Rusia puede atacar a la OTAN sin provocar la III Guerra Mundial
Putin tiene varias opciones para atacar a la OTAN sin entrar en un conflicto abierto.
Durante las últimas semanas hemos leído noticias sobre una nueva ofensiva rusa en Ucrania y sus posibles consecuencias. De manera simultánea, hemos asistido a un radical cambio de postura entre la mayoría de los gobiernos occidentales respecto al tipo de armamento que se pretende entregar a Ucrania.
También se ha discutido y aprobado el envío de decenas o centenares de carros de combate occidentales para que Ucrania pueda enfrentarse con garantías de éxito a las tropas invasoras rusas. El debate político ha sido intenso y ha llegado hasta la sociedad, a la que ahora le suenan familiares nombres como Leopard o Abrams, totalmente desconocidos para el gran público hasta hace unas pocas semanas.
Al mismo tiempo, se sigue armando a Ucrania con los sistemas de artillería pesada y lanzacohetes de largo alcance más capaces y precisos; con decenas de blindados de todo tipo (incluidos los potentes Bradley estadounidenses); y con centenares de nuevos misiles antitanque y antiaéreos, ahora con mucho más alcance, para frenar los ataques con misiles y drones que tanta destrucción causan en la infraestructura civil y militar ucraniana.
It was my pleasure to host @jensstoltenberg at the Pentagon today in advance of next week’s #NATODefMin. We reaffirmed the importance of NATO Allies’ continued support for Ukraine and progress made on strengthening the Alliance’s deterrence and defense. #WeAreNATO pic.twitter.com/U8gc8p6LmG
— Secretary of Defense Lloyd J. Austin III (@SecDef) February 9, 2023
En el debate acerca de la idoneidad del envío de tal o cual sistema de armas se ha colado una vez más la ya habitual amenaza de escalada por parte de Moscú. Amenaza de la que se ha hecho eco hasta el expresidente Trump, alertando de que entregar carros de combate nos dirige hacia un posible enfrentamiento nuclear con Rusia.
Está claro que Trump ha hecho estas declaraciones en clave de política interna estadounidense y pensando ya en las elecciones presidenciales del próximo año, en las que aspira a regresar a la Casa Blanca. Pero, independientemente de ello, es cierto que mucha gente se pregunta alarmada si estas advertencias tienen base.
La respuesta corta sería "sí, por supuesto". Pero con el importante matiz de que nos encontramos aún muy lejos de ese escenario apocalíptico que a muchos, incluido el propio Kremlin, les interesa vender.
Voy a arrojar un poco de luz explicando qué opciones tiene Putin para tensar aún más la cuerda con Occidente y con qué objetivo.
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Lo primero que debe quedar claro es que Occidente, es decir la Unión Europea y la OTAN, apoyadas por aliados estratégicos como Australia, está desempeñando un papel crucial para que Kiev siga existiendo como Estado libre e independiente gracias a un ingente apoyo político, económico y militar.
Es obvio que, sin esta ayuda, el gobierno de Zelenski habría caído hace meses. A costa de ingentes pérdidas materiales y humanas, el Kremlin habría alcanzado sus objetivos políticos y estratégicos. Objetivos a los que no ha renunciado aún y que todavía está en disposición de alcanzar.
Cuanto mayor es el castigo y el coste que sufre Rusia por el apoyo occidental a Ucrania, mayor es también la motivación del Kremlin para llevar a cabo represalias de todo tipo. De producirse una represalia rusa contra la OTAN, el nivel de daños buscado por Putin sería directamente proporcional al grado de frustración de los dirigentes rusos si estos se sintieran incapaces de alcanzar unos objetivos mínimos aceptables.
Por eso es importante conocer las motivaciones de Rusia para lanzar ese ataque y los objetivos que buscaría con él.
"Si la anunciada ofensiva rusa es un fiasco, existe una mayor probabilidad de que Moscú decida jugar la carta de la agresión a la OTAN"
Hoy, las dos motivaciones más importantes para Moscú son la de obligar a Occidente a reducir de forma significativa (o incluso eliminar) las entregas de armas a Kiev, y la de intentar convencernos, mediante el miedo a una guerra abierta con Rusia que rompa los frágiles equilibrios económicos y sociales, de que se obligue a Kiev a negociar una paz en condiciones ventajosas para Moscú.
Si la anunciada ofensiva rusa resulta un fiasco o si Rusia vuelve a sufrir ingentes bajas por el apoyo occidental a Kiev, existe una mayor probabilidad de que Moscú decida jugar la carta de la agresión a la OTAN. Rusia lanzaría de esta manera un contundente mensaje a los gobiernos aliados. El mensaje de que el Kremlin estará dispuesto a escalar hasta donde sea necesario para garantizar su victoria en Ucrania.
La correcta interpretación por parte de la clase política occidental del mensaje que Rusia quiera transmitir con su acción bélica resultará clave para orquestar una respuesta tan contundente como proporcionada, so pena de ser finalmente Occidente quien termine escalando de más el conflicto. Ni se puede actuar de forma que Moscú pueda interpretar como debilidad o falta de firmeza, ni se puede sobreactuar causando el temor a un ataque total contra el régimen de Putin que pueda desencadenar males mayores.
La modulación del tono del mensaje enviado por Rusia con su ataque se mediría básicamente por los daños materiales y humanos causados, así como por la intencionalidad en la búsqueda o no de dichas víctimas, tanto civiles como militares.
Veamos algunos ejemplos.
La opción menos agresiva comportaría la ausencia total o casi total de víctimas, así como una clara falta de intencionalidad por parte de Moscú. Ejemplo de esto sería la destrucción de un satélite o de un dron de reconocimiento occidental.
BREAKING:
— Visegrád 24 (@visegrad24) February 9, 2023
Poland is ready to hand over fighter jets to Ukraine as part of a wider fighter jet coalition.
- Polish PM Morawiecki
🇵🇱🇺🇦 pic.twitter.com/qsvFFBUVJm
Este ataque no afectaría de manera sustancial a la capacidad militar aliada, pero sería una clara señal de que se debe dejar de compartir información de Inteligencia con Ucrania, que tantos éxitos le ha proporcionado a Kiev y disgustos a Moscú.
En un grado mayor de agresividad, Moscú podría llevar a cabo un ataque contra un objetivo de mayor entidad, como una base militar vacía o un centro de comunicaciones ferroviarias utilizado para distribuir ayuda a Ucrania. Con este tipo de acción, Moscú buscaría advertirnos de que no tolerará nuevos envíos de armas a Ucrania y de que estará dispuesto a nuevos ataques para evitarlos, sobre todo después de haberse atrevido a cruzar el peligroso umbral de la agresión directa a la OTAN.
Existen muchas posibilidades de que este tipo de ataque produzca una cantidad limitada de bajas, ya que aunque la instalación atacada se encontrase vacía habría al menos guardias y personal de seguridad y de mantenimiento en el recinto. Incluso se podrían producir bajas civiles por un mal funcionamiento de alguna de las municiones lanzadas.
La ausencia de víctimas reduciría considerablemente la presión política y social sobre los gobiernos afectados para que respondieran con dureza, facilitando el control de la escalada, que quedaría en manos de Rusia, y complicando de paso la respuesta occidental. Una respuesta que no puede ser demasiado débil (algo que premiaría a Moscú) ni demasiado agresiva (porque forzaría una escalada mayor).
Este sería el tipo de ataque ruso que contaría, en el escenario actual, con mayor probabilidad de producirse. Seguramente, dicho ataque recibiría una respuesta de la OTAN proporcional y que evitaría en la medida de lo posible pérdidas humanas.
En un escalón superior de agresividad, Moscú podría decidir atacar con misiles de crucero una o varias bases donde se almacene y/o desde donde se distribuya ayuda militar occidental a Ucrania. O atacar uno de los aviones espía, como los AWACS que la Alianza acaba de desplegar en Rumanía, o los aviones de captación de inteligencia RC-135 que tanto el Pentágono como Reino Unido utilizan para escudriñar dentro de territorio ruso.
"Rusia lleva años acusando a las sociedades occidentales de débiles, acomodadas y sin valores, e intentaría aprovecharse de eso"
Estos ataques a las bases presentan mucho más riesgo porque, aunque el ataque se efectuara en las horas de mínima actividad, la probabilidad de que se produjeran víctimas sería más elevada al tratarse de bases totalmente operativas con personal militar estacionado en ellas de manera permanente.
Dada la mediocre precisión demostrada por los sistemas de armas rusos, la probabilidad de que alguno de los misiles caiga en zonas pobladas y afecte a población civil sería alta. Este tipo de ataque intentaría lograr que cese de inmediato la ayuda material a Ucrania so pena de sufrir nuevos y más contundentes ataques rusos.
Con total seguridad, la respuesta occidental sería también más potente, pero manteniendo la máxima vigente de evitar a toda costa una escalada mayor.
En el caso de ataques a aviones, la intencionalidad de causar víctimas es mayor y también lo es la agresividad del mensaje, lo que obligaría a una respuesta más contundente. Aunque sin llegar, ni mucho menos, al uso de armas nucleares.
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Existe un último tipo de ataque ruso en el que Moscú, probablemente víctima de su propia desesperación y de la enorme presión política y militar occidental, buscaría dar un fuerte golpe en la mesa con una potente acción de represalia con la que, además de causar un daño relevante al poder militar occidental, buscaría que el número o la relevancia de las víctimas escociera en las sociedades europeas y americanas.
Ese ataque sería un órdago. Una bofetada de realidad que "despertara de su ensoñación" a las masas occidentales para que clamasen no ya por la venganza, sino por la cautela para no llegar a un enfrentamiento mayor que arruinara lo que queda de sus acomodadas formas de vida.
Recordemos que Rusia lleva años acusando a las sociedades occidentales de débiles, acomodadas y sin valores, y que las élites rusas están convencidas de que nunca vamos a estar dispuestos a llegar al final de una escalada frente a la potencia nuclear rusa.
Con este tipo de acción, Moscú buscaría resquebrajar la unidad mostrada por los aliados, pieza clave del éxito occidental hasta el momento. Es muy probable que los Estados más vacilantes a la hora de entregar material militar a Ucrania se colocasen entonces en el bando de los que piden negociaciones con Rusia, dejando libre el paso a la victoria de Moscú al reducirse de forma considerable la presión militar de Ucrania.
Las acciones descritas son casi inimaginables. Pero el ataque masivo (en vez de con unos pocos misiles de crucero) a una instalación militar de la OTAN repleta de civiles y militares altamente cualificados, como podría ser un Cuartel General aliado, es una posibilidad real que afectaría a múltiples naciones al tratarse de centros dotados con personal multinacional, procedente de todos los Estados miembros.
Al expandir la onda de choque del ataque, Rusia mitigaría la presión sufrida por cada gobierno, dado que estos no acumularían individualmente una cantidad de bajas elevadas.
*** Rodrigo Rodríguez Costa es analista de Seguridad y Defensa.