"Si no lo hacéis despacio os vais a llevar un taponazo. Lo importante es el juego de pies, despacio, despacio… En el campo, la táctica está a nuestro favor; pero en la ciudad, todo juega en nuestra contra. Si no vais despacio, os van a joder”, dice el instructor a sus seis alumnos. Están en medio de un ejercicio de ‘close-quarters combat’ (CQC); de combate urbano, casa por casa, como el que se van a encontrar en el frente de guerra ucraniano.
Los edificios están simulados por paredes de madera, con aberturas que hacen las veces de puerta. Tienen que pasar por delante de ellas en trinomios; dos delante, y uno detrás. El ejercicio consiste en ‘limpiar’ casas, por si queda algún enemigo remanente. Aunque es improbable, en una esquina de un pueblo ucraniano pueden encontrarse la bocacha de un AK-74 ruso que acabe con su aventura. Por ello, hacerlo bien antes es esencial.
El ejercicio se desarrolla en un campo de entrenamiento escondido a las afueras de Binéfar (Huesca). El sol pega con fuerza y hace calor a media tarde. Todos están empapados por su propio sudor, cargan pesadas mochilas, placas antibalas y el resto del equipo. Se trata de simular lo máximo posible las condiciones de combate que se encontrarán en Ucrania. Por ello, la tensión es igualmente alta.
Sin embargo, todo esto no es nada en comparación con lo que vivirán en la guerra. Son conscientes de ello. Estos seis alumnos se han desplazado hasta aquí para que les enseñen los básicos del combate en el país y, de paso, conseguir un pasaje seguro al frente. Son los primeros participantes del curso de instrucción orientado al combate real en Ucrania que organiza la empresa de formación militar y policial GOA Tactical, con sede en Lérida.
Durante cinco días, estos alumnos han practicado combate en campo abierto, en trincheras, fabricación de explosivos caseros, primeros auxilios, tiro, combate urbano, defensa de posiciones fortificadas durante dos noches sin dormir, asalto… Se han sometido a un estrés que su instructor, veterano de las fuerzas especiales y con seis meses en la primera línea de frente en Ucrania, se ha encargado de hacer lo más parecido a lo que él ha vivido allí. Pero advierte: “Nada te prepara para lo que te vas a encontrar”.
EL ESPAÑOL | Porfolio les ha visitado en una de sus intensas sesiones. Su postura hacia la prensa es hostil. No quieren ser identificados con ningún dato –ni siquiera la edad– que pueda dar pistas a sus conocidos y, sobre todo, al enemigo, sobre su participación en la guerra. Ni mucho menos quieren aparecer delante del objetivo de la cámara. Algunos lo han dicho sólo a sus familiares cercanos. “No ganamos nada y tenemos muchos que perder, ¿me entiendes?”, dice uno de ellos a este periodista.
Primeros alumnos
Al contrario que en otros conflictos, como fue el caso de la anterior guerra de Siria, el Gobierno español no impide que sus ciudadanos viajen como voluntarios a combatir al lado de las fuerzas ucranianas. Al menos, no es ilegal. En Ucrania, no hay mercenarios o empleados de compañías de seguridad privadas (PMC, por sus siglas en inglés), pero sí combatientes extranjeros a sueldo del Gobierno de Kiev.
En función de la unidad, la experiencia y la participación en acciones de asalto, el sueldo va desde los 2.800 euros al mes en unidades de combate a 900 en tareas de retaguardia. No es un sueldo alto como para jugarse la vida. Por ello, quienes están en el curso de GOA Tactical no quieren ir a Ucrania por dinero. “Tenía mi trabajo y he pedido una excedencia para poder ir al frente”, dice uno de ellos.
Su razón no es otra que entrar en combate. Se hicieron soldados para ir a la guerra y nunca han estado en ella. Ahora tienen una oportunidad. “Tengo una espina clavada y necesito quitármela”, explica otro, exlegionario, casado y con hijos, y que ha sido contratista de seguridad en misiones en varios lugares del mundo; por ejemplo, como escolta de barcos mercantes en el Golfo de Adén.
“Lo entiendo”, dice el instructor sobre las motivaciones de sus alumnos. “Piensa que Ucrania es el Mobile World Congress de la guerra, y para meter la cabeza en este mundo de la seguridad y coger experiencia real de combate, ahora mismo tienes que pasar por ahí. Quienes lo hacen por dinero vienen de otros países más pobres, por ejemplo, de Sudamérica”, prosigue.
Los primeros alumnos del curso son españoles y han pasado por el Ejército o cuerpos policiales de élite. Vienen de la Legión, del Regimiento de Cazadores de Montaña… Sus edades van desde los veintipocos a veteranos que pasan los 40, como es el caso del exlegionario. Por sus acentos, proceden de Cádiz, Asturias, Aragón… Algunos han sido contratistas, otros han participado en misiones internacionales… Pero ninguno ha entrado en combate. No al menos como el que su instructor describe que ha vivido en Ucrania.
Boina verde
El instructor estuvo desplegado seis meses en el país, en dos tandas de tres cada una con unos días de descanso en medio. Ha combatido en unidades de asalto de voluntarios extranjeros en ciudades como Járkov, Sloviansk y a lo largo de la línea de frente del Donbás: “No hay nada como eso”, repite este instructor, con un dilatado currículum en operaciones militares en medio mundo.
Su trayectoria no es cualquiera: esquiador de élite, exoperativo del Mando de Operaciones Especiales (MOE o ‘boinas verdes’) del Ejército de Tierra y de la Legión Extranjera Francesa, se ha sometido a los entrenamientos más duros en Alicante (donde está la base del MOE) y la Guyana (donde entrena la Legión Extranjera), y ha participado en misiones de combate real y de alta peligrosidad en los rincones más calientes del planeta. Pero Ucrania, reconoce, ha sido su experiencia más dura.
Acostumbrado a operaciones quirúrgicas con las fuerzas especiales francesas en África y Sudamérica, el de Ucrania ha sido un viaje a un infierno de drones, trincheras, minas, barro y guerra total. Llegó poco después del inicio de las hostilidades, en 2022: “Me presenté en la frontera con Polonia y dije que quería ayudar al país. Sentía que tenía que ir. Pero me pasé un mes por mi cuenta, cubriendo los gastos de mi bolsillo”.
El instructor se incorporó después a un batallón extranjero de hispanohablantes, hizo contactos y, tras entablar numerosos combates, regresó. Fue entonces cuando, junto a su amigo Francisco ‘Cisco’ Galván, el dueño de GOA Tactical, se le ocurrió lanzar el curso. Por él, la empresa cobra 700 euros a cada participante con los materiales y comidas incluidas.
“Casi ningún español tiene experiencia en una guerra así. Pero, sobre todo, lo que vi es que muchos voluntarios van a la frontera y lo pasan mal porque no saben adónde ir. Tenemos cero información sobre lo que nos vamos a encontrar, y está bien que alguien que ha estado se lo explique de primera mano”, dice el instructor.
“Miedo no da”
Por ello, para los participantes en el curso de GOA, lo más importante no son los conocimientos adaptados al conflicto ucraniano que puedan aprender en cinco días, sino el asesoramiento y los contactos que les ayuden a llegar desde el primer día a un batallón adecuado, formado por hispanohablantes; a recibir un sueldo de Kiev e incluso a conocer a compañeros con los que viajar juntos al frente desde España.
“Hasta que no estén ahí no sabrán lo que es. Muchos se volverán el primer día. Se cagarán encima, pero de forma literal”, dice el instructor. “De este primer grupo, hay tres muy buenos: tienen un buen entrenamiento y podrán estar en una unidad de seguridad, que son las que van después de las de asalto”, prosigue.
“En los batallones de asalto sólo hay miembros de operaciones especiales de una treintena de países: canadienses, estadounidenses, brasileños… Del grupo que tengo, también hay alguno que podría hacerlo bien con ellos. En general, de los seis, cinco están listos para ir a combatir a Ucrania. Pero no por el curso, sino por su entrenamiento previo. Hay uno que está un poco verde y no le aconsejaría ir”, añade el instructor.
Éste último alumno, de hecho, es el único del grupo que ya ha estado en Ucrania, pero en la retaguardia. “Estoy en el curso porque sin experiencia no hay desarrollo. Quién sabe si volveré”, asegura en conversación con este periódico en un receso del ejercicio CQC. “Tengo una ventaja que ellos no tienen, y es conocer el infierno en primera persona. Aquello no es como lo pintan”.
El exlegionario, por su parte, habla de sus sensaciones previas a ir al frente: “Miedo no da, pero respeto sí. Al final, es nuestro trabajo, ¿no?”. A él, lo que más le gustaría es ser instructor, pero está en el curso concienciado para entrar en unidades de combate, como todos los demás.
100 solicitudes
Desde que GOA Tactical anunció a principios de septiembre que impartiría esta formación, el instructor ha revisado más de 100 currículums de perfiles interesados en pasar por su campo de entrenamiento. El ex boina verde hace una criba exigente y a muchos los descarta. “Sólo selecciono a los que tienen una base mínima para lo que es aquello”, señala.
En este sentido, se expresa de forma parecida al alumno que, como él, también ha estado en Ucrania: “No es una experiencia fácil. Los malos, son malos; pero los buenos, no son tan buenos. También hay corrupción en las propias fuerzas ucranianas y si caes en el batallón equivocado, puedes pasarlo muy mal y, sobre todo, no volver”, explica.
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Pese a su dura experiencia, el instructor volverá al frente: “Me gusta mi trabajo. Tengo un hijo de cinco años y he visto a niños huérfanos de su edad allí. Si a mi hijo le pasase lo mismo, me gustaría que hubiera gente como yo que fuera a ayudarle. La gente está sufriendo”.
Pero mientras prepara su segundo viaje, se dedica a formar en lo básico a quienes tienen la intención de combatir en el país. Desde GOA Tactical insisten en que no son una compañía de mercenarios que envía a combatientes a Ucrania. Sólo es una empresa de instrucción que ofrece este curso quien quiera apuntarse de forma voluntaria sin necesidad de ir luego al país. La escuela tiene un amplio catálogo de programas formativos en España y en países como Argentina, Israel, Nigeria, Togo, Congo, Guinea Ecuatorial, Gabón, México y Brasil.
De hecho, los cursos más duros de GOA Tactical –es decir, con municiones letales– se desarrollan fuera de España. Aquí, la ley sólo permite usar armas reales para prácticas de tiro, pero no para otros ejercicios. Por este motivo, los alumnos del curso de preparación para el combate en Ucrania hacen todas las pruebas con réplicas de armas reales y munición no letal.
El curso les ofrece preparación para el combate urbano, aunque es el escenario que los combatientes extranjeros menos se encontrarán. “Limpiar un pueblo es lo más aburrido, hay que tener paciencia. Los rusos no son 'kamikazes'. Ninguno se quedará esperando a que vengáis después de que hayan pasado los de asalto. Pero siempre hay que estar preparados para lo que sea”, insiste el instructor a los alumnos.
El escenario en el que se verán envueltos en la mayoría de ocasiones es el de combate a campo abierto y la defensa de posiciones: guerra de trincheras, granadas, bombardeos de mortero y artillería, y lucha casi cuerpo a cuerpo con el enemigo. Por ello, el instructor también les enseña a preparar bombas y minas antipersona; y otros mil recursos de la guerra de guerrilla con lo que van a encontrar allí.
El instructor y sus seis alumnos se reúnen en torno a una mesa, donde el primero les enseña a fabricar una mina antipersona atando una granada de mano a un árbol con hilo de pescar. También les muestra cómo hacer otras trampas con explosivo plástico. Las preguntas no cesan: “¿Ahí se usa lo que sea para el explosivo, no?”. “¿Cuerpos también?”, pregunta otro en referencia si se hacen trampas explosivas con cadáveres…