El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, durante una reunión con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado mayo.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, durante una reunión con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado mayo. OFICINA DE PRENSA DEL GOBIERNO DE ISRAEL / EFE

LA TRIBUNA

Lo que puede hacer España para contribuir a la paz entre Israel y Palestina

Los hitos que han traído resultados para la distensión de la región fueron aquellos donde prevaleció la diplomacia, y no la violencia.

7 octubre, 2024 01:48

Los que tenemos ya unos cuantos años a la espalda podemos recordar tiempos más esperanzadores para israelíes y palestinos. Aquí en España, además, podemos sentirnos también orgullosos de nuestro papel en las relaciones entre estos pueblos al haber acogido la Conferencia de Paz de Madrid en 1991, la cual catalizó una era en la que la paz, por un tiempo, pareció estar al alcance. 

En esta conferencia, tanto israelíes y palestinos como representantes de toda la región se reunieron públicamente en la misma sala, discutiendo sobre su amargo y dividido pasado.

El resultado de estas reuniones, no sin dificultad, fue la apertura de los caminos para discutir y reconciliar un futuro compartido para israelíes y palestinos. Lo cual condujo directamente a los Acuerdos de Oslo en 1993, Oslo II en 1995, el Acuerdo de Wye River en 1996, y luego la Cumbre de Taba en enero de 2001, donde ambas partes estuvieron muy cerca de conseguir un acuerdo total.

El rey Juan Carlos, reunido junto a los dirigentes palestino e israelí, Yasser Arafat e Isaac Rabin, en la Conferencia de Paz de Madrid de 1991.

El rey Juan Carlos, reunido junto a los dirigentes palestino e israelí, Yasser Arafat e Isaac Rabin, en la Conferencia de Paz de Madrid de 1991.

Desgraciadamente, este acuerdo no se materializó debido a la presión política en ambos lados, la espiral de violencia de la Segunda Intifada y la derrota de Ehud Barak en las elecciones israelíes frente a Ariel Sharon.

Hoy, en octubre de 2024, nos encontramos lejos de la dinámica de los años noventa que comenzó en Madrid. Tristemente estamos conmemorando el horroroso aniversario del ataque terrorista más devastador contra civiles israelíes, con 97 personas aún retenidas como rehenes, y 365 días continuos de bombardeos implacables, muerte y destrucción de vidas civiles palestinas en Gaza, así como una escalada continua y preocupante en el Líbano e Irán.

Irán lanzó 180 misiles contra Israel el pasado martes en respuesta, según sus líderes, a los asesinatos de los jefes de Hezbolá y Hamás, y el gobierno de Netanyahu amenazó con represalias. En este momento se está hablando mucho —como en épocas anteriores— de cómo el Oriente Medio puede ser "remodelado" a través de la guerra y la violencia. Estas ideas han demostrado ser sumamente fallidas.

Por otro lado, es evidente que los hitos que han traído resultados para los pueblos de la región, como los tratados de paz de Israel con Egipto, Jordania e incluso los Acuerdos de Oslo con los palestinos —a pesar de sus fallos— fueron aquellos donde prevaleció la diplomacia.

Por todo ello, lo que se necesita ahora es un momento catalizador, que —como la Conferencia de Madrid de 1991— pueda iniciar un nuevo proceso y un período en el que la diplomacia, y no la violencia, sea el principio rector.

Junto a ello, esta nueva fase también debe demostrar su aprendizaje de los fracasos pasados. Principalmente de la negligencia hacia los ciudadanos de la región, los cuales son los que tienen el mayor interés en el éxito de dicho proceso. 

A este respecto, Pedro Sánchez afirmó a finales de mayo de este año, al reconocer el estado de Palestina, que el objetivo único era "ayudar a israelíes y palestinos a lograr la paz". Lo cual reiteró durante su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas hace unos días.

"Los planes propuestos para resolver el conflicto israelí-palestino han repetido los mismos errores que condenaron las iniciativas de paz anteriores"

Sin embargo, la paz no sucede de la noche a la mañana. Ni tampoco ocurre únicamente mediante decisiones tomadas desde arriba por élites políticas que afectan a millones de personas.

Entonces, ¿qué puede hacer España para honrar su compromiso y realmente cumplir el objetivo de lograr la paz y la seguridad para israelíes y palestinos?

Hasta la fecha, casi todos los planes propuestos para detener esta guerra y resolver de una vez por todas el conflicto israelí-palestino han sido elaborados por élites políticas, repitiendo los mismos errores que condenaron las iniciativas de paz anteriores, como la de Taba.

En esta cumbre, aunque se redactó un acuerdo significativo, no se hizo ningún esfuerzo por fomentar una cultura de paz a nivel social, lo que sin duda habría ayudado a aliviar las presiones que frustraron sus objetivos.

En este difícil momento, cuando una solución al conflicto parece más distante que nunca, algunos han aprendido de estos errores. Y han estado trabajando durante décadas para desarrollar un proceso de construcción de paz a nivel social entre israelíes y palestinos.

Un ejemplo de ello es la coalición de más de 160 organizaciones —y cientos de miles de palestinos e israelíes— que conforman ALLMEP (Alianza por la Paz en Oriente Medio). Todas dedicadas a promover la cooperación, la justicia, la igualdad, la seguridad, el entendimiento mutuo y la paz entre sus comunidades.

Estos constructores de paz han estado trabajando sin descanso para lograr un alto el fuego y un acuerdo sobre los rehenes. Y para entregar ayuda humanitaria que salve vidas a aquellos que más lo necesitan tanto en Gaza como en Cisjordania, mientras hacen frente —israelíes y palestinos juntos—al odio, a la polarización y a la deshumanización con la que sus propias comunidades están luchando.

Esta sólida base de constructores de paz en la región —que poseen un profundo conocimiento de sus comunidades y un compromiso con la paz y la diplomacia— es fundamental para lograr una resolución duradera del conflicto.

Sus esfuerzos recibieron un reconocimiento significativo en junio, cuando los Estados del G7, incluida la UE, emitieron un comunicado con un lenguaje sin precedentes, comprometiéndose a trabajar de manera multilateral para priorizar la construcción de la paz liderada por la sociedad civil como un componente clave de cualquier resolución diplomática del conflicto israelí-palestino.

"Al involucrar tanto a actores políticos como a la sociedad civil, España puede contribuir a acercar la paz entre israelíes y palestinos"

Al hacerlo, afirmaron que lograr una resolución duradera del conflicto requiere el apoyo activo y la inclusión de los constructores de la paz como parte de una solución global a largo plazo. Un camino creíble hacia la solución de los dos Estados necesita la participación de las bases de la sociedad civil.

Nuestro propio país, con su historia, entiende la importancia y está comprometido con el diálogo entre quienes tienen puntos de vista divergentes. Lo cual se aprecia durante un período de la Edad Media en el que cristianos, judíos y musulmanes coexistieron pacíficamente, conocido como la España de las Tres Culturas.

Hoy, ese espíritu de apoyo al diálogo entre diferentes se aprecia, según los datos del barómetro del Instituto Elcano, en que una gran mayoría de la población española (78%) cree que la solución al conflicto israelí-palestino radica en la solución de dos Estados.

Por lo tanto, en este solemne aniversario, debemos preguntarnos: ¿cómo podemos ser verdaderamente solidarios con israelíes y palestinos, ayudándolos a encontrar una salida de esta pesadilla?

Un primer paso es que España, siguiendo el cambio de política del G7, lidere a la UE en la promoción de un lenguaje similar en la reunión del Consejo Europeo los días 17 y 18 de octubre, asegurando que la construcción de la paz por parte de la sociedad civil se convierta en un elemento central de las estrategias de paz a largo plazo y de los esfuerzos diplomáticos dentro del Consejo.

Debemos amplificar las voces de los miles de israelíes y palestinos que resisten esta realidad de conflicto juntos, trabajando hacia un futuro mejor para todos. Y también debemos exigir que nuestros líderes apoyen las iniciativas lideradas por estas comunidades.

Son ellos quienes están construyendo activamente el futuro que los gobiernos, incluido el de España, afirman apoyar. Cualquier estrategia que los excluya probablemente fracasará, mientras que una que los incluya podría convertir las declaraciones diplomáticas y las resoluciones de la ONU en una realidad vivida.

Al involucrar tanto a actores políticos como a la sociedad civil, sin duda podemos contribuir con un pequeño pero significativo paso para acercar el difícil camino hacia la paz entre israelíes y palestinos a su fin.

*** David Villar es profesor doctor en el Área de Estudios Hebreos y Arameos de la Universidad Complutense de Madrid.