11 febrero, 2024 02:46
David G. Maciejewski José Ramón Pérez

El sector primario español ha estallado. Los tractores de los agricultores inundan las principales arterias del país. A la francesa. Ya hay heridos. Y decenas de detenidos. Los protestantes han inundado carreteras y autovías en Logroño, Pamplona, BarcelonaOviedo, Vitoria, Málaga, Burgos, y hasta han cercado la casa de la presidenta navarra, María Chivite, el Parlament de Cataluña, y han amenazado con colapsar los premios Goya en Valladolid. El siguiente objetivo es Ferraz, en Madrid, este sábado, en una movilización convocada por la Plataforma 6F, pese a que el ministerio de Interior ha asegurado que las movilizaciones de los agricultores no son permisibles y ha desplegado, en respuesta, a cientos de antidisturbios para frenar su llegada a la capital.

"La culpa es del colapso burocrático, que no les ha hecho llegar la petición", aducen fuentes de la plataforma que representa a los revolucionarios rurales. A ellos les da igual: los motores seguirán rugiendo, las protestas continuarán al grito de 'nuestro fin será vuestro hambre', el hartazgo será el combustible de su indignación. "Este, sin embargo, no es el modo de hacer las cosas", señala un miembro de otra organización que representa al sector y que prefiere no revelar su identidad.

Más allá del debate sobre la legitimidad de las protestas convocadas frente a Ferraz, el campo, en general, no aguanta más el deterioro de las relaciones con Moncloa, con Bruselas, con los representantes autonómicos. "Nuestro principal mal es el desconocimiento político. Se llame Parlamento Europeo, Consejo Europeo, Congreso de los Diputados o asambleas regionales. No hay políticos con conocimiento del campo, del color que sean", claman varios agricultores consultados por EL ESPAÑOL | Porfolio.

Las protestas son la punta del iceberg de un mal que lleva gestándose desde hace décadas. El campo de 2024 no es el campo de finales de los años cincuenta, cuando el modelo productivo aún se sustentaba en la agricultura tradicional. Poco a poco, el sector ha tenido que modernizarse e introducir nuevas técnicas de producción y cultivo. Un proceso de mecanización cuya actualización continúa en nuestros días, y que ha supuesto una inversión millonaria y una adaptación a marchas forzadas a cambio de pingües beneficios.

"El campo ha pasado de tener una producción agraria de autosuficiencia, que generaba para su entorno más cercano, a ser una potencia exportadora en prácticamente todas sus áreas", explica Cristóbal Cano, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) en Jaén

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"La potencia de nuestro sector es fruto de una evolución, de los esfuerzos por modernizarnos. Los regadíos modernos, la incorporación de maquinaria que favorezca las labores de producción, la creación de verdaderos 'laboratorios' para la producción de aceite de oliva en Andalucía, los cultivos de frutos rojos bajo abrigo de Almería Huelva: hace cuarenta años todo esto era impensable. En los años 60 aún era frecuente labrar la tierra con arados romanos".

Los métodos de producción han cambiado, y eso ha facilitado la siembra, el mantenimiento, el regadío, la cosecha y la distribución. Eso ha convertido a España, según señala la propia Organización Mundial del Comercio, en el octavo país exportador de productos agroalimentarios del mundo. Sin embargo, a pesar del avance tecnológico y del músculo productivo nacional, el descontento es cada vez más notorio entre los agricultores. España es potencia, pero eso no se traduce en un enriquecimiento del campo. Al contrario, la rentabilidad del sector primario "está en jaque", alerta Cano.

"El problema es que detrás de esas macrocifras no tenemos una rentabilidad real. Las empresas de distribución se quedan los beneficios. Nuestros limones se pagan a tres céntimos la unidad, pero luego se venden a dos euros el kilo en los mercados. ¿Vemos cerrar a alguna empresa de distribución por la sequía? No, ¿verdad? Pero muchos compañeros agricultores sí se han arruinado porque les sale más rentable dejar sus productos en el árbol que venderlos", denuncia el representante de UPA. "Esto antes no era así".

"Muchos productos del mercado provienen de otros lugares, o se compran en España a precios ridículos", continúa el agricultor. "El margen se lo queda la distribución. El sector tiene una escasa rentabilidad. Los costes de producción no paran de crecer, pero no se paga más. No estamos cobrando precios justos". La modernización cuesta; producir más porque los precios suben y la rentabilidad es menor, también. Más trabajo y más cantidad de unidades a cambio del mismo beneficio. Algo falla.

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España, por ejemplo, importa productos de terceros países que no cumplen con los rígidos estándares fitosanitarios que se exigen a los agricultores de la Unión Europea. Así lo denuncia Luis Cortés, coordinador estatal de la Unión de Uniones. Por ejemplo, asegura, el 63% de las materias activas autorizadas para tratar las plantaciones de Brasil no están autorizadas en Europa, pero se venden aquí.

¿Qué ha cambiado para que se reduzcan los precios? "Antes había una mayor protección de las fronteras", continúa Cortés. "Cuando venían importaciones, tenían aranceles para no hacer competencia desleal a los productos españoles. Hace 30 o 40 años se aprobaron los acuerdos de comercio de la OMC, y cuando se abrieron las fronteras, comenzaron a entrar en la UE los productos sin aranceles". Eso redujo la competitividad de los productos nacionales y comenzó a asfixiar al campo.

Eva Marín, representante de ASAJA Joven, secunda esta idea. "Mientras que en Europa hemos seguido produciendo con altos estándares de calidad, por nuestras fronteras entran productos que no cumplen con las mismas reglas del juego. Es imposible competir. Aquí, además, podemos demostrar toda la trazabilidad de un producto: cualquiera puede saber lo que me ha costado producir un grano de trigo, mientras que en otros países no sabemos ni cuántos salarios les pagan a quienes trabajan en el campo. Vamos cuesta abajo y sin frenos".

Antes una familia podía vivir del campo, recuerda la representante de la Asociación Agraria Jóvenes Agricultores, heredera de una familia agricultora. "Podía pagar carreras a sus hijos y prosperar con menos cantidad de animales y de hectáreas. La entrada de España en la Unión Europea supuso un antes y un después en cuanto a burocracia y a precios. Desde entonces, el modelo agrario se ha deteriorado. Ha habido una progresión negativa desde los 70 hasta hoy. Desde Bruselas han llegado políticas y medidas completamente ecologistas y radicales, y no se ha tenido en cuenta nuestra voz ni se nos ha valorado a la hora de legislar"

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"Y eso que nosotros somos sostenibles y ecológicos", denuncia. "Podría repasarte todos los ODS de la Agenda 2030 y los cumplimos. Mientras, dejas que China y Marruecos hagan lo que quieran. No puede ser que un país contamine más que un continente entero. Tenemos que revisar los acuerdos y los tratados con terceros. Es lo que tanto se habla últimamente de las cláusulas espejo: si a mí me exigen algo, yo exijo que lo hagan los demás. Si me dejas vender un producto y quieres vender el tuyo, que sea con igualdad de condiciones, no con ventajas competitivas".

Varios tractores en línea durante las protestas de los agricultores.

Varios tractores en línea durante las protestas de los agricultores. Europa Press

El origen del problema

Hace treinta años, una explotación de siete hectáreas daba de comer a una familia de agricultores, señala Luis Cortés. "Hoy en día no hay explotación de tomates que tenga menos de 25 hectáreas porque no sale rentable. Hace unas décadas el precio también era muy superior al de ahora. Se ha devaluado el precio de los productos, y ahora necesitas tener más unidades de producción a menor coste para poder rentabilizarlo".

Otro cambio que se ha producido en las últimas décadas es el de la especialización de los cultivos. Antes, la producción estaba más distribuida entre las diferentes comunidades autónomas. En una misma finca podía haber tomates, pimientos, remolachas y espárragos, pero hoy hay territorios especializados en un tipo de producción. En Extremadura se cultiva el tomate y cereales como el trigo, la avena y la cebada. En Castilla y León, la remolacha y los cereales, especialmente el centeno y el trigo. Castilla La Mancha es bien conocida por su vino, igual que La RiojaCataluña es uno de los principales productores de fruta y de ganadería porcina. Aragón luce su cereal y su fruta de hueso. Valencia es famosa por sus cítricos. Galicia y Asturias destacan por su ganadería.

"El problema es que toda zona productora que no haya sido capaz de competir ha desaparecido. Al tener menos opciones y cultivos más especializados, si uno falla, como ha ocurrido este año con el maíz, se arruina. Si antes venía mal el tomate o la remolacha, siempre te quedaba producir otra alternativa. Ahora, como hablamos de monocultivos, automáticamente podemos quedarnos fuera. España era potencia triguera, producía mucho espárrago blanco, pimiento de piquillo y pepinillos".

Sin embargo, continúa Cortés, "hoy los arroceros extremeños de las Vegas del Guadiana se están arruinando por la importación de arroz de Birmania. Cuesta menos una lata de espárragos de Perú que producirla aquí. Es más barato producir pepinillos en el norte de África porque requiere de mucha mano de obra, y allí no se pagan buenos salarios. Se ha devaluado el precio de todos los productos. Se mantienen los precios bajos y debemos tener más producción a menor coste para poder rentabilizarlo. Menos rentabilidad, más producción".

Otro de los sectores damnificados es el ovino. "Se está arruinando. El sector de los ovinos de leche dentro de unos años va a ser de lujo, porque entre la falta de mano de obra y la escasez de relevo generacional, cabrero que jubila, rebaño de cabras que desaparece. Producir cereales también va a ser un lujo, porque estamos haciendo importaciones de tal nivel, especialmente desde Ucrania, con las que en modo alguno vamos a ser capaces de competir".

A pesar de las deficiencias del sector, España sigue siendo una potencia mundial en la producción de frutas y hortalizas, algo que se ha mantenido estable en las últimas décadas. "De ahí viene el cabreo de los franceses", sugiere Cortés. "¿Por qué nos vuelcan los camiones? Porque por nuestro clima podemos conseguir fresas en febrero, pero ellos hasta mayo nada. Cuando su fruta entre en el mercado, está saturado de la española. En olivar y viñedo podemos hacer vino y aceite a mejor coste de producción, más barato que en la UE y con una mejor calidad. Somos muy competitivos, pero si nos dejaran lo seríamos más". 

Menos inversión y falta de relevo

Otro gran problema, consideran las fuentes consultadas, es el deterioro de la inversión que ha hecho Europa en materia de agricultura. "Debemos darle perspectiva histórica a la PAC", señala Cristóbal Cano. "En los años 70, cuando aún estaba la Comunidad Económica Europea, el presupuesto de la PAC era de un 87%. En 1992, bajó a un 60%. En el 99, al 50%. La actual PAC que tenemos supone el 30% del presupuesto de la Unión Europea. La UE le ha dado al sector una importancia decreciente, mientras que el nivel de exigencias aparejadas ha ido creciendo. No se puede hacer más con menos". 

A pesar de haber crecido el músculo productivo agrario, la importancia macroeconómica del sector agrario se ha reducido. Tal y como señalan Carlos Abad, José Luis García Delgado y Cándido Muñoz Cidad en su estudio La agricultura española en el último tercio del siglo XX: principales pautas evolutivas, en cuatro décadas la agricultura española, que representaba a la mitad de la población activa en 1950 y el 30% de la producción final del país en su PIB, pasó de suponer menos del 10% de la mano de obra activa en 1993 y el 3,5 del PIB. Actualmente hay poco más de 600.000 perceptores y el sector agrario genera, a fecha de 2021, un 2,6% del PIB.

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"La caída tiene su explicación en los cambios que han experimentado los modos de producción y las pautas de consumo alimentario de una sociedad moderna respecto de los parámetros que seguían dichas actividades en el marco de una sociedad básicamente agraria", señalan los autores.

"El tránsito se da porque se pasa de una cultura de carácter tradicional, basada en el aprovechamiento de un ciclo casi cerrado de los procesos biológicos naturales –medios de tracción, mejora en los sistemas de fertilización, siembra y alimentación del ganado, así como la comercialización de los productos–, a una agricultura como la ctual, donde se emplean medios de producción fuera del sector y en la que los bienes son procesados y sujetos a intermediaciones, lo que les resta significado".

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La falta de jóvenes que se dediquen a la tierra es otro de los factores que pesan sobre el futuro del campo. "Hay muy poca gente joven", señala Eva Marín, de ASAJA. "Las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística (INE) vienen a sugerir que en 10 años no habrá nadie que labre las tierras y cuide a nuestros animales. Claro que hay gente que se incorpora a la actividad agraria, pero desaparecen 75.000 explotaciones agropecuarias cada año". 

"Todos los sectores de producción se encuentran al borde del colapso", predice Marín, quien apoya las tractoradas nacionales e incluso la llegada a Madrid de Plataforma 6F. "Todo agricultor tiene mi respeto. Yo les apoyo. Yo ya he entrado en manifestaciones en Madrid, pero tampoco sé si es la solución. De momento, mi manifestación la haré con mis compañeros de Toledo el día 14. Veremos cómo estamos dentro de unos meses".