Europa no tiene arsenal para defenderse en una gran guerra
El bloque occidental, que durante décadas ha reducido y descuidado la inversión en Seguridad y Defensa, está pobremente equipado para una guerra de alta intensidad.
Josep Borrell lo advirtió en septiembre. Los arsenales de los Estados europeos se han reducido considerablemente a medida que se entregaba a Ucrania armamento y munición para enfrentarse a la invasión rusa iniciada el 24 de febrero.
Y lo dice Borrell, que es el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, y que tiene acceso a información clasificada. No sólo de los Estados miembros de la Unión, sino también de otros países aliados.
Pero este no es un problema exclusivo de la UE. También se ha hecho pública información similar en la OTAN, en Reino Unido y en los Estados Unidos, donde existe el debate de cómo solventar una situación calificada si no de peligrosa, sí de preocupante.
En la OTAN, el secretario general de la organización, Jens Stoltenberg, ha mantenido recientemente una reunión con los aliados para analizar las fórmulas con las que volver a llenar los arsenales de los Estados miembros.
En Reino Unido, en junio de este mismo año, aún con Boris Johnson en el 10 de Downing Street, el Comité de la Cámara de los Lores para Asuntos Exteriores y Defensa solicitó un informe para conocer la situación de los arsenales británicos de armas y munición tras la intensísima campaña de ayuda militar a Ucrania.
El informe fue presentado por el jefe del Estado Mayor de la Defensa, el almirante Tony Radakin, que alertó de los extraordinariamente bajos niveles de los arsenales británicos.
Radakin aportaba un dato más preocupante. Se tardará años en reponer lo entregado, dada la situación de una industria de Defensa cuya capacidad de producción estaba estimada para una situación estratégica muy diferente a la que vivimos en la actualidad.
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En los Estados Unidos también se debate sobre la situación de las reservas de armas y municiones, especialmente en el caso de aquellas que han sido entregadas a Ucrania en mayor número. El mismo presidente del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos, el general del ejército Mark Milley, ha decidido evaluar mensualmente el nivel de los stocks de armas y municiones.
El hecho de que se haya hecho pública la preocupación de nuestra clase política por los bajos niveles de nuestros arsenales debe hacernos reflexionar.
La ayuda a Ucrania ha incluido material de todo tipo. Helicópteros. Carros de combate y blindados. Artillería de tubo y de cohete. Misiles y otros sistemas contracarro. Misiles y cañones antiaéreos de corto y medio alcance. Misiles antibuque, radares y munición de todo tipo. Y un larguísimo etcétera que llevaría horas desgranar.
Desde el comienzo de la guerra, los Estados Unidos han entregado a Kiev más de un millón de unidades de munición de 155 mm. para sus cañones. Munición que también han enviado otros Estados, entre los que se encuentra España. La industria estadounidense en tiempo de paz suele producir del orden de 30.000 unidades anuales de esta munición.
"Salvo EEUU, el bloque occidental carece de munición para un conflicto de alta intensidad que vaya más allá de un par de semanas"
Las primeras oleadas de carros rusas fueron frenadas en seco gracias, entre otras cosas, a los miles de misiles contracarro Javelin y NLAW entregados por estadounidenses y británicos, pero también por los lanzacohetes AT-4, Panzerfaust y C-90 de diseño sueco, alemán y español, entregados por diversos países aliados que los tenían al servicio de sus Fuerzas Armadas.
El Pentágono ha entregado a Ucrania más de 40.000 armas contracarro, de las que más de 8.500 son misiles Javelin. La industria suele producir unos 800 Javelin al año para todos los clientes (no sólo para los Estados Unidos).
Reponer lo entregado a Ucrania, aunque se logre aumentar la producción de manera significativa, llevará años. Y ese aumento de producción no es sencillo, pues no resulta fácil disponer ahora de las materias primas necesarias. Especialmente, componentes electrónicos o tierras raras.
Pero la ingente ayuda militar a Ucrania no ha hecho más que agravar una situación que ya era preocupante. Altos mandos militares franceses han alertado en varias ocasiones de la mala situación de sus Fuerzas Armadas, especialmente si debían afrontar conflictos de alta intensidad contra enemigos de envergadura.
En 2017, el propio jefe de Estado Mayor Francés dimitió ante la prevista caída de la inversión en defensa anunciada por el electo presidente Emmanuel Macron. Es el único jefe de Estado Mayor francés que ha dimitido desde la creación del puesto en 1962, lo que da idea de la relevancia de su acto.
En agosto, los altos mandos militares franceses repitieron la advertencia. En 2014, tras la anexión de Crimea por Rusia, un alto mando había reconocido que las Fuerzas Armadas francesas resultaban más adecuadas para desfilar que para combatir.
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Entre los analistas de Seguridad y Defensa siempre ha preocupado el hecho de que, salvo los Estados Unidos, la mayoría de los demás Estados del bloque occidental carecen de munición para combatir en un conflicto de alta intensidad más allá de un par de semanas, quedándose esa cifra en apenas unos días en algunos casos.
De nada sirve disponer de medios como aviones de combate, carros y fragatas muy capaces, y tecnológicamente muy avanzados, si luego no se les dota de la munición necesaria para llevar a cabo la tarea para la que fueron concebidos. Y esta situación tiene un origen histórico muy conocido.
Con la caída de la Unión Soviética y el desmantelamiento de la organización militar del Pacto de Varsovia, los aliados europeos se concentraron en cobrar los denominados "dividendos de la paz", reduciendo de forma dramática los presupuestos de Defensa y el tamaño y dotación de sus Fuerzas Armadas, tratando además de acercar a Rusia a la esfera occidental. Sólo Estados Unidos, en su nuevo papel de garante de la seguridad mundial, continuó con su elevada inversión en defensa.
La no existencia de un conflicto armado de relevancia desde entonces, y la proliferación de conflictos de baja intensidad como el de Afganistán, hicieron pensar a muchos que la era de los grandes conflictos armados había acabado. Idea que fue inmediatamente abrazada por la clase política europea, más interesada en repetir en el cargo que en hacer frente al problema que se estaba fraguando.
"La falta de presupuesto para la seguridad trajo consigo una pérdida de capacidades que no se pueden improvisar en caso de necesidad"
A pesar de la insistencia de las distintas Administraciones estadounidenses en que Europa debía prepararse mejor para afrontar los retos de seguridad de un futuro cada vez más cercano, la clase política continental continuó con una agenda y unas prioridades distintas.
Tan sólo a partir de la anexión rusa de Crimea los europeos comenzaron a reconocer la peligrosidad de la situación, aunque sin aplicar las políticas que requería la nueva situación estratégica.
Esta falta de relevancia, atención y presupuesto para la seguridad de los aliados europeos trajo consigo una pérdida de capacidades tecnológicas e industriales. Capacidades que no se pueden improvisar en caso de necesidad. Incluso si se dispusiese de los fondos necesarios para ello, los ingenieros y especialistas necesarios para diseñar y producir nuevos sistemas de armas no se forman de la noche a la mañana, al igual que tampoco se produce la maquinaria y el utillaje necesarios para ello.
Se tardarán años, cuando no décadas, en revertir una situación que ya era mala antes del 24 de febrero, pero que con la masiva entrega de armas y municiones a Ucrania no ha hecho sino empeorar, amenazando con alcanzar tintes dramáticos.
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No se puede decir que Occidente se encuentre indefenso contra un enemigo de entidad relevante. Pero la situación es altamente preocupante. Este análisis lo han hecho también los Estados Mayores de los países que pueden aprovechar esta situación de debilidad para asestar un golpe militar que les beneficie en sus disputas territoriales o económicas.
Vivimos un momento histórico de profundos cambios en la esfera geopolítica mundial. Un momento en que las potencias globales, regionales y locales están recolocándose en el tablero internacional. Lo hacen, lógicamente, de la manera más ventajosa para sus intereses. Y sin complejos. Como si de placas tectónicas se tratase, el gran movimiento ruso del 24 de febrero está provocando importantes cambios en la posición de otros muchos Estados, lo que ha generado focos de tensión en todo el mundo.
La manifiesta debilidad militar de muchos países occidentales puede hacer pensar a actores como China, Corea del Norte o Irán que no dispondrán de otra oportunidad mejor para tomar ventaja en sus escenarios estratégicos. Con el añadido de que son sabedores que el otrora gendarme mundial, Estados Unidos, se encuentra en horas bajas y no parece capaz de afrontar dos grandes crisis militares de entidad al mismo tiempo.
Otros, como Turquía, Marruecos o Argelia, pueden también concluir que, con el mundo enfocado en otros problemas y escenarios más graves y urgentes, es el momento de ejecutar sus reclamaciones.
*** Rodrigo Rodríguez Costa es analista de Seguridad y Defensa.