De qué hablamos cuando hablamos de sanchismo, como lo haría Raymond Carver con el amor, se preguntó el propio Pedro Sánchez en una entrevista radiofónica este lunes, visiblemente molesto con el sambenito acuñado por la oposición para englobar sus cinco años de gobierno. Se trata del jab al costado presidencial más empleado por Alberto Núñez Feijóo, el aspirante a la Moncloa que insiste en suprimirlo. En "derogar el sanchismo", un sintagma compuesto por Marta Varela, su speechwritter y directora de Gabinete, que ha hecho cierta fortuna entre su electorado. "Hay cosas que se consolidan", celebran en Génova.
El sanchismo... Derogar el sanchismo... ¿Qué es el sanchismo?
Quizás la Historia —esa obsesión íntima de Sánchez desde su primer día como presidente, según desveló el efímero Máximo Huerta— exija algo más de perspectiva. Como sigue cincelándose la narrativa de una Transición que, por su magnitud histórica y la importancia inherente de Adolfo Suárez, no necesita tanto de suarismos. Como ese felipismo tan medida de todas las cosas para España y el PSOE. O el aznarismo que aglutinó heterogéneamente a la derecha bajo unas siglas con una enorme capacidad de mando, pero empleado a posteriori y no mientras se desarrollaba; como ha sucedido con el zapaterismo de los derechos sociales para unos y génesis de todos los males para otros.
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Por no hablar de un marianismo o rajoyismo que este mismo viernes fue literalmente portada de periódicos. Que en política te etiquetas o te etiquetan es un aforismo indiscutible —y más para un presidente— por mucho que Sánchez se sienta difamado injustamente por una denominación que considera grotesca, peyorativísima, comparándose hasta la victimización como un Luigi Calabresi [léase Salir de la noche] sentenciado por burdos rumores de prensa.
"La clave es que para que sea pertinente añadir el sufijo 'ismo' a un apócope nominal, debe tratarse de un régimen personal de poder, cercano al menos a la omnipotencia y prolongado en el tiempo", escribió Pedro J. Ramírez en este periódico el pasado 30 de abril. "Cuando la otra noche Lucía Méndez me atribuyó en 24 horas la paternidad del felipismo como concepto, aclaré que el primero en acuñarlo fue Marcelino Camacho, aunque en efecto yo lo desarrollé, ya en 1985, en un largo artículo titulado Franquismo sociológico en la España felipista", recordó el director de EL ESPAÑOL.
Sea lo que sea el sanchismo —despótico o triunfal, olvidable o necesario, nefasto o vanguardista— sigue vigente. Y que nadie corra a escribir el obituario de esta personalísima forma de gobernar. El sanchismo también es sinónimo de resistencia. Este periódico ha contactado con hasta siete diputados presentes esta legislatura en el Congreso para tratar de analizarlo.
"Luchar contra Sánchez es muy difícil. Es un animal político que, aunque parezca sostenido con pinzas, siempre ha conseguido sacar adelante las votaciones con una mayoría Frankestein que ha acabado sumando a su causa", concede a este periódico uno de los diputados populares de esta legislatura.
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En la oposición son conscientes de lo correoso y rocoso que es el adversario, aunque parezca que nadie le espere con la toalla en la esquina. "El sanchismo es una forma personalista de hacer política basada en el culto a uno mismo, prescindiendo de los valores y de la ideología de un partido: Sánchez ha renunciado al Partido Socialista Obrero Español por él mismo", sigue el hasta ahora diputado del PP por Huesca Mario Garcés.
Se trata de una tendencia extendida en muchos países, en opinión de Garcés. "La renuncia a la ideología, a la consideración del partido como un instrumento de transformación y su conversión en un mero instrumento al servicio de fines cesaristas es una patología muy extendida, que Sánchez ha llevado hasta sus últimas consecuencias", afirma con rotundidad.
Una crítica en parte compartida por José María Espejo-Saavedra, diputado de Ciudadanos por Barcelona, para quien el "sanchismo consiste en poner las instituciones del Estado al servicio de la persona del presidente hasta el límite de las costuras democráticas".
Y totalmente opuesta a la defensa que hace del presidente del Gobierno Javier Antón Cacho, diputado socialista por la provincia de Soria, que atribuye la etiqueta a un comportamiento sistemático de la "derecha política y mediática" consistente en desprestigiar al PSOE cuando está en el gobierno. "La derecha política y mediática siempre se ha caracterizado por buscar nombres a la gestión de los gobiernos socialistas elegidos democráticamente para equipararlos con, por ejemplo, el franquismo, y desligitimarlos. Así se habló del felipismo o ahora del sanchismo", defiende. "Nunca se habló de aznarismo o rajoyismo", asegura.
Socialismo y sanchismo
Feijóo empezó a incidir en un término ya acuñado, y empleado con anterioridad por Pablo Casado, al poco de aterrizar en Génova en abril de 2022. Santiago Abascal o Inés Arrimadas, y todos los políticos de Vox y Ciudadanos, en general, han repetido una y otra vez el concepto. ¿Qué quedará de esta legislatura cuándo miremos atrás? En la izquierda del hemiciclo defienden otras cosas por encima del sanchismo. "Quedarán ciertas intervenciones legislativas que hicieron más fácil para mucha gente sobrellevar dos crisis terribles: la pandemia y una guerra en Europa", defiende Gloria Elizo, diputada de Unidas Podemos.
El diputado de Vox Víctor Sánchez del Real y Sánchez se conocieron en diciembre de 2011, durante un curso llamado ¿Cómo ganar las próximas elecciones? Dirección de Campañas Políticas impartido del IESE Business School de la Universidad de Navarra y en el que también se matriculó Isabel Díaz Ayuso. Sánchez del Real y Sánchez, dos hombres altos que se saludaban recurrentemente por encima del nivel freático del resto de cabezas, se han ido retirando el saludo progresivamente debido a la crispación vivida durante esta legislatura.
"El sanchismo es un proceso de absorción de una estructura preexistente —el Partido Socialista, que era por definición popular, socialdemócrata y federalista, una herramienta incluso de clase en su origen, marxista hasta el congreso del 79—, que se convierte en una herramienta al servicio de un señor y aquellos que él selecciona", define Sánchez del Real. "Esa es la diferencia entre socialismo y sanchismo. El socialismo tiende a servir a la clase y a sus potenciales votantes. El sanchismo sirve a Sánchez, a cambio de sacrificar cualquier elemento que no sea Sánchez y quienes él ha elegido", sigue el ya ex diputado de Vox por Badajoz.
Otro de los conceptos asociados al sanchismo es el de un acentuadísimo presidencialismo, laminando gran parte del peso del resto del gabinete de ministros, algo que en el PSOE descartan. "Ha sido el primer gobierno de coalición de la historia reciente de España, y por ende, de búsqueda de consensos y encuentros, con un equipo humano que ha tenido que gestionar dos de las peores situaciones que se han dado en las últimas décadas", argumenta Javier Antón Cacho. "Esto ha obligado a tomar medidas extraordinarias que, sin el equipo de ministros y ministras que ha rodeado al presidente, hubiera sido imposible", apostilla.
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"Al estar centrífugo todo en torno a una figura única y omnipotente, mata cualquier posibilidad no ya de bicefalia, sino de sustitución potencial", opina Sánchez del Real. Para Mario Garcés, con "el gobierno de Mariano Rajoy desapareció la presencia de los secretarios de Estado; pero con Sánchez se ha dado un paso más: se ha disuelto la identidad de los ministros". "Se está produciendo un proceso de absorción personalista en la cúspide", añade.
Para el hasta ahora portavoz del PDeCat en el Congreso, Ferran Bel, el sanchismo "es la personificación de un proyecto político muy concreto". El diputado posconvergente añade el ingrediente de la épica: aparece el Sánchez del Peugeot capaz de vender al establishment de un partido enorme. "El mantra de Sánchez nace por cómo llega a gobernar, por la épica con la que lo hace, enfrentándose a su partido en unas primarias y sacando a Rajoy con una moción de censura", prologa el sanchismo.
"Cuando llega al Gobierno", sigue Bel, "adquiere un protagonismo muy especial porque, conforme evoluciona, va prescindiendo de mucha gente que todo el mundo podía entender que era de su núcleo duro". Personas de su total confianza, sherpas que le ayudaron a escalar la Moncloa, como Verónica Fumanal, Juan Manuel Serrano, Óscar Puente, Carmen Calvo, José Luis Ábalos, Iván Redondo, Paco Salazar o Adriana Lastra que, algunos resucitados para la causa del 23-J, fueron desapareciendo del círculo más cercano a Sánchez conforme las cosas se pusieron crudas.
Para Bel, el sanchismo es un término que "se acota esencialmente a esta legislatura, no tanto a la anterior, tras una situación de pandemia que genera que el gobierno empiece a legislar a base de decretos". Entonces... ¿Las fotos en el Falcon y las metonimias que con ello se han hecho no fueron el inicio de todo? ¿Su Galapagar?
"Sánchez es un jugador"
"El PSOE no partía de la base del discurso de la casta como partía Podemos, por lo que creo que su Galapagar han sido los pactos con los partidos que no tienen ningún interés en la buena marcha de nuestro país", estima Espejo-Saavedra. "Decir que no iba a hacer lo que ha hecho, una cosa tras otra, ese ha sido su Galapagar. Lo mismo que Pablo Iglesias dijo que viviría siempre en Vallecas porque era muy humilde y se compró un casoplón, disfrutando de todos los privilegios que le permitía su posición; y el de Sánchez ha sido pactar con Podemos, con Bildu o indultar a los políticos del procès", desarrolla.
Audacia también ha sido un término para elogiar a Sánchez. "Todo el lío de los pactos del PP con Vox a un mes exacto de las elecciones es gracias a Sánchez, el que más tiene que rascar con todo esto", asegura un miembro de la anterior dirección del PP, por lo que Sánchez no salió el día posterior al 28-M con una pastilla de cianuro.
"Esa virtud solamente se puede contemplar desde la perspectiva del juego", sigue Mario Garcés. "Sánchez es un jugador: para los que entienden la política como juego es un personaje divertido", estima el diputado aragonés. "No voy a desvelar quién me lo dijo una vez —fue alguien muy importante de la época anterior del PP— que si Sánchez no existiese habría que inventarlo, siempre desde el punto de vista del entretenimiento y del juego", desliza. "Es una persona que juega constantemente, de táctica, de fórmula, reacciona, es imprevisible".