"Paella sin caracoles no es paella", dice el valenciano Juan Manuel Soria Monfort en uno de esos vídeos ampliamente difundidos en los canales prorrusos de Telegram o en los perfiles de influencers cercanas al Kremlin como Liu Sivaya. Le acompaña en el clip un turolense al que sus camaradas de armas llaman Andriuja (su verdadero nombre es Andrés) y un soldado ruso con el gesto algo escéptico.
Los dos españoles se turnan alternativamente con el cucharón para que los moluscos no se adhieran al fondo de la cazuela. La particularidad de esa secuencia grabada el mes pasado es que no están en Benalmádena o en Mora de Rubielos, sino en algún lugar de los territorios ucranianos ocupados próximo al municipio de Soledar. Tampoco llevan bermudas o camisetas de tirantes para arrimarse al fuego de una barbacoa, sino los uniformes de un batallón de voluntarios esencialmente formado por hooligans y ultranacionalistas rusos. Su nombre es La Española.
En rigor, lo que se cuece en el puchero no son caracoles, sino 'cabras' o 'cabrillas'. En algunas áreas del Aragón natal de Andriuja ni se las miran porque se asume que son mucho menos finas que sus primos, pero en el frente tiran de lo que sea para quebrantar un poco la rutina de la anodina dieta de combate. “Hola, 'bratishka' (hermanitos), los españoles los consideran una delicatesen”, asegura el ruso que ese día les acompaña en la rotación.
En un vídeo posterior, Soria aclararía un poco más las características del guiso y sus limitaciones logísticas: “Aquí [en la línea] no teníamos ni tomate, ni pimentón, cúrcuma o jamón... En fin, tuvimos que apañarnos con unos ajos tiernos silvestres, un poco de aceite de girasol, sal y una lata de carne de vaca. Pero la verdad es que salieron estupendos”.
Hay varios clips que inmortalizan ese momento. En el divulgado por War Gonzo, los comentaristas rusos dejan bastante claro que tienen serias dudas acerca de las bondades culinarias de esas viscosas criaturas que se retuercen en el pote. “Ochen' jarashiy (muy bueno)”, trata de persuadirles Soria en un ruso algo trabado pero mejor, en todo caso, que el que hablaba hace dos años cuando todavía era el comandante de una unidad internacional de milicianos adscrita a la franquicia yazidí del PKK en Irak.
Entonces, el 'cruzado' valenciano (así es como suele autodesignarse) luchaba contra los turcos y el Daesh dentro de una guerrilla kurda nacida hace más de medio siglo al calor del estalinismo del líder kurdo Apo Ochalán. Ahora sus enemigos son los ucranianos y el Nuevo Orden Mundial que patrocinan los anglosajones. El grueso de los actuales camaradas de Soria y Andriuja son hinchas de fútbol rusos. Su comandante es un antiguo seguidor del Zenit llamado Mijail Turkanov.
Turkanov tiene el cuerpo literalmente cubierto de esvásticas, lo que no le impidió ser distinguido por Vladimir Stepanovich Alekseyev, teniente general del Estado Mayor del GRU, en reconocimiento a los servicios prestados en la desnazificación de Ucrania. Entre los presentes durante el acto de entrega de la medalla se hallaba el propio Putin.
Es decir, coincidieron en la misma foto la bandera de Rusia, la hoz y el martillo comunistas y las cruces gamadas tatuadas sobre el cuerpo de este comandante a quienes todos se refieren como Pitbull. Llamamos a Turkanov para elaborar este reportaje; nos respondió; se comprometió a hablar con nosotros, pero sus respuestas no han llegado a tiempo.
Queríamos saber el significado de las esvásticas sobre la piel de uno de los soldados rusos más odiados por Kiev. Hace solo una semanas, los ucranianos reventaron con un drone su coche pero él no iba a bordo.
En cuanto a Monfort y Andriuja, las preguntas que se imponen tampoco son de naturaleza gastronómica. ¿Qué hacen un aragonés y un valenciano con el emblema de La Española cocinando caracoles con ajetes para las tropas de Putin en una posición no identificada del Donetsk? El interrogante es relativamente fácil de responder en este caso aunque carezcan de cobertura en el teatro de operaciones porque —a diferencia de la mayoría de hispanohablantes que respaldan al Kremlin— no han ocultado nunca ni su presencia en el Dombás ni los motivos que les alientan.
Mientras escribimos este reportaje, acaban de partir a tomar posiciones en un blindage —uno de esos búnqueres o trincheras que cavan bajo el suelo y protegen con troncos y con tierra— de la línea trazada por los rusos junto a Chasiv Yar, una ciudad ucraniana del distrito de Bajmut perteneciente al óblast de Donetsk. Los rusos están empujando fuerte en esa zona de ofensiva debido, entre otras cosas, a que Zelensky carece de soldados con los que abastecer las líneas.
Juan Manuel Soria Monfort tiene 54 años. Era ya bien conocido por la prensa de nuestro país antes de mudarse a los territorios ocupados porque fue de los primeros voluntarios que viajaron a Oriente Medio para combatir al ISIS. Entre los kurdos adoptó el nom de guerre de Bahuz Sores.
En España y en Rusia acostumbra a usar el sobrenombre de Simón de Monfort, que él creó para sí en memoria de un aristócrata del Siglo XIII glosado en las crónicas históricas por el trato cruel que dispensó a los herejes cátaros. Suele llevar consigo junto a su arma un devocionario y una bandera de Cristo Rey. Simpatiza con el clero preconciliar porque las gentes de la Curia vaticana son, a su juicio, una pandilla de liberales.
Tanto el valenciano como Andrés, de 24 años, llegaron juntos al Dombás a finales de 2022. Coincidieron en Ucrania con diez o doce antiguos camaradas de la guerrilla kurda, solo que en bandos enfrentados. Uno de ellos, el madrileño Barán, murió hace unas semanas de un cáncer de pancreas en un centro hospitalario de Kiev.
Con todo, Soria y el turolense no han sido los primeros españoles que se han unido a los rusos. Varios más partieron para allá corriendo tras la anexión de Crimea (en 2014). Entre ellos había sobre todo comunistas como un hispanocolombiano llamado Alexis Castillo que falleció cerca de Peski en noviembre 2022 tras ser alcanzado por la metralla del ejército ucraniano.
"Ponerme del lado de los rusos no fue una decisión precipitada”, explicó Monfort antes de partir para el Dombás. “En el fondo, era el mismo enemigo contra el que combatía en Siria y en Irak. Los mismos que agitaron el avispero del ISIS para tumbar a Al Asad son los que han apoyado a Ucrania para doblegar a Moscú".
Inicialmente, Soria y el aragonés se unieron a la misma compañía militar privada que ha heredado la Wagner tras el asesinato de Prigozhin. Les ayudaron a realizar todos los contactos necesarios la gente del batallón de La Otra Rusia, una unidad creada por los nacional-bolcheviques del fallecido y mundialmente famoso Eduardo Limonov.
Por aquel primer servicio de seis meses percibían al cambio entre 2.500 y 3.000 euros mensuales. Ahora cobran casi un tercio menos, debido al debilitamiento del rublo. Su función era —por así decirlo— “apacentar reclusos” en el frente de Vugledar. Es decir, los ponían al mando de los ex presidiarios con los que el Kremlin abastecía los 'shturmovik', que es como se conoce a los batallones a los que se encomienda las acciones de asalto. Nunca ha estado más cerca de la muerte Soria que cuando un puñado de voluntarios prorrusos lo confundieron con un espía y le torturaron.
Quien tuvo menos suerte que él fue Russell Bentley, un norteamericano al que todo el mundo conocía como Texas que tras luchar del lado del Kremlin, fijó su residencia en el Donetsk y comenzó a colaborar con los grandes medios de referencia de Moscú. Hace solo unas semanas, Texas desapareció. De acuerdo a la versión oficial divulgada por su viuda Liudmila, fue capturado y asesinado por un grupo de esos tanquistas rusos a los que defendía en sus crónicas.
El propio Bentley era un cercano conocido de Soria y del aragonés. Coincidieron varias veces cuando el texano hacía documentales para medios como Sputnik. Uno de ellos estaba enteramente dedicado a la presencia de los españoles, que van camino de convertirse en dos personajes populares dentro del ecosistema comunicacional prorruso del Dombás y toda la maquinaria de propaganda del Kremlin. No es extraño que ambos salgan en los diarios locales o estatales o que, llegado el caso, les inviten a pronunciar charlas para niños en las escuelas de los territorios ocupados. Son una rareza ibérica en la Rusia de Putin.
Soria sirvió dos veces en la PMC heredera de la Wagner antes de enrolarse en La Española, a principios de marzo. Su camarada aragonés se unió ya a los hooligans tras su primer servicio. Fue por aquel entonces cuando nos explicó cómo era el batallón de voluntarios al que tantos refritos ha dedicado la Prensa europea. “Sí, en efecto, son ultras de fútbol”, precisó el pasado año.
“La mayoría proceden del CSKA de Moscú, aunque cuando comenzó la guerra se decidió que no habría ya más disputas. Si estuvieran en la calle, se abrirían la cabeza con vigas, pero aquí solo combaten por su país. En ese sentido, yo diría que es muy bonito. Conozco personalmente a Stanislav Orlov, que es el líder fundador de La Española. ¿Qué puedo decir? Es un tipo cojonudo. Aunque un poco regulín, sabe hacerse entender en español porque vivió seis años a caballo entre España y Portugal. Me ha dado siempre muy buena impresión y, además, me ha cuidado mucho”, apuntó.
Cuando el aragonés nos decía que Orlov había cuidado de él se refería exactamente a que le impedía combatir para preservar su vida pero sin reducirle el sueldo que hubiera percibido en la primera línea (prácticamente el doble). El de Teruel pasó casi todo su segundo servicio en la base que poseía La Española en un pequeño pueblo cercano a Mariúpol. Fue en su tercer semestre cuando se reunió de nuevo con Simón de Monfort y ahora sí que ha vuelto al frente, tal y como era su deseo.
Su historia es conocida incluso entre los rusos porque ha concedido numerosas entrevistas. “Tomé la decisión de viajar a Rusia estando en Irak”, confesó el pasado año.
“Contacté con los chicos de Interbrigadas para que me ayudaran a realizar los trámites y fueron ellos los que me impartieron instrucciones y quienes me pasaron el contacto de la persona que me recibió en Moscú. ¿Que por qué me uní a las tropas del Kremlin? Porque no me gusta el mundo en el que vivo. Se está cultivando con descaro valores derrotistas y traidores y se da a alas a un sistema criminal y estéril. Llámese como se quiera: la hegemonía anglosajona o, si se prefiere, el imperio de los ávaros, los miserables y los cobardes que ostentan una hegemonía global y que sirviéndose de ello, envilecen el presente e hipotecan el futuro del planeta. Cuando esta gente que llevó el horror y la muerte a Irak, Libia, Siria y Yugoslavia se lleva las manos a la cabeza y alzan su voz contra Rusia, tengo muy claro quién está en el lado correcto de la Historia. Yo no podría estar en la misma trinchera que esa caterva de incapaces”, dijo.
Al igual que Monfort, este aragonés zaragocista se considera nacional y socialista. La Española ha sido acusada por los medios ucranianos y occidentales de ser una formación de nazis combatiendo contra Ucrania so pretexto de combatir el nazismo que ellos mismos encarnan. El prorruso aragonés afirma que hay de todo. “El primer voluntario con quien hablé me dijo que era de extrema izquierda. Había otro que me aseguró que no le interesaba la política. Y luego están los de las cruces que saludan con el brazo alzado. Pero todos tienen una tremenda estima a España”.
Tanto Monfort como el de Teruel acostumbran a comparar su misión en Siria con su presencia en el Dombás porque, a su juicio, no ha cambiado el adversario contra el que arriesgan sus vidas. Cierto es que en Irak y en Rojava combatían bajo la enseña de una milicia que —al menos, hasta la caída del Daesh— se hallaba bendecida por la coalición internacional que encabezaban los norteamericanos.
Ahora libran una guerra contra un país al que España apoya militarmente, lo que podría ponerles en una situación comprometida. A lo largo de su vida, Soria ha tenido varios encontronazos con la ley y no descarta que haya otro a las puertas si regresa vivo a España. Hace algunas semanas se quejaba en las redes del acoso al que, a su juicio, le había sometido la Guardia Civil durante su última visita a la Península: “Un saludo a los Guardias Civiles que me siguen. Con el trabajo que hay para perseguir chorizos, os hacen perder el tiempo persiguiendo patriotas. Entiendo que os debéis a quien os paga pero no dejéis que el honor deje de divisarse”.