangrienta (1.500 muertos en 142 días) que, ya se ve, deja a la vista heridas abiertas treinta años después.
4. Desde entonces el Kremlin mantiene sus dominios en el país. No sólo suministrando el 100% del gas que llega a Moldavia. No sólo obligando a que pase por la zona controlada de Transnistria. No sólo proyectando su propaganda a través de la Iglesia ortodoxa, los medios de comunicación y la mitad del parlamento.
5. Hay otro detalle. Como me dijo el embajador moldavo en España, Eugen Revenco, ¿quién puede dormir tranquilo con 2.000 tropas enemigas y el mayor almacén extranjero de armamento ruso en casa?
6. Pero, a decir verdad, ni por esas Moscú es capaz de retener a los moldavos en su esfera. Moldavia, como Georgia y Ucrania ahora, como Polonia o los bálticos antes, camina inevitablemente hacia la libertad, la democracia y el progreso. Es decir, hacia Occidente. El cambio sociológico se detecta con facilidad en los jóvenes del país y en los resultados de las urnas: la liberal Maia Sandu derrotó al comunista Igor Dodon en las elecciones de 2020 con sus promesas de modernización y sus esfuerzos para ingresar en la Unión Europea. Nada de esto le es ajeno a Vladímir Putin.
7. Desde el pasado 24 de febrero, la guerra de Ucrania ha ocupado a Moldavia con la llegada masiva de refugiados, empujando a la pequeña república al borde del colapso. Porque a la precarísima economía, las profundas heridas de la pandemia, la interminable temporada de sequía, la voladura de las rutas comerciales y las zancadillas habituales de Moscú se sumó un incremento del 5% al 10% de la población (la mitad de ellos, niños), con el dilema aparejado de qué hacer con ellos: ¿cómo escolarizarlos, con el agravante de la barrera del idioma, cuando a duras penas se cubren las necesidades de los niños moldavos?
8. Pero los temores aparcados de ser la próxima parada de Putin ya están sobre el terreno. Hace un mes eran un motivo para la angustia. Muchos moldavos salieron del país, preventivamente, y otros tantos dejaron las maletas listas para escapar en cualquier momento, como conté en un reportaje desde Chisináu. “¿Cómo no vamos a estar asustados?”, me dijo un político moldavo. “¿Qué harías tú si las bombas cayeran a 100 kilómetros de casa?”.
9. Ahora los argumentos no están para entregarse a la angustia, sino al pánico. Los moldavos tiemblan con los episodios de Transnistria, los rumores de bombardeos, los avisos de atentados y las estudiadas maniobras de confusión del Kremlin. Los moldavos tiemblan porque saben entre poco y nada. Pero las pistas que llegan desde Rusia y Ucrania, con Moldavia cerca de sumarse a la ecuación, conducen irremediablemente al pesimismo.
10. Quienes tienen la experiencia cercana de Rusia siendo Rusia recuerdan sin necesidad de post-its en la nevera que si el Kremlin sostiene que no hay nada de lo que preocuparse, más vale que te prepares.
11. Un militar ruso de alto rango anunció el pasado fin de semana la intención de crear un corredor para articular Transnistria y Odesa. Horas después, el Kremlin lo desmintió, avaló la integridad territorial de Moldavia y reconoció que no ve indicios de que la población rusófona en el país esté “amenazada”. Esto, traducido al castellano, implica el compromiso de no replicar los argumentos fabricados para intervenir en el Donbás y Crimea.
12. Tres días y tres sospechosos acontecimientos después, las agencias rusas han tildado las explosiones de “atentados terroristas”. La región separatista ha activado el código rojo de máxima alerta. Hay propagandistas del régimen, como War Gonzo, que ya se han desplazado a la zona. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, ha asegurado que seguirán “muy de cerca” los acontecimientos en Moldavia. El expresivo Leonid Kaláshnikov, representante de la Duma, ha sido muy claro: “Lo que está sucediendo en Transnistria es una provocación con el fin de arrastrar a Rusia más adentro en sus operaciones en la región”. Etcétera.
13. Las palabras de la pasada semana eran perturbadoras. ¿Acaso no prometieron Putin, Lavrov y Peskov que respetarían la integridad territorial de Ucrania? ¿Cuánto tiempo separó la mentira del hecho? ¿No fueron cinco días? Pero hasta el tipo más cándido comprende que las intervenciones de esta semana no dejan lugar a la ingenuidad. ¿Qué destino tiene preparado el Kremlin para Moldavia? ¿Aspira al sometimiento integral del país? ¿A la anexión de Transnistria? ¿A entorpecer el ingreso de Moldavia en la Unión? ¿A la desestabilización del Gobierno prooccidental?
14. ¿O está la inteligencia ucraniana en lo cierto? ¿Será que entra en los planes de Moscú ordenar un ataque balístico sobre Tiraspol, matar unos cuantos civiles rusófonos y culpar a Kiev para justificar el desplazamiento de las tropas transnistrias a Odesa, donde caen las bombas?
15. Durante meses, el Gobierno de Sandu ha fiado la disuasión a sus relaciones con Estados Unidos (el secretario de Estado, Antony Blinken, estuvo en Chisináu en marzo), la Unión Europea (varios líderes han visitado la capital: el jueves irá Pedro Sánchez) y Turquía; a la reivindicación de Moldavia como Estado neutral a ojos de Rusia; y a la confianza de que las dificultades en Ucrania espantaran las ideas de extender la guerra a Chisináu. Pero, a la luz de los eventos, hay dudas sólidas de que Moldavia resista mucho más tiempo al margen de la guerra de Ucrania.
16. A los aparentes atentados de falsa bandera y las declaraciones gubernamentales se unen las soflamas en hora punta de los propagandistas del régimen. Estrellas mediáticas como Vladímir Solovyov o Margarita Simonián llevan semanas celebrando la “desnazificación” de Ucrania en televisión y reclamando la ampliación sin demora de los ataques a otros territorios.
17. La presidenta Sandu reunió este martes al Consejo de Seguridad. Reconoció “la escalada de las tensiones” y atribuyó los ataques, sin dudas y sin pruebas, a fuerzas internas de Transnistria que pretenden avivar el caos en el país. O, lo que es lo mismo, señaló a Moscú. También prometió más vigilancia en las ciudades y en la frontera, pero no pidió ayuda a sus aliados. ¿Por qué?
18. Moldavia carece tanto del paraguas de la OTAN como de cualquier posibilidad material, económica o humana para la defensa territorial. Su ejército, mal equipado, está compuesto por 7.000 hombres. Parece inviable cualquier idea de resistencia ciertamente hercúlea contra los invasores rusos.
19. Lo adelantó Alberto D. Prieto en EL ESPAÑOL. España cuenta desde febrero con información del Pentágono sobre los planes de Putin para Moldavia. El tiempo, al parecer, le da una vez más la razón. ¿Cómo olvidar que Estados Unidos erró el día de inicio de la invasión por una sola semana? ¿Y a quienes atribuyeron el pronóstico a la provocación o al alarmismo?
20. Como me dijo la periodista e historiadora Anna Reid, los rusos nunca han aceptado el desmoronamiento de su imperio. Y puede que eso explique que el apoyo a Putin, con el beneficio innegable de la verdad prefabricada, sea superior ahora que 65 días atrás. En estas condiciones, y mientras pueda mantener la guerra, ¿por qué no prepararnos para lo peor? ¿Acaso no ha rebasado Putin, como añadió Reid, nuestras peores previsiones? ¿Qué nos hace conservar la esperanza de que con Moldavia, Polonia o los bálticos será distinto?
21. Es más. ¿Y si Rusia no se limita a la región del Dniéster? ¿Y si se lanza a una agresión a gran escala con parada en Chisináu? ¿No fue eso lo que ocurrió, con exactitud, en Ucrania? ¿Cómo reaccionará Rumanía, patria de la mayoría moldava, en cualquiera de los dos escenarios? ¿Cuántas ramificaciones puede soportar esta guerra concentrada hasta convertirse en una causa general?