Cada día falta un día menos para el año cero de España
Cada día de Pedro Sánchez en el poder será más difícil que el anterior. Pero llegará el día en que derrumbemos el muro entre españoles que ha levantado el presidente.
El IVAM expone hasta el 14 de abril de 2024 una muestra titulada Popular. Es una apabullante verborrea visual de 1.500 piezas. La exposición pretende responder a la pregunta "¿qué es lo popular?".
Y la exposición encuentra que en España popular es todo, menos lo que verdaderamente es popular. Esos que Pier Paolo Pasolini definió como "verdaderos hijos del pueblo". Los policías y soldados asesinados durante 40 años por entregarse al país que les había dado trabajo. Nada más "popular" que las víctimas de ETA que durante años vimos morir.
Hoy se exculpa a quienes justificaban su asesinato. Y se ningunea a quienes construyen con esfuerzo la democracia. Ningún decoro ni sensibilidad. Ningún respeto a la dignidad.
El clasismo de nuestra izquierda apenas ha tenido a bien que sean culturalmente representadas (no ya reivindicadas) las víctimas. La derecha ha sido creativamente irrelevante, por otra parte. No es raro, pues, el silencio.
Ese mismo clasismo tampoco le ha permitido a nuestras élites culturales reconocer la condición de ciudadano-con-legitimidad-para-la-indignación a quienes prefieren mocasines y chaleco en vez de camisetas a rayas. Piensan que la vanguardia estética implica vanguardia moral. Como si el gusto fuera un atributo de la razón, y no sensorial.
Pero se equivocan. Y se equivocan gravemente en este momento de la historia, cuando sus posturas amparan lo que jamás aceptarían si fuera realizado por un líder al otro lado de su espectro ideológico.
"Hace unos meses se preguntaba el presidente del Gobierno cómo sería recordado su legado, y la devastación de la convivencia ha venido a insinuarle la respuesta: un país más dividido"
Vivimos uno de esos momentos en los que la ceguera de la victoria no permite atisbar la injusticia de su senda. Y hay razones para la indignación, porque amnistiar el mal es dejar en la orilla del ostracismo a quienes dieron y dan la cara por una convivencia basada en la justicia y no en el interés.
Algunos no son conscientes de que, una vez cruzado el Rubicón, ya no es posible volver a cruzar el puente derrumbado.
Se preguntaba el presidente del Gobierno hace unos meses cómo sería recordado. En qué consistiría su legado. Y la devastación de la convivencia ha venido a insinuarle la respuesta: un país más dividido.
Un país más enfrentado. Un país en el que se ha instalado el recelo entre ciudadanos.
Un país con las instituciones degradadas, un país hundido en el desprestigio de la sospecha, un país dominado por la compra de intereses, un país horrorizado por la toma de control de todos sus estamentos.
Un país herido en lo más profundo. Que no es la economía, sino su moral.
Ya hemos visto el espectáculo. Todos los socios y miembros de los partidos en el Gobierno (ningún disidente) han apoyado el fin de la verdad. El interés personal.
Desde que Pedro Sánchez llegó a la Moncloa, todo lo que podía empeorar en la relación entre españoles ha empeorado. Y, lo que es más grave, la mentira ha dejado de ser considerada inmoral. El presidente ha dinamitado la posibilidad del encuentro con el otro porque, en el lugar donde era posible hacerlo, ha decidido levantar un muro.
Esa es su herencia. Nos ha dividido, nos ha enfrentado y nos ha alejado. Ha sembrado la discordia.
"El enterrador de la Transición quiere excavar cuatro años más. La sepultura ya es muy profunda"
Comienza la legislatura. Pero lo que de verdad empieza es la lucha para que su fin llegue antes de que nos destrocemos entre nosotros. No podemos callar, pero tampoco gritar tan alto que perdamos la cordura.
Podemos soñar con que Sánchez sea fagocitado por sus socios. O que la descomposición de la moralidad le impida dar un paso más. Sólo nos queda ponernos enfrente e invitar a que salten el muro todos los que se creen que se encuentran a salvo al otro lado.
El enterrador de la Transición quiere excavar cuatro años más. La sepultura ya es muy profunda. En ella no sólo cabe toda la derecha, sino una gran parte del pueblo español despreciado, que observa cómo le acompañan instituciones, el Poder Judicial y parte de los medios.
La Transición ha sido traicionada como los hijos del pueblo fueron abandonados.
Sólo podemos aprovechar la desolación para tejer la urdimbre de una nueva realidad. Es necesario evitar la ruptura entre amigos y hermanos (como sucedió primero en el País Vasco y después con el procés, y que ahora se extiende como una mancha por España).
Pero no por ello hay que dejar de gritar. Hay que hacer un esfuerzo para no dejarse arrastrar por la desesperanza. Toca trabajar para reconstruir todo lo que ha sido y va a ser arrasado, que no será poco. Toca luchar y aguantar hasta el año cero. El año en que empecemos de nuevo.
Ojalá sea pronto. Ojalá mañana mismo, cuando las heridas no sean incurables.
Cada día de Sánchez en el poder será más difícil. Pero llegará el día en que derrumbemos el muro que ha levantado el presidente. Y también el día en que podamos habitar en el mismo país. Él ha querido muros. Y los ciudadanos vamos a tener que derrumbarlos. Volveremos a tejer pactos y acuerdos.
Y aquellos que superemos el ostracismo podremos abrazarnos de nuevo con los que hoy aplauden el fin de la convivencia y del bien común. Nos va a tocar derribar uno a uno los sillares levantados. El día que Sánchez deje el Gobierno comenzará la reconciliación nacional.
Mientras tanto, haremos lo posible para no romper los lazos que nos unen, aunque los tejedores de la ruptura, sus socios de gobierno, le canten al oído para lograrlo.
Para recordar el día fundacional del año cero buscaremos el símbolo que nos representa y que hoy se ha olvidado. Ese símbolo que no aparece ni siquiera en una exposición dedicada a "lo popular". Recordaremos el único momento en que los verdaderos demócratas fuimos hermanos. El día en que no hubo confusión moral. El día en que quedó claro dónde estaba el bien y dónde estaba el mal.
Recordaremos ese día y se convertirá en el icono de nuestra nueva sociedad. Y todos sabremos que el día que mejor nos representa es el 13 de julio de 1997.
*** Guillermo Gómez Ferrer-Lozano es profesor de Estética y Teoría de la Comunicación, y doctor en Filosofía Moral.