Elon Musk y el presidente de EEUU, Donald Trump, hablan en el despacho Oval junto al hijo de Musk.

Elon Musk y el presidente de EEUU, Donald Trump, hablan en el despacho Oval junto al hijo de Musk.

Tribunas LA TRIBUNA

Los broligarcas de Trump, ¿Universo Marvel o Escuadrón Suicida?

Por primera vez, los millonarios que influían en la política desde fuera tienen ahora un papel activo como ministros en la toma de decisiones gubernamentales.

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Allí estaban, en la Rotonda del Capitolio, los cienmilmillonarios de las tecnológicas: Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Sundar Pichai, Sam Altman, Tim Cook y Shou Zi Chew, durante la investidura de Donald Trump.

Para los descontentos de la democracia y los ilusos que se ven reflejados en los poderosos, son el Universo Marvel. Para una mayoría de observadores, el Escuadrón Suicida.

En este segundo grupo, cabe destacar a columnistas que celebran que China, la mayor dictadura tecnologizada del mundo, acuda al rescate con una versión que censura contenidos. El beneficio de la IA china es otro, veremos al final.

Una tercera vía considera que el presidente naranjito y sus nuevos mejores amigos sociópatas están tan chiflados -disrupción, lo llaman- que pueden acelerar la actual revolución tecnológica rompiendo las reglas establecidas. En un Estado de derecho, esto es muy diferente al creativo thinking out of the box (pensar fuera de las convenciones).

De momento, reina el caos, con grandes anuncios disruptivos y medidas que fracasan o se anulan en horas.

Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Sundar Pichai y Elon Musk en la toma de posesión de Trump en el Capitolio.

Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Sundar Pichai y Elon Musk en la toma de posesión de Trump en el Capitolio. Reuters

En lo que hay consenso es en denominar a este grupo la broligarquía Tech, contracción de "tech bro" (un término popular desde 2013 para definir a los cerebritos antisociales o brothers de Silicon Valley) y oligarquía.

La primera vez que se imprimió este término fue en The Guardian en agosto, en una columna de Carole Cadwalladr, donde describía cómo los tecnomagnates más rebeldes en 2016, como Sheryl Sandberg (Facebook), Larry Page (Google) y Bezos (Amazon), iban cayendo bajo la influencia de Trump.

Las malas noticias: la broligarquía ataca la salud democrática e incentiva la desigualdad económica. Para el politólogo Jeffrey A. Winters representa una fusión sin precedentes entre poder económico y político. Por primera vez, los millonarios que influían en la política desde fuera tienen ahora un papel activo como ministros en la toma de decisiones gubernamentales.

En EEUU, la democracia participativa (elecciones, manifestaciones) coexiste con la oligarquía civil que acumula el poder económico, como sucede en otras democracias liberales. Un estudio de Martin Gilens y Benjamin Page mostró que cuando los intereses de los oligarcas y los ciudadanos comunes divergen, los últimos casi nunca ganan.

Según Winters, la broligarquía profundiza la desigualdad con recortes fiscales para los ricos, canaliza el descontento sin cambios reales, polariza con conflictos culturales y crea una ilusión de cambio. Trump, como oligarca, se presenta falsamente como alternativa al establishment.

Lo positivo es que visibiliza el poder de los broligarcas, exponiendo las contradicciones del sistema y fomentando el debate sobre la desigualdad: "Vivimos en una oligarquía descarada, en tu cara. Es difícil legitimar la democracia cuando el poder oligárquico es tan visible".

Otro gran problema es la caza de brujas digital. En noviembre, Cadwalladr publicó otra columna con 20 consejos para sobrevivir la broligarquía, incluyendo un visionario neologismo: el "McMuskismo", igual a "macartismo con esteroides + persecución política + Trump + Musk + herramientas de vigilancia de Silicon Valley". Es decir, como en China.

Una muestra de esta persecución se vio en los primeros días de mandato, cuando Trump ordenó identificar a los activistas propalestinos en las universidades para ser deportados.

En la alianza entre Trump y la broligarquía ambas partes obtienen beneficios mutuos: un entorno sin regulaciones que limiten la Inteligencia Artificial, la exploración espacial o la automatización masiva. La alianza expande su control sobre la infraestructura digital, de defensa y logística del país y favorece la narrativa trumpista en redes sociales.

"Cuando los intereses de los oligarcas y los ciudadanos comunes divergen, los últimos casi nunca ganan"

La socióloga Brooke Harrington, autora de Offshore. Stealth Wealth and the New Colonialism, compara la broligarquía con la oligarquía rusa de Putin y sus magnates petroleros. Pero con una diferencia clave: en Moscú, los oligarcas son tolerados mientras no interfieran en política, mientras que en EEUU, Trump les permite gobernar junto a él. Comparada con China, donde las tecnológicas están subordinadas al Partido Comunista, en EEUU la broligarquía busca capturar el Estado para sus propios fines.

Para la historiadora Ruth Ben-Ghiat, autora de Strongmen: Mussolini to the Present, la broligarquía representa una amenaza para la democracia al fusionar el poder tecnológico y político, reduciendo la capacidad del gobierno para regular la industria. Las plataformas ya no moderarán contenidos, sino que sus magnates deciden qué narrativas políticas ampliar o suprimir.

La extrema riqueza de los broligarcas supera la capacidad del gobierno para restringir su influencia. Ben-Ghiat se alinea con Shoshana Zuboff, considerada por los geeks la Karl Marx de la era tecnológica. En La era del Capitalismo de la Vigilancia, Zuboff alerta sobre un nuevo orden basado en la extracción, predicción y venta de datos de la experiencia humana. Una amenaza sin precedentes para la democracia y la autonomía individual.

En un análisis más matizado en Invertia, la economista Mónica Melle considera la broligarquía una alianza de doble filo, que en su aspecto positivo puede impulsar la reindustrialización, la innovación, la seguridad nacional y la exploración espacial. Puede también automatizar y reducir la burocracia gubernamental y lograr una mayor independencia de China en IA y microchips.

Un analista tech me explica que si los países concentraran recursos en mejorar el bienestar y la igualdad, la IA podría analizar millones de escenarios para encontrar la mejor fuente de energía renovable o avanzar décadas de investigación científica en medicina, ciencia y educación en minutos.

Una IA replicada un millón de veces es como el científico más brillante trabajando sin descanso. Pero los broligarcas "son un puñado de empollones reprimidos que sufrieron acoso en su infancia y ahora están listos para devolver el golpe", dice el analista.

Poco después de que Trump anunciara el proyecto Stargate, una inversión privada de 500.000 millones de dólares con OpenAI para llevar la IA a un nivel sin precedentes, China presentó DeepSeek, su IA gratuita, más potente que ChatGPT, con menor consumo y una inversión de solo seis millones de dólares.

China ya ha ganado la carrera en IA. DeepSeek no solo provocó la caída en bolsa del Nasdaq, sino que dejó al descubierto que los broligarcas están cobrando por un servicio gratuito. Fiénse de su buena voluntad.

*** Marga Zambrana es periodista.