Las catástrofes dejan al descubierto lo mejor y lo peor de la sociedad. Es en estas tesituras cuando a todos se nos ven hasta las costuras. Cuando todavía seguimos con el corazón encogido y haciéndonos un montón de preguntas, en Valencia los afectados han ido "todos por igual, valientes" en medio de la tragedia y del abandono institucional, cual grito que escucha la cuadrilla de costaleros de un paso de Semana Santa.
Han seguido al unísono esa voz del capataz, de la que se fían en la oscuridad más profunda, cuando no saben ni a dónde van, pero reconocen y obedecen la voz de su guía.
Otros, en cambio, se han lavado las manos como Poncio Pilatos mientras el pueblo se las rompía escoba en mano. Y las tendrán manchadas de por vida. La respuesta de indignación, de desesperación y de desamparo de los afectados en Paiporta a la visita de los Reyes, el presidente del Gobierno y de la Generalitat supondrá un punto de inflexión. Pero eso se verá más adelante.
Aquí las víctimas son los vecinos de varios pueblos. Ellos merecen el mayor del reconocimiento social. Pese a la gravedad de la catástrofe los vecinos han respondido de manera heroica desde el primer minuto. Los testimonios son, en su mayoría, aterradores.
Es el caso de Julio Pérez, tiene 82 años y creía que lo había visto todo… pero no. Aquel día; el día que el río Magro inundó su casa, a él le sorprendió el desastre en el centro del pueblo, en Utiel. No pudo volver a su casa, donde se había quedado su mujer, Amparo Ponce. Ella pasó sola, a oscuras y totalmente incomunicada, sin teléfono, la tarde del martes y toda la noche, hasta que al día siguiente, cuando pasó la tormenta, su marido y sus hijos pudieron bajar hasta la casa familiar, totalmente anegada.
Amparo estaba viva. Había conseguido subir hasta la primera planta de la vivienda y había sobrevivido. Pero la angustia por no saber que había sido de su mujer duró más de 16 horas. Todavía se veía en su cara, cuando achicaba barro y sacaban a la calle los recuerdos de toda una vida, que se amontonaban entre el fango y el lodo para acabar en dios sabe qué contenedor.
La dignidad de las víctimas, los que se han roto las manos achicando agua, es lo que encoge el corazón a toda la sociedad. Otros en cambio, se han lavado las manos como Poncio Pilatos. Se creerán que las tienen limpias…
*** Arancha Pérez Ponce es periodista.