El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y su esposa Jill llegando este lunes a la Casa Blanca.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y su esposa Jill llegando este lunes a la Casa Blanca. Reuters

LA TRIBUNA

Biden se pone en manos de Dios… y del voto afroamericano

El presidente trata de acallar la disidencia interna tirando de populismo y asegura ser el candidato del pueblo frente a unas élites progresistas con agenda propia.

10 julio, 2024 02:13

Lo peor que le podría ocurrir al Partido Demócrata a estas alturas de la campaña electoral es instalarse en la incertidumbre en torno a Joe Biden con el "¿será o no será nuestro candidato?" como gran pregunta del verano.

Pero en ese punto está: con Biden afirmando que "sólo Dios" puede juzgarle mientras acusa a las élites progresistas de querer acabar con él contra la voluntad del pueblo. Mientras tanto, crece la división entre sus compañeros de filas.

El Partido Demócrata se ha dividido ya entre quienes llevan una semana pidiéndole que por favor se marche y los que han aparecido a lo largo de este fin de semana para decir que Biden es el elegido y punto. Y luego, entre unos y otros, están los que guardan silencio, a la espera de las encuestas. 

Joe Biden durante la entrega póstuma de la Medalla de Honor a descendientes de soldados de la Unión.

Joe Biden durante la entrega póstuma de la Medalla de Honor a descendientes de soldados de la Unión. Reuters

Entre quienes han salido en los últimos días a mostrar su apoyo se encuentra el congresista Steven Horsford (Nevada), la congresista Maxine Waters (California), el congresista Bennie Thompson (Mississippi), el congresista Gregory Meeks (Nueva York) y el congresista Bobby Scott (Virginia).

¿Qué tienen todos ellos en común? Que pertenecen a minorías. Horsford, Waters, Thompson y Meeks son afroamericanos. Scott, por su parte, es el primer representante de origen filipino en ocupar un escaño en la Cámara Baja. 

Esa parece ser la estrategia de Biden. Centrarse en el voto de las minorías, poniendo especial énfasis en la comunidad negra y en el de la clase trabajadora que sigue fiel al Partido Demócrata.

"Aunque todavía son pocos quienes han declarado públicamente su rechazo a Biden, entre los senadores demócratas la visión mayoritaria es que tiene que echarse a un lado"

"Es una estrategia que Biden ha utilizado en el pasado", cuenta Jonathan Martin, el experimentado reportero de la revista Politico. "Presentar a sus detractores como gente que pertenece a una élite progresista blanca que no está en sintonía con unas bases del partido más obreras y mucho más diversas".

"Ahora mismo, esa es su única manera de sobrevivir", añade.

Pero dicha estrategia está saliendo regular. Aunque todavía son pocos quienes han declarado públicamente su rechazo a Biden, entre los senadores demócratas la visión mayoritaria, como informa el Washington Post tras acceder a ciertos mentideros, es que tiene que echarse a un lado.

También hay muchos donantes que están replanteándose seguir inyectando dinero en su campaña (algunos ya han redirigido sus recursos a batallas políticas locales). Incluso dentro de la Casa Blanca estaría empezando a cundir, dice la CNN, el desaliento.

Por no hablar de ese entramado mediático que, liderado por el buque insignia de los medios progresistas, el The New York Times, lleva desde la noche del debate presidencial pidiendo que se vaya. 

Sólo hay un punto en el que todo el mundo está de acuerdo. El pulso debe resolverse lo antes posible. Porque cuanto antes se resuelva, antes se podrá intentar devolver el debate público al lugar en el que el Partido Demócrata quiere que esté: lo impropio que sería volver a tener a Donald Trump de presidente. 

En el caso de que Biden se eche a un lado durante las próximas semanas, lo cual está por ver, los focos se posarían automáticamente en su vicepresidenta: Kamala Harris. No es que Harris sea una figura particularmente popular, más bien lo contrario. Pero ante un electorado que considera la ancianidad una preocupación mayúscula, tener la opción de votar a alguien que todavía no ha cumplido los 60 años es algo que muchos van a agradecer.

Además, el hecho de llevar cuatro años en la vicepresidencia garantiza pocas sorpresas en el apartado de los secretos vergonzosos (pues, de haberlos, ya habrían salido a la luz).

Por último, está el tema de las donaciones. Harris se encuentra enmarcada en la campaña de Biden, con lo cual podría utilizar el dinero recaudado por la misma sin mayor problema.

Al otro lado del espectro, en los cuarteles del Partido Republicano, siguen frotándose las manos. Entre otras cosas, porque Trump ha decidido no hacer demasiado ruido y sentarse a observar con calma cómo se agrava la crisis dentro del partido rival. Ha rechazado, en fin, convertirse en el centro de atención.

Lo único destacable que ha dicho hasta la fecha, en una entrevista telefónica concedida a Fox News este mismo lunes, es que Biden tiene demasiado ego como para retirarse y que es su familia (mencionó a su mujer Jill y a su hijo Hunter) quien realmente le anima a seguir.

Más allá de eso, más allá de repetir que es el peor presidente de la historia del país y de vaticinar que si Biden da marcha atrás su rival será Harris, poca cosa. Trump evitó contestar a la pregunta sobre si prefería vérselas con el actual mandatario o con otra persona y se mostró indiferente ante los dilemas de la bancada contraria.

*** Borja Bauzá es periodista y autor de 'La tribu vertical. Una historia de los ultras, hooligans y otros grupos radicales del fútbol español'. 

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