La presidenta Isabel Díaz Ayuso, durante la sesión de investidura de Pedro Sánchez.

La presidenta Isabel Díaz Ayuso, durante la sesión de investidura de Pedro Sánchez. Europa Press

LA TRIBUNA

¿Quién piensa en las madres y los hermanos de los políticos?

Dentro de 200 años, ni nuestras madres, ni nuestros hermanos, ni nosotros mismos estaremos aquí. Pero la infamia seguirá escrita en algún documento oficial.

17 noviembre, 2023 02:48

A este PSOE, que ha vendido España por siete votos, le ha dado ahora por hablar de las madres de los políticos. Una diputada socialista en la Asamblea de Madrid, por ejemplo, aludió con un impostado enfado a "esas madres que han parido a un político", en referencia a las mujeres que sufren cuando sus hijos son asediados por los de la ideología contraria.

Son esas grandes madres, como la mía por cierto, que sufren con toda su alma cada vez que insultan, vejan o caricaturizan a sus hijos. Cuando ven que a sus inocentes y amados hijos les faltan al respeto. O cuando les mencionan en redes sociales con un odio que parece sacado de una charla en el infierno con el señor de rojo.

Son esas grandes madres que sufren en silencio y aguantan que sus hijos, que se metieron en esto de la política para hacer una labor de servicio público (tiene guasa la cosa), sean insultados por el que tiene otro pensamiento político.

Por ejemplo, esa gran madre que ve cómo su hija, política ella, tiene que aguantar que alguna miserable la llame "mongola", le apunte con un dedo armado amenazante o le haga un muñeco que apalearán o quemarán en alguna manifestación.

Pero esa madre sufre menos. Porque su hija tiene una posición política que la ha obligado a acostumbrarse a que los hipócritas socialistas la insulten con todos los calificativos posibles en los parlamentos y desde el anonimato de las redes sociales.

Esa madre también ha parido a su hija, aunque no sea socialista.

¿Y los hermanos? ¿Qué me dicen ustedes de los hermanos? Los hermanos no han parido a sus hermanos, claro. Pero los lazos suelen ser también lo suficientemente fuertes como para llevar a compartir el sufrimiento del otro.

Imaginemos por un momento que, por atacar a una hermana que está en política, difamamos a un hermano que no tiene nada que ver con el ruido bronco de este momento político.

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Imaginemos que, por hacer ruido político, denunciamos el trabajo que desde hace más de 20 años lleva ejerciendo honradamente el hermano de un político. Y lo llevamos a los tribunales para hacer ruido. Y los tribunales dicen que no hay delito. Pero, por seguir haciendo ruido y atacar a la adversaria política, seguimos denunciando al hermano en los tribunales europeos, que sentencian también que no hay delito.

Pero como el adversario sólo quiere hacer daño político a pesar de todas las sentencias en su contra, seguimos acusando e infamando a ese hermano, ajeno a la política, incluso en sede parlamentaria. Para que en esos libros enormes llamados Diarios de Sesiones, dentro de doscientos años, alguien pueda volver a leer la infame acusación sobre un inocente cuya única culpa era ser hermano de.

Dentro de 200 años, ni nuestras madres, ni nuestros hermanos, ni nosotros mismos estaremos aquí. Pero la infamia seguirá escrita en algún documento oficial. Desde el mismo día en que empezó la autodestrucción de una democracia exitosa que nos llevó a los mejores tiempos vividos en España.

Una España que será recordada como la nación que se vendió por siete votos mientras unos hablaban de madres y a otros nos gustaba la fruta.

*** José Antonio Sánchez es viceconsejero de Presidencia y Administración Local en la Comunidad de Madrid.

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