Por fin se acabó la burbuja del antisanchismo
En estos momentos sólo hay dos opciones. O gobierna de nuevo el PSOE o nos encaminamos a una repetición electoral. Está descartado un gobierno de Feijóo. La mera enunciación de lo que muestran los resultados de las elecciones generales es ya una sorpresa significativa respecto de las expectativas que los sondeos habían revelado hasta el último día en que los medios podían publicar encuestas. Y la realidad siempre se mide ante las expectativas.
A estas horas, Junts tiene en su mano la decisión entre una y otra opción. En el fondo, la realidad española apenas ha cambiado. Siguen los mismos retos, y casi todos los actores principales al mando.
El PSOE no solo ha resistido, sino que ha subido en votos y escaños. Su resultado en porcentaje en las municipales y autonómicas no lo hacían tan descabellado. Y es aquí donde se encuentra la principal (y bienvenida) conclusión: el infantil "antisanchismo" pasa a mejor vida a la vista de la realidad y la oposición deberá afinar más sus gruesos argumentos.
La campaña del PP en las generales confió demasiado en la inercia de las municipales y autonómicas. Los estrategas populares se confiaron; los socialistas reaccionaron. Siempre hubo algo demasiado pueril en un programa genérico que consistía en "derogar el sanchismo" y en airear consignas como el infausto "que te vote Txapote". España ha sido más madura que muchos de sus portavoces.
Durante estos años ha llamado la atención que tantos partidarios de un reformismo ilustrado, incluso tecnocrático, compraran un argumento tan barato e indefinido tras haber estado un lustro escribiendo contra el Gobierno y sus pactos para aprobar leyes, sin importar para qué se pactaba. Cuanto más se decía estar pendiente de las policies, más se opinaba sobre las politics.
El sanchismo como espantapájaros ha resultado ser lo que siempre fue: una ridiculez como idea central de campaña. Por más que tuviera unos apoyos mediáticos que tan flaco favor le han hecho al candidato popular y a la causa del ubicuo antisanchismo.
Los resultados tienen un potente aroma bipartidista. O de final de la escapada de la "nueva política" inaugurada en 2014. Borges (que ha estado presente en un borgiano mitin de Zapatero) escribió que el problema de la novela negra era que la solución no solía estar a la altura del misterio. No lo han estado tampoco los partidos que impugnaban el sistema, por más brillantes que fueran en su puesta en escena.
Vox ha sido la última formación en darse cuenta de la fortaleza de un bipartidismo que no solo se resiste a morir, sino que muestra constantes vitales más vigorosas a medida que se les toma el pulso. Los españoles han demostrado una inclinación clara hacia las dos fuerzas principales de la gobernabilidad de España en los últimos 40 años, con matices importantes.
La coalición de Yolanda Díaz, aunque no ha cumplido los objetivos, ha resistido. Nada mal teniendo en cuenta los resultados de las recientes municipales y autonómicas.
Vox pierde cualquier capacidad de presión y condicionamiento al bajar 19 escaños, algo que habla bien de la madurez democrática de la sociedad española, más tras los ejemplos recientes de sus admirados Trump y Bolsonaro.
Lo más negativo: el poder discrecional que siguen manteniendo los nacionalismos más radicales en el resultado final de la decisión parlamentaria. Junts no debería mantener en vilo un segundo a nadie. Habrá que ver la reacción de ERC y PNV a sus resultados a la baja. Una primera reflexión sugeriría que deberían moderar sus expectativas y exigencias, pero nunca se sabe cuando se compite con Junts y EH Bildu.
Como colofón, el candidato Feijóo pronunció un leído, tristísimo y algo trabado discurso plagado de tópicos, sin ninguna brillantez ni convencimiento. Aferrado al argumento de que quien gana en votos y escaños gobierna, apelaba a sin mucha sangre a su derecho a hacerlo. Las caras de sus acompañantes en el balcón de Génova revelaban mucho más que las palabras del gallego: el PP se ha quedado muy por debajo de su suelo no sólo esperado, sino tolerable.
Tanto es así que, apenas unas horas después del escrutinio, la pregunta ha pasado de ser si dimitiría Sánchez al quedar por debajo de 100 escaños a si dimitirá Feijóo por quedar tan por debajo de sus expectativas.
Que, tras lo llovido y esperado, el PSOE de Pedro Sánchez haya obtenido alrededor de un millón de votos más que en 2019 debería hacer reflexionar a tantos que han hecho en este lustro de su espacio de expresión un muestrario de la maldad, ridiculez o bajeza del todavía presidente. A quienes siempre sonó ridículo o exagerado, han resultado tener razón. Y esa es una de las expectativas de la nueva legislatura, en caso de que Sánchez revalide el Gobierno. Ojalá una oposición más refinada y realista. No sólo en España, también ante las instituciones comunitarias.
Cuando en 1996 el republicano Bob Dole perdió estrepitosamente ante Bill Clinton las elecciones presidenciales de Estados Unidos, un periodista le preguntó al día siguiente cómo había dormido. El candidato opositor dijo que "como un bebé". "Me he despertado llorando cada dos horas". Hoy nadie ha perdido estrepitosamente en las elecciones generales de España, pero si tuviera que apostar por quién haría hoy el papel de Dole, no tendría ninguna duda.
*** Antonio García Maldonado es asesor político, escritor y ensayista.