“La supremacía de un grupo social se manifiesta de dos maneras: como poder dominante o como referente intelectual. Un grupo de hombres puede e, incluso, debe ser ya dirigente antes de conquistar el poder gubernamental, en el momento en el que tiene el control de la moral y las ideas”. La frase, simplificada para ahorrarnos el barroquismo de su autor, fue escrita por Antonio Gramsci desde la cárcel, poco antes de morir. Resume el concepto de “hegemonía cultural” que acuñó el ideólogo de los comunistas italianos, que viene a decir que los gobiernos pasan pero las ideas permanecen. Y sólo quien controla este “orden intelectual” es capaz de asentar una autoridad duradera.
A Gramsci lo condenó el fascismo en tiempos de Mussolini. Durante décadas la izquierda europea acudía en peregrinación a Italia para leer en su lengua materna al teórico convertido en mito. Que le pregunten a Pablo Iglesias. Si bien, para derrotar al enemigo hay que conocerlo bien. Hace años que la derecha comenzó a leer a Gramsci a su manera y a apropiarse de ciertas ideas con las que preparar eso que ahora se ha venido a llamar “guerras culturales”. Volveremos a ello. Las corrientes conservadoras más extremas sabían que para disputar el control a los partidos del sistema había que crear un nuevo marco. Y para llegar a la novedad rebuscaron en lo más atávico de sus tradiciones.
Mientras continúan las negociaciones en algunas comunidades, la semana pasada se consagraron más de un centenar de pactos entre el PP y Vox para gobernar en otros tantos ayuntamientos. Y una de las concejalías que el partido de extrema derecha ha reclamado con mayor ahínco es Cultura. Lo han conseguido en ciudades importantes como Valladolid, Burgos, Orihuela (Alicante) o Talavera de la Reina (Toledo). Pero su mayor éxito lo han obtenido en la Comunidad Valenciana, donde han impuesto al ex torero Vicente Barrera como consejero de Cultura y vicepresidente de la Generalitat.
“Por supuesto que la tauromaquía es un tema fundamental para nosotros. Es parte de las tradiciones españolas y cuando hay aspectos que se ven amenazados, como la propia nación, es importante salvaguardarlos”, opina el sociólogo Amando de Miguel, uno de los teóricos de cabecera para Vox en los orígenes del partido. “La nación no es una cosa eterna, por eso hay que poner en primer lugar la idea de la nación soberana”, sentencia.
España es una de las naciones soberanas más antiguas de Europa, aunque la globalización y la integración en organismos como la Unión Europea hayan diluido de alguna forma -como en cualquier otra parte- ese concepto. Diferentes movimientos populistas han reaccionado a este fenómeno con recetas patrias: en Polonia y Hungría apelando a sus valores cristianos, en Italia con un mensaje xenófobo, en Reino Unido a través del aislacionismo político o en Francia con un discurso de clase. La mayoría de estas estrategias son exportables, como así ocurre, aunque cada país tiene sus peculiaridades. En España la derecha radical ha optado por volcarse en la idea de nación, en contra de los separatismos, y en explotar el folclore.
Toros sí, cine no
En Valladolid la concejalía de Cultura ha ido a parar a manos de la exdiputada de Vox Inés Cañizares. Desde este departamento, ya han expresado que una de sus prioridades es crear una escuela taurina y recuperar unos antiguos premios dedicados a la tauromaquia. El PP, sin embargo, ha decidido retirar a Cultura las competencias de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) y de la gala de los Goya, que está prevista que se celebre el año que viene en la capital castellanoleonesa. La decisión se debe a la hostilidad hacia el cine español en el partido de Santiago Abascal, como demostró el propio líder de la formación en unas memorias firmadas junto al escritor Fernando Sánchez Dragó en las que aseguraba que no le gusta “el cine que viene a tocarnos las narices para que nos sintamos mal”.
También en Gijón -donde el pacto suma a Foro Asturias, nacida como una escisión del PP- o en Molina de Segura (Murcia) han prometido impulsar la tauromaquia. En Castilla y León, el primero de los ejecutivos autonómicos en los que entró Vox y donde también controlan la consejería de Cultura, insisten desde hace tiempo en todo lo que tiene que ver con el toro. Su estrategia pasa también por reivindicar las raíces del castellano. “Vamos a ubicar en la ciudad de Burgos el centro de los orígenes del español”, aseguraba en un vídeo hace unos días el vicepresidente Juan García-Gallardo, asesorado ahora por el periodista Gonzalo Altozano, biógrafo y amigo personal de Santiago Abascal.
Queda mucho por hacer, pero estas son algunas de las acciones que hemos impulsado por Burgos desde la Consejería de Cultura, incluido el reconocimiento de Valpuesta como “cuna del castellano”.
— Juan García-Gallardo (@juan_ggallardo) June 13, 2023
¡Burgos exige respeto y futuro!
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“Ninguna administración ni particular puede menospreciar la lengua común de todos, el español”, establece el punto 4 del programa de 100 medidas que Vox presentó hace unos años. Se trata de un texto de 2018, aunque tampoco ha ahondado mucho más en el aspecto cultural en los demás documentos que ha ido publicando, más allá de la libre elección de centros escolares o la “protección de nuestra cultura y nuestras raíces comunes”. En el acuerdo para gobernar Valencia sólo aparece dos veces la palabra “cultura”: una para nombrar el nombre del departamento que encabezará el ex torero Vicente Barrera y otra para anunciar la defensa de la “unidad de España, la igualdad entre españoles y la riqueza y diversidad cultural”.
Armas para la guerra
Lo curioso es que en esas palabras, vacías de contenido, se esconden las armas para presentar esa guerra cultural que está en la base de la actual estrategia de Vox. Hace unos meses, el portavoz del partido en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, aseguró en el Ateneo de Madrid que “la batalla cultural es la más importante de las batallas”. Fue un discurso unamuniano, en el que hablaba de esa “hegemonía cultural”.
“En estos años hemos tenido que escuchar muchas veces que lo importante es la economía. Claro que la economía es importante, pero prácticamente todas las medidas económicas son reversibles: si alguien sube los impuestos, se pueden bajar mañana. El problema esencial que aqueja a España es de ideas. Y de todas estas ideas equivocadas y de la falta de defensa de las ideas correctas se derivan luego problemas económicos. Pero no podemos mirar solo las consecuencias, tenemos que ir a la raíz del problema, que es el mundo de las ideas”, sentenció. Pura munición ideológica.
“Los marcos intelectuales han existido siempre. Lo que es nuevo es el enfrentamiento, ya que por primera vez hay más de un contendiente. La derecha se ha centrado tradicionalmente en el discurso económico y ha dejado todo el terreno cultural a la izquierda, que ha ganado por aplastamiento. El análisis de Gramsci era certero y lo que hace Vox es servir como interlocutor para todas esas teorías que estaban ahí pero ningún partido las recogía”, declara Miguel Ángel Quintana Paz, director del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política.
En este relato de la tiranía izquierdista de las ideas cabe de todo. Desde el keynesianismo económico a las teorías conspirativas que apuntan al movimiento LGTBI, Bill Gates o George Soros, con su modelo de sociedad abierta. Para contrarrestar estos discursos la derecha populista ha hecho uso de altas dosis de tergiversación y se ha ido dotando de un corpus intelectual representado en think tanks como Disenso, en el que Miguel Ángel Quintana Paz figura como autor y Santiago Abascal o Enrique Cabanas (vicesecretario del partido y mano derecha de Abascal) como patronos; o a través de editoriales como Homo Legens, que publican a todo tipo de autores de círculos ultraconservadores españoles, americanos o europeos.
La derecha se ha centrado tradicionalmente en el discurso económico y ha dejado todo el terreno cultural a la izquierda, que ha ganado por aplastamiento
“Estamos instalados en el PSOE state of mind [lo que vendría a ser el sanchismo, pero dicho en inglés] y cuando existe una acción le corresponde una reacción. La contracultura antes era de izquierdas, mientras que en estos momentos la contracultura es de derechas”, afirma al teléfono Alejandro Cuevas, editor de Homo Legens. Insiste en que ellos no son la editorial de Vox ni de ningún otro partido, aunque en su catálogo se encuentran la biografía de Giorgia Meloni, el último libro de Eric Zemmour, otro del dirigigente de Vox Jorge Buxadé, varios volúmenes contra George Soros, alguna que otra apología antifeminista y mucho libro religioso ultraconservador en defensa de Benedicto XVI como verdadero Papa.
La nueva derecha
Muchos de estos autores han leído lo que escribía en los sesenta y setenta el filósofo francés Alain de Benoist, fundador de la llamada Nouvelle droit (nueva derecha). Sus ideas, surgidas como contrarrevolución conservadora tras el mayo del 68, eran minoritarias, pero más tarde sirvieron de inspiración para el Tea Party en Estados Unidos, la Alt right (derecha alternativa) o el trumpismo, concatenados en una secuencia lógica. En Europa surgieron seguidores de De Benoist, que también reinterpretaron a Gramsci, como el italiano Diego Fusaro. “Los partidos del sistema asumieron como único modelo el capitalismo de naturaleza socialdemócrata, por lo que la alternativa estaba fuera del sistema”, sostiene al teléfono. Es decir, una revolución como la que predicaba Gramsci, sólo que ahora lo contracultural -decía Alejandro Cuevas- es de derechas.
Todo esto es el magma ideológico del que se alimenta Vox, que también ha ido asimilando ideas de otros partidos de corte similar en Europa. Adaptándolo, claro, a sus circunstancias, ya que su modelo económico sigue siendo liberal, por mucho que critiquen el globalismo y hablen de una Europa federal con mayor peso para las naciones. La materia gris de la formación está en manos de unos pocos, como el escritor y periodista Kiko Méndez Monasterio, ligado al grupo Intereconomía. Mientras, el eurodiputado Jorge Buxadé, que goza de buenos contactos en estos círculos a nivel internacional y presume de un caché ultraconservador forjado entre la Falange y el Opus Dei, ahora también impulsa con fuerza esta estrategia basada en las ideas. Un rumbo que, como en toda estructura jerárquica, nadie cuestiona desde dentro.
[Jorge Buxadé, el falangista que controla Vox y llegó a Mérida como el "capataz de un señor feudal"]
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha sugerido que en caso de gobernar podría eliminar el Ministerio de Cultura para fusionarlo con Educación y Universidades. Vox ya ha dejado claro que quiere sillones y en un hipotético pacto de gobierno, esta cartera sería una de sus principales aspiraciones. Fuentes próximas al partido aseguran que no hay una persona concreta que se postule como aspirante a dirigir ese Ministerio, aunque no ocultan su interés en controlarlo. Llegado el caso, sería previsible que recurrieran a una figura independiente, como el torero Vicente Barrera en Valencia.
Estamos instalados en el PSOE state of mind. La contracultura antes era de izquierdas, mientras que en estos momentos la contracultura es de derechas
“Según diferentes estudios, el 28-M las cuestiones que más interesaban al votante de Vox no eran económicas, sino fuertemente ideológicas, como el feminismo, la inmigración o las reivindicaciones de los colectivos LGTBI. Son elementos que sirven para polarizar y es normal que se centren en ellos”, considera Steven Forti, historiador de la Universidad Autónoma de Barcelona y autor del libro 'Extrema derecha 2.0' (Editorial Siglo XXI, 2021). Forti es italiano y también ha leído en profundidad a Gramsci. “Sus teorías interesan a la ultraderecha como procedimiento metodológico para llegar al poder y como una forma de apropiación cultural. Yo lo llamo parasitismo ideológico, como cuando Le Pen o Meloni defienden su condición de mujer para proponer una nueva idea de feminismo”.
Mujer, género y familia
El otro departamento fetiche para Vox son las nuevas concejalías de Familia, que han implantado en muchos ayuntamientos donde han pactado con el PP. El partido de extrema derecha pilotará estas carteras de nuevo cuño en ciudades como Elche, Alcalá de Henares, Talavera de la Reina o Burgos. En algunos casos surgen para sustituir o complementar a las concejalías de Igualdad, desprestigiadas para Vox por su rechazo explícito al concepto de violencia machista. Aunque tampoco es algo que hayan inventado ellos, ya que partidos como la Liga en Italia o Justicia y Libertad en Polonia ya implantaron ministerios de Familia al llegar al Gobierno.
“Vox es uno de los partidos más antagonistas con el feminismo en Europa Occidental. Se puede interpretar por una cuestión de agenda del propio partido, pero también por los rápidos cambios que ha experimentado España en los últimos años. En apenas dos décadas, se ha aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo, se ha legalizado la interrupción voluntaria del embarazo, se ha desarrollado un marco normativo en violencia de género muy garantista para las mujeres, se ha aprobado la autodeterminación de género, etc. Ante este rápido cambio social, se ha producido un efecto “backlash” [reacción] en un sector de la población española, que por primera vez es movilizado y legitimado por un partido populista y ultraconservador que lo acentúa”, responde por email Belén Fernández-García, investigadora de la Universidad de Málaga y experta en populismos y derecha radical.
Yo lo llamo parasitismo ideológico, como cuando Le Pen o Meloni defienden su condición de mujer para proponer una nueva idea de feminismo
Para pensadores como Josep Ramoneda, “Vox y cultura son dos términos antagónicos”. “En un retorno del autoritarismo, su propuesta es un supremacismo múltiple, en el terreno político o social, para convertir el mundo en un lugar homogéneo”. Los teóricos de la extrema derecha, sin embargo, se empeñan en buscar un barniz intelectual a sus ideas apropiándose del campo intelectual de la izquierda más visceral.
El historiador Pedro Carlos González Cuevas escribió hace unos años un libro llamado 'Vox: entre el liberalismo conservador y la derecha identitaria' (La tribuna del País Vasco, 2019) en el que desgranaba el camino político que había seguido el partido. "El PP fue muy crítico con leyes ideológicas como la del aborto de Zapatero, pero hace tiempo que asumió que su posición era el liberalismo económico y ahí ha centrado su discurso. Vox tuvo que elegir entre ese liberalismo económico, cuyo espacio ya estaba cubierto, o una derecha identitaria", asegura. De ahí que en época electoral "se centre en esa disputa de las ideas con los valores tradicionales, cristianos y patrióticos como bandera".
Esta batalla no se libra sólo contra la izquierda, sino también "contra la derecha hegemónica", recuerda González Cuevas. Sin embargo, quienes de verdad han mordido el anzuelo son los sectores más progresistas. “La izquierda hace mal, a mi juicio, en entrar al trapo, sobre todo señalando como enemigos a diferentes actores, lo que genera una confrontación ficticia entre fuerzas supuestamente equivalentes. La polarización es falsa y desventajosa para la izquierda, dar la batalla ahí es entregar el terreno a Vox”, señala el filósofo marxista Santiago Alba Rico.
El pensador, una especie de oráculo para las cabezas pensantes de Podemos durante su fundación, responde por escrito que “cuando se habla de ‘guerras culturales’ en realidad estamos hablando de una batalla por los derechos civiles y los derechos humanos, que se cobran vidas todos los días en muchos lugares del mundo. Así que la pregunta es: ¿por qué un sector de la población se ha ‘cansado’ de los derechos civiles y los derechos humanos? Creo que una gran pulsión de muerte recorre la sociedad global y, desde luego, la española, como respuesta a una gran inseguridad general, ética, antropológica, económica y hasta cósmica”.
La derecha celebra festejos taurinos y llama a las barricadas con apariencia de Che Guevara de signo opuesto, mientras la izquierda responde desesperanzada. En esas guerras culturales, juzguen ustedes por dónde sopla el viento.