En el corazón de Palacio, el más grande de los seis distritos que componen el barrio centro de Madrid, se erige un histórico edificio del que emanan cosas increíbles. Nunca nadie podría imaginar que tras los muros de un bloque color vainilla y vino tinto a dos famosísimas actrices españolas se les caen las vitrinas por el peso de sus Goya. Pero EL ESPAÑOL | Porfolio pasa de lado por la puerta de estas celebérrimas intérpretes para llamar a otra, la de uno de sus ilustres vecinos, hasta ahora, menos conocido.
Esta revista se sumerge en un universo en el que juegan obras de arte con vestidos de alta costura de Balenciaga, un espacio donde Pertegaz y Loewe se miran cara a cara; un hogar, a fin de cuentas, en el que reside una de las figuras más prometedoras de la moda patria: Miguel Ferrer Miret (Alicante, 1986), presidente y director creativo de la firma Festa.
Al pisar su casa, te sientes protegido por la colección de libros que reina en su biblioteca privada: desde Paul Poiret hasta Nazario, pasando por Nostálgicos de Aristocracia hasta las memorias de Peggy Guggenheim: confesiones de una adicta al arte, Nietzsche y Oscar Wilde. La sensación es la misma que cuando entras en Tiffany: nada malo puede pasar. Ferrer es generoso, espartano, te clava la mirada y sientes que te atraviesa con su incansable hospitalidad mediterránea. Para recibir a este medio ha cuidado los detalles hasta la extenuación.
Está recién llegado de un viaje a Marruecos y afirma que "en España la esplendidez la hemos heredado de los árabes, con quienes tenemos muchas más similitudes que con señores de Oslo o Helsinki". Hay exceso en sus paredes, obras de Felipe IV de la escuela de Velázquez y su hermano, el Cardenal Infante de Van Dyck; retratos cortesanos del siglo XVII, tradición barroca española. Hay alfombras orientales tejidas de colores fascinantes, lámparas del siglo XVIII, brocados de Mariano Fortuny, una colección de piedras islámicas y renacentistas. Y él sigue preguntando qué queremos, qué necesitamos para estar a gusto. "Manos que no dais, ¿qué esperáis?", espeta con sorna.
"Esta casa está llena de referencias al pasado que sirven de inspiración al presente y al futuro. Tengo referentes que traigo a nuestros días, los adapto a los tiempos actuales. Conozco bien el siglo XVIII y XIX. Soy un buscador incansable de lo único, lo original, para llevarlo al gran consumo. Desde los Austrias hasta los bordados de la época de Napoleón I. Soy curioso. Me interesa todo. ¿Miro a tu derecha o a mí derecha?", pregunta, entre tanto, a uno de los fotógrafos mientras sigue pendiente de que todo el mundo haya tragado un sorbo de su bebida. "¿Queréis vino? ¿Champagne?" Son las 12 de la mañana.
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Desde octubre de 2021, Miguel Ferrer Miret es CEO de la marca Festa. Esta casa de moda democrática ha sufrido varias metamorfosis a lo largo de sus 40 años de vida. La última, la definitiva, la mejor, hace nueve meses. Festa ha centrado sus esfuerzos y ha utilizado los recursos de su extensa trayectoria en el mercado para crear una línea accesible a todos los públicos con un estudiado y muy cuidado tallaje para una mujer con tallas desde la 40 hasta la 54. El timón del viaje más brillante de Festa está ahora en manos del capitán Ferrer, quien ha abierto por primera vez las puertas de su casa y lo ha hecho para EL ESPAÑOL | Porfolio. Bienvenidos a su hogar y a su mundo.
Pregunta.- ¿Quién es Miguel Ferrer Miret? ¿De dónde viene?
Respuesta.- Miguel Ferrer nació en el Mediterráneo…
P.- Empezamos bien, en tercera persona.
R.- No tengo la culpa de haber nacido con los ojos azules. De pequeño era igual que soy ahora. Yo vivía una realidad y había otra en mi cabeza por las cosas que me inspiraban. Ambas realidades eran igual de válidas. Me crie en un pueblo donde había los recursos que había...
P.- ¿Eran muchos esos recursos?
R.- Pues los recursos que puede tener un niño de pueblo, hijo de un pediatra y una maestra. En mi cabeza buscaba otros recursos, pero para eso estaban las enciclopedias de Historia del Arte y de Historia de España y los viajes con mis padres a monasterios… Algunos me llaman La Monasterios o La Claustros, pero bueno… Es que desde pequeño siempre he pensado que el lugar más apropiado donde podía vivir era en la sacristía de la Catedral de Toledo.
P.- ¿Ese niño Miguel estaba rodeado de libros de moda?
R.- Ese niño estaba rodeado de muchas mujeres, ocho mujeres. Era un niño querido y mimado, con una madre dura de la que he aprendido muchísimo para lo bueno y para lo malo. Soy como soy gracias a ella. Tenía a mis tías, mis tías abuelas… Fui un niño muy deseado después de que pasara mucho tiempo sin que hubiera un niño en casa. En la familia de mi madre había gusto por la ropa y por vestir desde una manera, quizá, muy provinciana, pero donde había un conocimiento del oficio, de la técnica y de las cosas que te quedaban bien. No se le daba importancia a la moda, sino a la calidad y a lo que muchos llaman estilo. Era sentido común, el sentido común que me acompaña y que me ha hecho llegar a donde estoy. Mi vida hubiera sido otra si hubiera hecho lo que mi cabeza enloquecida piensa, pero mi sentido común actuó.
"En España no hay industria de la moda, viven de subvenciones. Ya está bien del discurso elitista"
P.- ¿Fue ese sentido común el que le llevó a estudiar Bellas Artes e Historia del Arte y no Diseño de Moda?
R.- Empecé Historia del Arte y Diseño de Moda, pero dejé Diseño de Moda porque me parecía que estaba poco aterrizado y yo buscaba más conocer el oficio… He sido siempre muy crítico, la oveja discordante de todo, y con la carrera me pasó exactamente igual. No es algo positivo, ¿eh? Es un pozo de infelicidad, pero la insatisfacción es la clave del crecimiento. Si uno está encantado de lo que está haciendo, no avanza. Yo recibo unas fotos de una sesión con la modelo y ya estoy pensando en la sesión de la semana siguiente. Y entonces veo qué es mejorable. El inconformismo tiene un punto malo, pero si lo canalizas…
P.- ¿Qué recuerdos de moda tiene de su infancia?
R.- Mi infancia fue, en gran parte, irme de tiendas con mi madre. Y mi hermano pequeño iba de caza con mi padre. El matrimonio separó, de alguna manera, la educación de sus hijos. Aquello que parecía una cosa inútil, el niño que se pasaba el fin de semanas de tiendas con su madre, sin ser ella una gran consumista, pero le interesaba, le gustaba, me sirvió para tener criterio y para forjar el ojo que tengo.
P.- Decía Diana Vreeland que el ojo tiene que viajar, veo que está de acuerdo.
R.- El ojo tiene que viajar mucho. Por eso este niño, que nadie entendió que no fuera médico, como su padre, hizo una carrera de letras. Yo estudié Bachillerato de Ciencias porque quería ser arquitecto, pero al final me dediqué a las letras. No estoy nada arrepentido. Mi carrera da muy buena conversación en cualquier almuerzo que se precie.
P.- Cuénteme su historia de amor con Festa.
R.- En 2012 empecé a trabajar con Ricardo Ferrer, buen amigo de mi padre y la persona que fundó Festa en 1982. A Ricardo Ferrer, que aunque nos apellidemos igual no somos familia, le estoy y estaré eternamente agradecido. Profesionalmente soy lo que soy gracias a lo que he aprendido de él. Era un momento difícil para la compañía cuando yo entré, estaba en concurso de acreedores, Ricardo era socio minoritario y dependía de un importante capital de riesgo. Viví momentos complicados.
P.- ¿Cuál era su rol?
R.- Empecé de cero. En los dos primeros años estaba en el departamento de compras y no tenía ni voz ni voto. A lo que me dedicaba era a escuchar. Empecé desde abajo, como en la mili, de soldado raso. Eran jornadas de 10 y 12 horas, con muchos problemas para levantar una compañía que estaba quebrada y que Ricardo logró redireccionar y sanear. No del todo, pero algo sí. Estuve ahí desde 2012 a 2015. En ese momento, los socios mayoritarios pusieron en la dirección general a una persona de su interés y yo, como mi formación era del mundo del arte, tuve la oportunidad de empezar a trabajar en la casa de subastas Balclis y abrir mercado aquí en Madrid. Fue un año muy bueno porque era, al mismo tiempo, dealer y yonqui, porque como mi pasión son las antigüedades, en ese punto unía la de consumidor y la de vendedor.
P.- Y entonces regresa a Festa.
R.- Bueno, esa persona a la que ponen al cargo de la gestión lleva a la compañía a un punto de no retorno, se la ofrecen de nuevo a Ricardo, el socio fundador, y él me dice que ya tiene una edad y que sólo recompraría la compañía si me iba con él de director general. Mucha gente me dijo 'cómo se te ocurre', 'tú eres del mundo del arte, no del textil', 'no te veo nada reflejado'. Pero, mira, algo de mi instinto y de mi ambición me dijo que debía volver ahí. Fue en 2016, Ricardo recompró el cien por cien de la compañía y pasé de ser soldado raso a director general.
P.- ¿Cuál era la situación de Festa entonces?
R.- No era buena, pero todo empeora con la llegada de la Covid. Ricardo decide llevar la compañía a liquidación voluntaria y yo pienso que quiero continuar. En 2012 entré con la idea de aportar a Festa y yo seguía con la misma intención. Ricardo llevaba la compañía de una forma personalista y yo creía que podía aportar más, cosas que no se habían aportado hasta la fecha. A mí la pandemia sólo me ha traído cosas buenas. Ricardo me dijo que se cerraba todo: las tiendas físicas y lo online.
P.- ¿Cuántas tiendas había?
R.- 35 tiendas. Y, mira, decidí empezar a mover hilos en online. Hice lo que luego parece que Zara también había hecho. Pusimos en la web el stock que había en las tiendas, yo cogía el coche, me iba por las tiendas de Madrid, cogía la ropa, que estaba inmovilizada, la llevaba al almacén y le intentábamos dar salida. Le pedí ayuda a mi hermano, Antonio Ferrer, con quien me uní mucho gracias a esto. Hoy es parte de la compañía y me apoya y me complementa.
P.- ¿Y los resultados?
R.- Fueron positivos. Ahí vi posibilidades. Me implico. En enero de 2021, la dirección decide llevar a la compañía a liquidación voluntaria. Estuve medio año sin cobrar y en una situación de derrota mental, pero siempre pensando en ese punto de esperanza en el futuro. Mi abuela siempre decía que había siete años de vacas gordas y siete años de vacas flacas. Yo había vivido muchos años de vacas flacas. Cuando me preguntan si me preocupa la recesión de 2023, siempre digo que yo siempre he vivido en recesión. He vivido crisis internas y externas. El mundo no se acaba. Nos quieren vender eso, pero no.
"Parece que solo lo excéntrico es moda. Yo quiero vender, crear trabajo y que los talleres se mantengan"
P.- ¿Por qué apostó por Festa, una marca que había pasado por tantos vaivenes económicos en lugar de montar la suya propia, con nuevo nombre, nuevo logo, nuevo estilo?
R.- Yo tenía mucho que aportar, no se me había dejado aportar. A lo mejor yo no había hecho por que se me escuchara, pero había una oportunidad de hacer la compañía rentable como la estamos empezando a hacer. Tuve el apoyo de mi hermano y de mi mejor amiga, Carmen Piñeyro, que me dijo 'si tú tiras hacia adelante, yo te apoyo en todo'. Empecé en contra de todo el mundo. Nadie daba nada por mí. Era una empresa basada en la gestión personal y nadie creyó que yo era lo suficiente maduro o capaz.
P.- ¿Cuándo pasó Festa a ser suya?
R.- Presenté una oferta para quedarme con la marca. No podía quedarme con las tiendas, sólo con la marca. Todo se ha hecho con recursos propios y sin ningún tipo de financiación. Hice una oferta en el proceso del concurso y se me adjudicó la marca en octubre de 2021. Yo tenía registrada otra marca por si esta no salía, pero yo quería que saliera esta. Empecé con una tienda en un centro comercial de Aluche, en Madrid. El cambio fue radical. Yo venía de una Festa con 200 trabajadores y ahora me veía con tres empleados. Ni he tenido ni tengo miedo a enfrentarme a eso, al trabajo, a la lucha. Vivir de la nostalgia del pasado no sirve para nada aunque soy una persona nostálgica como gran amante de las antigüedades.
P.- ¿Es usted un emprendedor o un kamikaze?
R.- Mira, el otro día me decían 'yo pensaba que tú, siendo el dueño, no trabajabas los fines de semana'. A ver, yo creo en el esfuerzo, pero no porque quede bien creer en el esfuerzo. Es que hace 100 años nos dedicábamos al campo y ahí lo que teníamos eran árboles y animales. Los animales no saben que existen los fines de semana, ni las vacaciones ni nada por el estilo. Los naranjos que tenían mis antepasados se secaban si no se regaban cada diez días y la cosecha se iba a tomar viento. Creo en la cultura del esfuerzo, pero no por presumir, es que uno vive lo que hace y no te importa que te llamen un domingo. Yo me despierto todos los días a las cinco de la mañana pensando en cómo mejorar los precios, cómo mejorar el producto y cómo hacer que me compren más.
P.- ¿Nos enseñan a emprender o nos empujan a depender?
R.- Yo he vivido la vida funcionarial por mis padres, y ni mi hermano ni yo hemos tenido ese interés por mucho que mis padres lo hayan intentado, sobre todo mi madre. No nos enseñan a emprender porque hay un miedo tremendo al fracaso. La clave del éxito es superar las frustraciones del día a día y no tener miedo al fracaso. Si este proyecto fracasa, que no va a fracasar, nos reinventaremos. La ropa que Festa vende es un producto de primera necesidad, como el pan. No vendo florituras, sino algo que la gente de verdad necesita para vivir, para ir a la calle, para trabajar. Nuestro discurso no está basado en la filosofía, como lo veo en otras marcas. Parece que por no hacer cosas excéntricas no es moda. La moda que yo hago es industria, yo quiero crear puestos de trabajo y recuperar el tejido industrial de este país.
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P.- ¿Por qué hay tanto complejo con estos nuevos diseñadores que quieren ser Balenciaga o Valentino?
R.- Esa gente que quiere ser Christian Dior y se queda en un ejercicio de narcisismo personal lo que tiene que hacer es ir al psicólogo y resolvérselo. Con esa intención ni comen ellos ni dan de comer a nadie. Están, simplemente, intentando cumplir las expectativas de sus complejos. Yo admiro a mucha gente, empezando por Saint Laurent, pero no pretendo ser Saint Laurent. Yo quiero ser el Mercadona del retail, el Mercadona de la moda. Vivir la vida de los demás sólo lleva al vacío y la insatisfacción. Ahora con el tema de las redes estamos muy enganchados a vivir la vida de los demás y eso nos vacía. Con el único que se acuesta uno todas las noches es con uno mismo.
P.- ¿A dónde quiere llegar Festa?
R.- Queremos llegar a gente que no se siente identificada con las grandes marcas del mercado que todos conocemos. Y ahora que se habla tanto de la España vaciada, pienso en esas mujeres que tienen ese punto de folclore, más overdressed, más costumbrista… lo que comúnmente, y con todos mis respetos, llaman "marujas". Yo no he venido al mundo de la moda a cambiar a los demás, he venido a hacerles la vida más fácil. Por vender ropa asequible no vendo ropa menos digna.
P.- ¿Se imaginaría un día a la reina Letizia vestida de Festa? Ella ya ha lucido Zara y Mango, que son el estándar de la moda democrática, aunque también viste de primeras espadas de la moda, grandes diseñadores patrios.
R.- Bueno, sí, esa gente que vive de subvenciones y desprecia marcas como la nuestra. Me fastidia bastante todo este tema de los diseñadores españoles. Es un espejismo de la realidad. En España no hay industria de la moda, lo siento mucho, pero viven de subvenciones. Y encima nos desprecian a nosotros, que vestimos a la mujer española de forma masiva. Yo puedo tener los mismos referentes de Balenciaga, Pertegaz o Poiret y una biblioteca, sin ningún tipo de pretensión, muy extensa como la que tengo, sin creerme nada. Ya está bien del discurso elitista de la moda.
P.- No escape de lo que le he preguntado. ¿Letizia vestida de Festa?
R.- La reina Letizia vestida de Festa estaría bien, aunque ella es muy institucional. A mí a quien me ilusionaría ver vestida de Festa es a Ana Patricia Botín, por eso he abierto tienda en Santander.
P.- ¿Qué análisis hace de que la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid sea la única pasarela del mundo subvencionada?
R.- Mira, cuando Anna Wintour vino a Madrid, todo el mundo le hablaba del diseño, la filosofía, la creación… y ella se extrañó de que nadie le hablase de la industria de la moda. Ella representa a la industria. Tenemos una parte romántica absurda, que quizá tenga que ver con nuestra raíz católica no monetaria, pero que es un error total. Anna Wintour preguntaba dónde está el business. La moda es business y yo estoy aquí para ganar dinero, crear puestos de trabajo y que los talleres se mantengan. Conozco marcas de moda española de grandes diseñadores que venden tres vestidos diarios. Así no vamos a ninguna parte. Así no se le da de comer a la gente.
"¿La reina Letizia vestida de Festa? Estaría bien, pero mi ilusión es ver a Ana Patricia Botín, por eso he abierto tienda en Santander"
P.- ¿Festa es un producto 100% made in Spain, inclusivo, ecológico y fluido?
R.- Cuando se dejó de apostar por la ropa hecha en España nosotros continuamos haciendo la gran mayoría de la producción aquí. Hoy eso sigue igual. Es producto de proximidad.
P.- ¿Por lo sostenible?
R.- Exacto. Con talleres en España y Portugal y con una moda adaptada al cuerpo y a la realidad de muchas mujeres. Una moda que no desprecia a nadie. Nosotros tenemos actualmente ocho tallas y vamos a tener nueve: de la 38 a la 54. No desestimamos a nadie. En nuestra tienda cabe todo el mundo y damos alegría a todas las mujeres. Empezamos en noviembre y vamos a abrir la quinta tienda este verano -Madrid, Valencia, Gijón, Santander y Bilbao-, más el shop online. Todo eso es gracias a que somos un equipo joven, ilusionado, con ideas nuevas y también gracias a todas nuestras clientas. Algunas de ellas se hacen horas y horas de coche para venir a nuestras tiendas a que las atendamos y las aconsejemos.
P.- ¿Sus prendas tienen género entonces?
R.- Si un chico quiere comprarse una blusa de Festa y ponérsela, como lo he hecho yo, pues adelante. O un pantalón. A mí siempre me ha interesado más la ropa de mujer que la de hombre. En mi armario hay muchas cosas de mujer y me da igual. Uno nace desnudo y todo lo demás, como dice RuPaul, es drag. El pensar si eso es de hombre de mujer sólo habla de los complejos y de las convenciones sociales. Eso es vacío y atrasado. ¿Porque un botón esté a un lado de la camisa es de hombre o de mujer? Es absurdo.
P.- ¿Y en qué se inspira?
R.- En todo. Desde una servilleta que me encuentro en una casa hasta la ropa vintage, que es un mundo que me apasiona y que conozco muy bien. Me puedo tirar 12 horas trabajando y después irme a una tienda que hay al lado de casa, que cierra a las 10 de la noche, y estoy allí buscando estampado para cambiarle los colores, el tamaño y ver prendas nuevas. No duermo por las noches pensando qué ofrecer a las clientas para que las motive y cómo mejorar lo que hago.
P.- Defina Festa con tres adjetivos.
R.- Sin complejos, sin tallas y buscando el mejor precio.
P.- Defina a Miguel Ferrer con tres adjetivos.
R.- Excesivo, apasionado y vitalista.
P.- Miguel, muchas gracias.
R.- ¿Ya? ¡Quiero más!