“Señor, debemos proceder a la toma de muestra de su ADN. Por favor, abra la boca, firme aquí, ponga aquí sus huellas”, escuchó Abdoulaye tras identificar el cuerpo de su prima Mariam (nombres ficticios para preservar su identidad) en la Comandancia de la Guardia Civil de Costa Teguise (Lanzarote). Mariam, con 41 años y dos hijos, falleció ahogada en la costa de Lanzarote. La zodiac en la que viajaba con otras 46 personas había salido de Tan-Tan, en la costa sur de Marruecos, pero volcó el 17 de junio de 2021 al arribar a la costa rocosa de Órzola, en el norte de Lanzarote.
A pesar de que los lugareños se tiraron a rescatar a los que habían caído al agua, cuatro personas se ahogaron y un quinto sigue desaparecido. La embarcación permaneció unos días abandonada en la playa.
Abdoulaye viajó desde Francia por petición de su familia de Costa de Marfil para reconstruir la historia de su prima, pero no le dejaron entrar a la morgue sin tomarle antes los datos. En el camino destacó la generosidad de la fallecida, mientras le caían las lágrimas. Ahora tiene la certeza de que está muerta y será más fácil emprender el duelo.
Sin embargo, aún le quedaban muchas preguntas: “¿Cómo ocurrió? ¿Por qué otros sobrevivieron y ella no? ¿Podremos repatriar el cuerpo? Cuesta mucho dinero, ¿verdad? Y si no, ¿dónde estaría enterrada? Como somos musulmanes, usted sabe”, disparó Abdoulaye.
Las respuestas se las suministró poco a poco Laetitia Marthe, de la Red de Solidaridad con las Personas Migrantes de Lanzarote. De hecho, lo acompañó a Órzola para reconstruir la historia del naufragio y así poder ayudar a su familia en África a hacer el luto. “Recorrí con Abdoulaye la geografía de la isla donde vivo, no para enseñarle paisajes espléndidos, cómo se suele hacer con la gente que visita Lanzarote, sino para reconstruir con él, para el resto de su familia, un relato que les permita, de alguna manera, como se pueda, si es que se puede, procesar el duelo”, rememora Marthe.
De esta manera, juntos emprendieron rumbo al norte de la isla, donde se había recuperado el cuerpo. “Evocamos las dificultades de la travesía. De las personas que llegan deshidratadas, de las que beben agua de mar. Le enseñé lo lejos que volcó la zodiac, lejos de las primeras casas del pueblo. Sacó fotos y grabó vídeos en los que explicaba lo sucedido a la familia. Lo dejé un momento sólo y rezó”, evoca esta defensora de los derechos humanos francesa residente en Lanzarote.
Acompañar a las familias
Precisamente, acompañar a los familiares de las víctimas de las tragedias en el mar es una de las labores desempeñadas por la Red de Solidaridad con las Personas Migrantes de Lanzarote. Este colectivo, compuesto en su gran mayoría por mujeres, reúne a ciudadanas y ciudadanos, estudiantes y profesionales de diferentes sectores en la isla, desde la abogacía, la sanidad y la educación a la antropología. El objetivo común es exigir y luchar por que las personas migrantes que lleguen por mar a Lanzarote reciban un trato digno.
Asimismo, Laetitia visitó con Abdoulaye al cementerio de Teguise, que es el único en la isla que dispone de una parte para inhumar en tierra, como dicta la religión musulmana. La fecha del entierro se retrasó en varias ocasiones. De tal manera que Abdoulaye tuvo que viajar a Costa de Marfil antes de que enterrasen a su prima. Sin embargo, la Red asistió al funeral en su nombre y grabó la ceremonia para la familia. Incluso, en este caso, Mariam fue enterrada con una lápida con sus datos, algo que es poco habitual.
De todas maneras, "las placas, financiadas por las administraciones públicas locales, son de tan escasa calidad, que apenas un año después, el sol y el viento ya habrán borrado la mayoría de los nombres. Las instituciones soplan a favor del olvido. Así que vamos, sacamos fotos, hacemos mapas, planos... por si algún día alguien viene aquí en busca del lugar donde yacen los restos de algún familiar", sentencia Laetitia.
El día del entierro, mientras esperaba la llegada de los ataúdes, la activista francesa recibió un mensaje de uno de los vecinos de Órzola que se habían tirado al agua por segunda vez en menos de un año para rescatar vidas arriesgando las suyas propias. “No podían asistir a la ceremonia y me pedían que les disculpara ante las familias de los fallecidos, no por no poder asistir al funeral, sino por no haber logrado salvarlos a todos”, recapitula Marthe. Añade además que "esto es horrible. En el fondo, ellos son víctimas colaterales del régimen de fronteras, y tampoco se les reconoce el trauma vivido".
La labor de información y acompañamiento a los familiares es indispensable. “En muchas ocasiones, cuando no aparecen los cuerpos, solo queda recopilar informaciones y elaborar un relato de lo que ha podido pasar para que la persona se quedase en el mar. Ante un cadáver inexistente, es lo único que se puede hacer", lamenta Laetitia en una entrevista con EL ESPAÑOL en Arrecife.
Cementerio musulmán
El camposanto de Nuestra Señora de las Nieves en Teguise, conocido como cementerio viejo, es el único de la isla de Lanzarote que cuenta con una parte para enterrar a los difuntos musulmanes. El Ayuntamiento concede el permiso para sepultar a cualquier persona migrante que pierda la vida de manera trágica y a aquellas que no se puedan repatriar a su país de origen para ser inhumadas por sus familias. Igualmente, en ese recinto al final de la necrópolis se encuentran sepulcros de musulmanes con arraigo en la isla y otros que no han sido identificados ya que sus parientes viven en otro continente.
Las algo más de medio centenar de sepulturas en el suelo son montículos de tierra rodeados de piedras, algunas aparecen como una losa de “no identificado”, otras llevan un número y una menor cantidad está reconocida con nombres y fechas. Sin embargo, alrededor de 25 sepulcros no tienen nombre ni fecha.
Estas pequeñas sepulturas recuerdan grandes catástrofes migratorias. En el cementerio de Teguise hay personas fallecidas en el naufragio de la playa de los Cocoteros, en el que 25 migrantes perdieron la vida en 2009; yace una de las 10 personas que se ahogaron en Caleta Caballo el 6 de noviembre de 2019, y dos de los ocho jóvenes que murieron también en Órzola el 24 de noviembre de 2020. Todos son marroquíes y subsaharianos procedentes de la costa africana en busca de una mejor vida en las Islas Canarias.
De la embarcación que se hundió en Órzola hay cuatro personas enterradas; una es la prima de Abdoulaye; otra es un niño de 8 años, que viajó junto a su madre un hetrmano pequeño; y otras dos son personas que no tuvieron la suerte de ser identificadas. En sus tumbas se puede leer: “Indocumentado 1” e “indocumentado 3”. La indocumentada 2 sería Mariam, si su primo no se hubiera desplazado desde Francia a Lanzarote para reconocer el cuerpo. “Que tu situación administrativa en el momento de tu llegada a España sea lo que identifique tus restos dice mucho de cómo consideramos a estas personas, aquí en Europa. Vivos o muertos son tratados como números", denuncia Laetitia Marthe.
En 2021, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que reconoce el derecho a la identificación de los fallecidos en las rutas migratorias. No obstante, no existe una vía oficial a la que dirigirse. En la mayoría de los casos se les pone en contacto con el Servicio de Búsquedas y Restablecimiento del Contacto Familiar de la Cruz Roja, pero se carece de un programa de identificación dependiente del gobierno. Tampoco existe el tipo de recurso especializado necesario para coordinarse con las familias y centralizar la información y los datos sobre las personas migrantes desaparecidas.
De conmemorar a las víctimas, de quitar las malas hierbas y de pintar las lápidas de las personas migrantes se encarga la Red de Solidaridad con las Personas Migrantes de Lanzarote desde 2019. En 2021 fue la primera vez que Laetitia y una de las abogadas de la Red, la saharaui Loueila Mint El Mamy, acompañaron a un familiar a la identificación del cuerpo de una mujer.
En 2023, dos años después del naufragio, se congregó el grupo de mujeres en el cementerio para preparar el primer homenaje a las víctimas por el aniversario del naufragio de Órzola. “Acudimos todas las chicas con nuestros guantes para limpiar las hierbas de las tumbas para la ofrenda. También sacamos fotos del lugar para las familias que no puedan venir, así conocen donde están sus seres queridos enterrados”, recuerda Laetitia.
Por su parte, el Ayuntamiento ofrece la mano de obra una vez la comunidad musulmana les emplaza a los enterramientos. El Cabildo de Lanzarote otorga el permiso, y el encargado del cementerio colabora siempre que se lo pide la comunidad musulmana. Además, el gran problema es que los cuerpos sin identificar son un porcentaje pequeño de las personas que se ha tragado el océano.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) constata 959 muertes en la ruta de África a las Islas Canarias en 2023, aunque podrían ser más debido a “naufragios invisibles”, que no se pueden verificar. La ONG Caminando Fronteras estima que podrían superar las 6.000 personas.
Cementerio cristiano de Arrecife
En el cementerio de Arrecife está enterrada Tatiana, de Camerún. Pasó dos meses en la morgue a la espera de ser enterrada. “Ya era una cuestión de salud pública. Por eso preguntamos a la consejera de Justicia, responsable del Instituto de Medicina Legal”, especifica Loueila Mint en una entrevista en Arrecife.
Lo mismo ocurrió con Mariam, de cuatro años, enterrada en el cementerio musulmán de Teguise. La familia estaba intentando gestionar la expatriación del cuerpo a través de la Cruz Roja y la ONG Caminando Fronteras. Al estar en marcha la gestión se paralizó el entierro, no había indicaciones de las voluntades de la familia, que contempla el protocolo para la identificación y dar salida a los cuerpos porque la madre se había ido.
“Se trasladó a la madre a un recurso de emergencia y posteriormente a Francia de manera voluntaria por falta de información”, denuncia la letrada de la Red, quien localizó a la familiar.
Normalmente, el procedimiento a seguir son las diligencias, la autopsia para determinar la causa de la muerte, y el contacto con la familia o la beneficencia, en este caso el ayuntamiento.
Bebé Alhassane
“Aquí (cementerio de Teguise) también enterramos a un bebé que nació en una patera y no llegó vivo a tierra. La madre no pudo asistir al funeral, había sido enviada a otra isla. No hubo manera ni de que pudiera ver el cuerpo de su bebé, ni de posponer el traslado, ni de que pudiera volver para asistir al entierro de su pequeño. Nosotras asistimos y conocemos su nombre, pero en su tumba no hay placa ninguna”, lamenta Laetitia Marthe.
Alhassane nació y murió en una neumática que salió de Tan-Tan (Marruecos) el 5 de enero de 2020 y, tras quedarse sin combustible, estuvo cuatro días a la deriva hasta arribar al Puerto de Mármoles en Arrecife con 41 personas a bordo. Más tarde los migrantes rescatados aseguraron a los medios que nunca escucharon llorar al bebé.
El cuerpo del bebé descansa en el cementerio de Teguise, junto al resto de sepulturas musulmanas, bajo un montículo de tierra rodeado de piedras y sin nombre.
Su madre, originaria de Guinea Conakri, era una de las mujeres embarazadas en la balsa inflable. No pudo asistir al entierro el 25 de enero porque fue desplazada a un centro de acogida humanitaria de Gran Canaria, a unos 200 kilómetros de distancia. Sin embargo, unos días después pudo enviar una piedra pintada con la frase: “Te extrañaré mucho mi bebé. Te amo”.
Cuatro años de viento y lluvia no dejan rastro, pero las mujeres de la Red copiaron el mensaje con la esperanza de añadirlo algún día a la lápida de Alhassane.
Red ciudadana de apoyo
En 2023, una cifra récord de 39.910 personas migrantes y refugiadas llegó a las costas de las Islas Canarias por vía marítima, un aumento del 154,5% respecto al año anterior. El archipiélago se ha convertido en la comunidad que más personas recibe, ya que en 2023 entraron a España un total de 56.852 migrantes. Desde la Red de Solidaridad con las Personas Migrantes de Lanzarote, como solución a la crisis migratoria actual, abogan por “vías legales y seguras frente a la explotación y la esclavitud, que es lo que mantiene el sistema”.
Así, este colectivo nace también de la necesidad de ayudar a personas migrantes que llegan a España, no tienen recursos, no conocen la lengua, y sufren vulnerabilidad ante las instituciones a la hora de solicitar protección internacional.
De esta manera, decidieron plasmar sus principios e intenciones en un manifiesto, y poner en marcha una red solidaria organizada desde la sociedad civil para unirse a los agentes sociales ya activos en el terreno y actuar colectivamente “para que las personas que transitan por Lanzarote estén tratadas dignamente, que sus derechos sean respetados, que reciban apoyo psicológico, lingüístico, asesoramiento jurídico y todas las informaciones necesarias para llevar a cabo su proyecto migratorio”, se comprometen en el documento.
Asimismo, mantienen contacto con las instituciones públicas para cualquier consulta orientada hacia la mejora de la acogida de personas migrantes en la isla, y condenan cualquier actitud racista.
De hecho, el primer trabajo de la Red fue de incidencia, de denuncia, y de quejas, incluso al Defensor del Pueblo, gracias al acompañamiento de las dos letradas de la Red, Loueila Mint El Mamy, abogada en materia de migraciones en Canarias; e Irma Ferrer, abogada de la Subcomisión de Extranjería del Colegio de la Abogacía de Lanzarote.
A lo largo de estos cuatro años, se han adaptado a las necesidades. Hubo un momento en que los chicos estaban en hoteles sin asistencia sanitaria y jurídica. "Entonces íbamos a atenderlos en la calle, ofreciendo información básica. Luego, hubo momentos en los que fue necesario realizar un trabajo más humanitario, de ofrecer ropa y comida, porque llegamos a tener unas 150 personas en situación de calle", detalla Laetitia.
Más allá del terreno, la Red de Solidaridad con las Personas Migrantes de Lanzarote trabaja actualmente para que algunas de estas escenas trágicas e inhumanas sean interpretadas en una obra teatral, que servirá para dar visibilidad a casos como el de Mariam o el del bebé Alhassane.