Altar dedicado al presidente iraní Ebrahim Raisi y otras personas, ante la embajada iraní, en Bagdad.

Altar dedicado al presidente iraní Ebrahim Raisi y otras personas, ante la embajada iraní, en Bagdad. Reuters

LA TRIBUNA

No habrá cambios en Irán pese a la muerte de Raisi

Aunque cierta incertidumbre sobrevuele el ambiente, el régimen iraní está bien preparado para absorber golpes como el de la pérdida inesperada de su presidente.

22 mayo, 2024 02:07

Pese a la conmoción causada por la muerte de su presidente, Ebrahim Raisi, no cabe esperar demasiados cambios en el régimen iraní. La República Islámica es una maquinaria moldeada por cuarenta años de guerra y conflictos, adaptada para sobrevivir ante los contratiempos y el enfrentamiento permanente con sus adversarios internos y externos.

Irán amaneció este lunes con la confirmación del fallecimiento del presidente Raisi tras el accidente de su helicóptero. En pocas horas, los países más cercanos a Teherán ya habían enviado su pésame: de Irak, Catar o Pakistán a Rusia, China y Venezuela. Poco a poco, el resto de la comunidad internacional se ha ido uniendo en las condolencias.

Puede resultar sorprendente, pero la atención internacional sobre la noticia es noticia en Irán. La atención mediática y las muestras de duelo lo hacen salir (aunque sea por un breve instante) del aislamiento diplomático en el que se encuentra. Combustible a exprimir, a su vez, por la maquinaria propagandística del régimen para contrarrestar los chistes, memes e incluso algunas reacciones de júbilo de iraníes en el exilio.

Varias mujeres lloran la muerte de Raisi en Teherán.

Varias mujeres lloran la muerte de Raisi en Teherán. Reuters

La pregunta general es "¿y ahora qué?". La Constitución de la República Islámica establece una secuencia clara de pasos a tomar. Uno de los vicepresidentes (en este caso, Mohammad Mokhber) es nombrado presidente interino para un determinado periodo hasta la celebración de elecciones.

Asimismo, y aunque cierta incertidumbre sobrevuele el ambiente, el régimen iraní parece más que preparado para absorber golpes como el de la pérdida inesperada de su presidente. Con la excepción del líder supremo, el complejo marco institucional iraní está diseñado, precisamente, para permitir un rápido reemplazo de cualquier dirigente.

La República Islámica de Irán ya no es como en sus primeros años de existencia una suerte de monolito romo. Es una construcción que se ha ido moldeando sutilmente con el tiempo con el propósito de ser lo suficientemente flexible y a la vez robusta para no comprometer su existencia a pesar del declive en su apoyo social y de circunstancias inesperadas como la del fallecimiento del presidente. Estas próximas semanas se podrá testar la solidez de ese entramado institucional y político.

La muerte de Raisi probablemente avivará las luchas internas por el poder en el seno de las facciones ultraconservadoras (los partidos políticos como tales son ilegales). Esta rivalidad entre facciones ya estaba presente en la disputa por la presidencia del Parlamento y ahora, previsiblemente, se extenderá también a la presidencia del país.

"El régimen necesita evitar que las rivalidades por la sucesión de Raisi sigan socavando la legitimidad y popularidad del Gobierno iraní"

Pero el régimen necesita evitar que esas rivalidades sigan socavando la legitimidad y popularidad del conjunto del Gobierno iraní. En las recientes elecciones parlamentarias, por ejemplo, sólo votó un 8% del censo en la capital, Teherán. El mínimo histórico desde el triunfo de la Revolución Islámica.

Si se desea revertir esta tendencia y mejorar los índices de participación (y con ello restañar en parte la legitimidad del régimen), se tendrá que permitir la participación de candidaturas de perfiles más moderados como los de Ali Lariyaní o el del anterior presidente, Hasán Rohaní, actualmente vetado.

Sin embargo, es bien conocido que el presidente interino, Mokhber, además de con el propio líder supremo, tiene una relación fluida con la Guardia Revolucionaria. De hecho, formó parte de ella durante la guerra con Irak y conoce de forma estrecha a los miembros de la cúpula de esta estructura militar paralela que sostiene y domina la vida política de la República Islámica.

La proximidad de Mokhber a la cúpula podría facilitar aún más su peso en la toma de decisiones del Ejecutivo en un momento de tensiones geopolíticas en el conjunto de Oriente Medio. La Guardia Revolucionaria puede verse favorecida por este inesperado cambio de cromos en el Gobierno.

Como vicepresidente, Mokhber es conocido por el endurecimiento de la censura y el control sobre los medios extranjeros presentes en el país. En abril, la nueva regulación estipuló que las actividades de cualquier medio extranjero que trabaje dentro de Irán deben ser aprobadas por la Guardia Revolucionaria y los Servicios de Inteligencia.

"Por el momento, no parecen probables cambios sustanciales ni en temas domésticos ni en la política exterior del país"

A pesar de que las conjeturas respecto a Raisi como posible sucesor al líder supremo, eran frecuentes, eso no entrañaba necesariamente que fuera el candidato con más opciones. La experiencia muestra que la opacidad del régimen iraní facilita la aparición inesperada de perfiles desconocidos para el público general que ascienden a posiciones clave.

Cabe recordar, por ejemplo, que el actual líder supremo, Alí Jamenei, no figuraba en las quinielas para suceder a Jomeini y que no contaba con las credenciales de Gran Ayatollah imprescindibles, en teoría, para acceder el cargo.

Así que, por el momento, no parecen probables cambios sustanciales ni en temas domésticos, ni en la política exterior del país. La aparente bicefalia de la República Islámica no es tal o, desde luego, no es simétrica. El líder supremo tiene siempre la última palabra en los asuntos estratégicos. Y no cabe esperar cambios profundos del envejecido Jamenei. Así, seguiremos viendo un Irán activo en Oriente Medio a través de su constelación de proxies y aplicando mano dura ante cualquier desafío interno.

En las últimas semanas, el presidente Raisi había visitado Pakistán, Sri Lanka y Azerbaiyán para destensar las relaciones bilaterales. Estaba previsto también un viaje a Irak, incluyendo la región del Kurdistán iraquí. Dada su relevancia para Teherán, cabe suponer que el viaje se mantendrá, aunque quizá varíe el perfil de la delegación iraní.

Quienes ven en este accidente una oportunidad para el cambio pierden de vista la fortaleza del Estado profundo del régimen y la capacidad de resiliencia de las instituciones iraníes para adaptarse a nuevas realidades, sean cuales sean.

*** Irene Martínez es profesora en la Aga Khan University de Karachi y Senior Fellow en el Institute for Statecraft de Londres.

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