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Hace años que vemos más a Jorge Javier Vázquez (Badalona, 1970) que a nuestra madre y a veces hasta nos cae mejor que ella, porque no nos regaña y nos deja ser livianos, porque suaviza la tragedia de la vida y vuelve la alegría una alcanzable necesidad: un día entró en nuestro salón con su descacharrante familiaridad y ya nunca más se fue, ya nunca más dejó de acompañar las tardes y las noches de media España herida de rutina que necesita de Sálvame para inyectarle salsa a todo este tedio.
Esta vez vamos a entrar nosotros en su casa, que ya nos toca: cogemos un taxi camino a su bellísima mansión en La Florida, con su piano de cola, con su barra americana, con sus cortinas de terciopelo rojo y teatral, sus alfombras de cebra y sus libros de Tamara de Lempicka. Por las enormes escaleras de caracol parece que está a punto de bajar Bette Davis. Tanto verde tras los cristales, tanta luz, tantos galgos paseando felices sus dominios y estirándose en la piscina con el hociquillo al sol. Está claro que nos cambiábamos por ellos. Les mima hasta la extenuación. Y, de alguna manera tierna, esa imagen extravagante y conmovedora del hombre exitoso y solo en una enorme casa llena de perros salvados del apaleamiento redondea su leyenda.
Toma un té caliente. Está resfriado. "Oye, pero a pesar de eso, qué buen color gastas", le digo. "Es que vengo de estar en la playa", guiña. "¡Ah!, ¿y en qué playa?". "¡En una muy lejana, hija!". Y ya nos reímos. Lo mejor de Jorge es su risa. Da la sensación de que cuando se ríe, no se protege; y quizás sea ese el único momento de auténtica liberación- Es infantil, adictiva, encantadora, es desopilante en sí misma y bien brava, imposible de contener aunque lo intente. Domesticar esa risa es como ponerle la montura a un caballo loco. Y menos mal, porque cuando se enfada también da miedo.
Digamos que Jorge tuvo que dejar de ser tímido a la fuerza porque la vida le zarandeó y le avisó pronto de que tenía grandes planes para él: apenas le dio tiempo de detenerse en sus traumas, en sus taras, en sus dolores. Toda una huida hacia adelante. Tanta velocidad, tanto brillo: como en los sueños en los que se conduce sin manos en una carretera eterna. Ahora debe de estar algo cansado de llevar esa estrella que pesa tanto, que diría Isabel Pantoja. O, como cantaría Julio Iglesias, de tanto correr por la vida sin freno, me olvidé que la vida se vive un momento; de tanto querer ser en todo el primero… me olvidé de vivir los detalles pequeños.
Eso relatará en esta charla, pero cuántas más cosas habitan su cráneo privilegiado, su simpatía un poco herida, su energía desorbitada. Después de sus jornadas maratonianas en televisión, llega al Teatro Reina Victoria con su obra Desmontando a Séneca, acerca de la brevedad de la vida -¡pero con tanguillos y bata de cola!-. De la suya también, con aquel terrible ictus que le dio mientras bailaba feliz en la noche y después del cual siguió bailando. Jorge lo sabe. El show siempre debe continuar.
Pregunta.- Estás en todas partes. Nos tienes rodeados. ¿Cómo es Jorge Javier cuando nadie le ve, como cantaba Alejandro Sanz?
Respuesta.- Me da mucha vergüenza hablar de mí mismo. Creo que soy una persona bastante seta. He perdido mucho con los años. Antes me encantaba salir muchísimo, ir a cenar, divertirme y tal. Ahora prefiero estar encerrado. Antes siempre tenía la sensación de que si me quedaba en mi casa, me perdía algo. Me da pena, porque pierdes curiosidad… y si no tienes curiosidad, no tienes nada. Quiero recuperar lo lúdico de nuevo.
P.- Hay algo en el recogimiento que tiene que ver con la sabiduría.
R.- Tengo un trabajo en el que hay muchísimo ruido a mi alrededor. Cuando termino, quiero estar en mi casa, quiero estar tranquilo. Me gusta el silencio.
P.- Tú tienes mundo interior, que es algo que no puede decir todo el mundo.
R.- Me gusta mucho la soledad, pero he entendido que necesito contacto y necesito recuperar a gente que he ido dejando atrás por mi trabajo, por mis ganas de estar solo, por mi comodidad… a mí ya nadie me propone planes porque saben que siempre digo que no.
P.- Así que eres de esos, ¿eh? ¡Os conozco!
R.- Sí, y quiero luchar contra eso.
P.- ¿En qué lugares te sientes seguro?
R.- Me pasa que tengo miedos anticipados, ¿sabes? "No voy a ir a cenar porque a lo mejor es un poco pesado, me reconocerán…". Luego no sucede nada. Te creas tú mismo unas inquietudes absurdas… la vida no puede parar. De Madrid me gusta sobre todo el centro, para mí no hay otro Madrid. Más allá de Cibeles, Malasaña o Lavapiés no hay vida.
P.- ¿Te camuflas, te disfrazas para ir por la calle?
R.- A ver, ten en cuenta que son muchos años… yo ya he perdido ese control. Si alguien va conmigo me dice que no dejan de mirarme, pero yo ya no me doy cuenta.
P.- ¿Cuánto hay de teatro en la tele?
R.- En la tele hay mucho menos teatro de lo que la gente se piensa. Hacer teatro requiere tiempo, requiere estudio y dedicación. En la tele, el diario, diario, diario, te impide pensar. Lo malo de la televisión es que no te da tiempo para pensar. Tomo muchas decisiones al momento y a veces no son las adecuadas... pero son las que tomo, hija.
P.- ¿Qué película habla de ti, Jorge?
R.- Me impactó y me sigue impactando con el paso de los años Un lugar en el mundo, de Adolfo Aristarain.
P.- Muy reivindicativa. Es una película sobre la búsqueda de la dignidad.
R.- José Sacristán, Cecilia Roth… sí, sí. La vi hace treinta años en el cine, solo. Me gustaba esa reivindicación, como dices, esa generosidad entre seres humanos, ese compañerismo, ese ayudarse los unos a los otros. Triunfar en la vida no tiene nada que ver con el éxito. Triunfar es algo íntimo que tiene que ver con la satisfacción de lo que estás viviendo, pero no tiene nada que ver con que llenes los teatros o que te vea mucha gente en la tele. El triunfo es interno, la gente no influye en él.
P.- Esa película habla de lo malos que son los hijos de puta. Fuertes. Cruentos.
R.- (Ríe). Sí, pero también es una película esperanzadora. Y yo sigo creyendo en la gente, sigo teniendo esperanza.
P.- ¿Quién es el mejor presentador o presentadora de la televisión actual? Si tú eres el rey… ¿quién es la reina?
R.- En los programas de entretenimiento, sin lugar a dudas, estoy entre los mejores: sin lugar a dudas (ríe).
"La televisión soy yo"
P.- "Entre los mejores"… qué modestillo. Sólo faltaba que no.
R.- Me gustaría tener ese punto de chulería y decirte "pues mira, sí, soy el mejor".
P.- ¡A mí me gusta la gente que lo dice!
R.- Sí, total. Me parece muy divertido. Creo que los que trabajamos en este medio tenemos que tener ese punto de locura, porque yo no quiero ver a gente normal por televisión. Me gusta jugar, hay que jugar, joder, decirlo porque lo piensas o aunque no lo pienses, a ver qué pasa, pero me he dado cuenta de que la gente tiene muy poco sentido del humor. Y, además, tiene poco sentido lúdico de la vida.
P.- Literales en el peor sentido.
R.- Total, pero vamos, que estoy entre los mejores, seguro. Mi padre era muy aficionado a los toros y detestaba a Luis Miguel Dominguín, el padre de Bosé, porque acababa la faena y se paseaba por el ruedo así con el dedo [eleva el índice], diciendo "soy el número uno" (ríe). A mi padre, que era la persona más discreta del mundo, se lo llevaban los demonios. Pero a mí me hace gracia.
P.- Como cuando Dalí decía "yo soy el surrealismo".
R.- Eso es. Y la televisión soy yo (ríe). Eso es mucho mejor (se parte).
P.- Mójate un poco. ¿Quién es la mejor?
R.- Trabajan mejor en televisión las mujeres que los hombres, para mi gusto, tienen un componente de show más profundo. Siempre me ha gustado mucho Mercedes Milá. Viví la época de esplendor de Teresa Campos. Me gustaban muchas cosas de Ana Rosa. Son más libres las mujeres a la hora de hacer televisión, fíjate. No tengo referentes masculinos. No hay tíos que hagan televisión y me encanten.
P.- Séneca decía que a algunos se les considera grandes porque también se cuenta el pedestal. ¿Quién es la persona más sobrevalorada que has conocido?
R.- ¡Hostias! Es que te podría decir varias, pero ahí no me voy a meter bajo ningún concepto. Se empeñan los directivos en calzarles en programas… pero no, a la gente se les hace bola. Es lo que hay.
P.- ¿Cuál es tu mayor talento y cuál tu mayor tara?
R.- Mi talento es saber rodearme de gente con muchísimo talento. He tenido mucho olfato. Y la mayor tara… como dice mi amigo Óscar Cornejo, que es productor de La Fábrica de la Tele, para trabajar en televisión, cuantas más taras, mejor. Tengo un sinfín de taras.
P.- ¿De qué tipo?
R.- Emocionales, muchas. Muchas taras emocionales que me han mortificado a lo largo de los años y ahora me empiezo a quitar. Por ejemplo, complejos de culpa que me atormentaban. Convivir con ellos me ha hecho avanzar también en muchos aspectos. Creo que el dolor te mantiene vivo. Un dolor que madurar, que pensar, que calibrar.
P.- ¿Tú crees que eres una buena persona?
R.- (Se detiene a pensar). Yo creo que soy una buena persona… sí. Soy muy buena persona (se parte).
P.- ¿Esa risilla de detrás, qué, me lo desmiente?
R.- He sido muy egoísta porque me he dedicado muchísimo a mi trabajo. He tenido muchas inseguridades de "¿cuánto va a durar esto, cuándo caeré?". Yo no sé hacer otra cosa. He luchado contra esos miedos trabajando compulsivamente. Mi juventud la relaciono con la inseguridad laboral. Quizá por lo que veía en casa… no sé, pero he descuidado mi vida personal.
"Este trabajo me ha quitado muchas horas de vivir"
P.- Séneca decía que no existe el genio sin un toque de demencia. ¿Cuál es tu forma de sacar los pies del tiesto?
R.- Reconozco que soy muy adolescente a la hora de divertirme (se ríe). Yo quiero rebelarme contra mis 51 años. Quiero pasármelo bien, porque en mi juventud fui excesivamente responsable. Ni una locurilla, ni un Interraíl, ni un Erasmus. Llevé una vida de persona mayor desde demasiado joven. ¡Y no quiero, me niego a cerrar mi adolescencia!
P.- Cuando quieras, salimos de fiesta.
R.- Es que… la adolescencia es muy divertida. Ahora veo a señores de 51 años y me dan una pereza… Yo he hecho tonterías, me he quedado colgado, enamorado, de gente que no merecía la pena, me he basado en lo laboral, pero me voy liberando. Los 50 son interesantes también, ¿no? Es una edad en la que, salvo excepciones, ya sabes cómo te va a ir la vida. Hay muchas decepciones personales. Tú pensabas que la vida iba a ser otra cosa, que tu trabajo iba a ser otra cosa, quizás te sientes menos valorado de lo que pensabas… es una edad muy jodida porque te encuentras a gente que está muy quemada.
P.- Sabes lo mucho que has ganado, pero ¿qué has perdido, qué es irrecuperable para ti?
R.- Horas de vivir. Este trabajo ha sido adictivo.
P.- Tú eres rico, ¿no?
R.- (Ríe). Pues supongo que sí. Pero no multimillonario.
P.- Pero millonario sí.
R.- (Se parte). Ten en cuenta que soy la primera persona de mi familia a la que le ha ido bien, con lo cual yo no contaba con recursos anteriores. Todo me lo he tenido que currar yo. Tengo libertad. Mi máxima preocupación ha sido siempre: "Si esto se acaba, ¿puedo dejar de trabajar?". Y sí. Tendría que acomodar algunos gastos y tal, pero como estoy soltero y no voy a tener hijos… podría vivir sin trabajar. Conseguir eso a los 51 es como "joder, qué bien".
P.- ¿A quién le vas a dejar todo tu dinero?
R.- Pues mira, mi idea es no dejar absolutamente nada a nadie. Pateármelo todo yo en vida antes de morirme.
P.- No eres de guardar debajo del colchón.
R.- No, no, no, no. Mira que he sido austero, muy de ahorrar y tal. Y mi ex me enseñó a gastar. Hay que gastar, gastar y no tener mala conciencia por gastar.
P.- ¿Cuál fue uno de tus primeros lujos?
R.- A ver, yo tacaño nunca he sido. He vivido muy bien y me he pegado mis buenas vacaciones.
P.- Me alegro, porque es antierótico ser rácano.
R.- He salido mogollón a restaurantes, de viaje, ¡a vivir! El primer lujo… mira, a los 27 años me compré un piso que me dibujó en la arena de la playa un amigo mío que en ese momento estaba trabajando en El Mundo, Fernando Quintela.
P.- ¿Cómo es eso?
R.- Estábamos en Marbella con Carmen Rigalt, que la adoro. Yo quería comprarme un piso y Fernando Quintela se había comprado uno en Goya y lo había reformado. Con el dedito en la arena, empezó a dibujarme la distribución y tal y simplemente le dije "ah, perfecto, pues me lo quedo". Vino mi madre de Badalona, fuimos a verlo y me lo quedé. Firmado. Y en ese piso viví mucho tiempo. A mí me cuesta más comprarme un CD que un piso.
P.- ¿Por qué?
R.- Porque tengo mentalidad de rentabilidad y digo "bueno, un piso, no estoy tirando el dinero, tal".
P.- ¿Me recomiendas tres restaurantes de Madrid que te gusten?
R.- Yo le tengo mucho cariño al Miyama de la Flor Baja. El pato mudo me hacía gracia. No tengo tantos sitios de comer, siempre fui más de ir a beber (risas). La Manduca de Azagra me encanta también.
P.- ¿Tú qué relación tienes con Dios?
R.- La verdad es que escasa, pero durante una época tuvimos mucha, ten en cuenta que yo fui a un colegio del Opus Dei. Muchos de mis complejos de culpa vienen de ahí. A mí no se me manifiesta Dios, no, no. En la religión católica no encuentro yo mi acomodo. Soy más de energías y de cosas de estas. Es que la Iglesia se lo ha montado tan mal… parece que quieren echar a la gente (ríe). Creer… ¡es que es una cuestión de fe! Y ahora más que nunca. Me parece muy complicado.
P.- He leído que te has enamorado dos veces, una con 27 y otra con 37. ¿Qué sabes del amor que no sabías antes?
R.- No creas que tengo mucha experiencia…
P.- Anda, hijo.
R.- No, no, es que hay gente que dice que se ha enamorado muchas veces y tal, y yo digo "pues qué suerte". Yo me enamoro a primera vista o no me enamoro. Esto de "nos fuimos conociendo y enamorando" no me ha pasado. Y no creo que me pase. Soy de fogonazos, de impactos. Y mira, no me gusta nada que me mareen. Me han mareado tanto y he ido tanto detrás de tantos y tal, que ahora ya… ¡no! ¡Me niego! Ya tengo las cosas muy claras.
P.- ¿Y cómo eres tú cuando amas?
R.- Ya no me acuerdo (ríe).
P.- ¡Venga ya!
R.- A mí me gusta vivirlo como una película. No me gusta la cotidianidad, el despertarse en pijama durante varios días seguidos… si me volviera a enamorar, la convivencia la tomaría de otra manera. No quiero estar, como dicen los jóvenes, 24/7 con alguien. Sé lo que es llegar de trabajar y no querer hablar con nadie.
P.- Tú no quieres un amor civilizado, que dice Sabina.
R.- No. A mí me gusta el amor explosivo.
P.- A ti te gusta mucho Gil de Biedma, como a mí, y hay un poema suyo que dice que "para saber de amor, para aprenderle, haber estado solo es necesario; y es necesario en 400 noches, con 400 cuerpos diferentes, haber hecho el amor". ¿Estás de acuerdo con él? ¿Qué importancia tiene el sexo en la vida?
R.- El sexo tiene muchísima importancia en la vida, pero muchas veces para mal. Nos desconcierta. Es que hay una época de tu vida en la que quieres estar follando todo el día y no siempre lo consigues (ríe). Me acuerdo, hostia, de ese hormigueo sexual que era brutal. Es difícil volver a vivirlo. El sexo separa más que une. Para mí es fundamental tener buen sexo con mi pareja, si no… pffff (resopla). Next.
P.- Como a mí me gusta decir, no somos una ONG.
R.- (Ríe). Eso es. Cuando empiezas con alguien, tienes que hacerlo tres veces al día mínimo, si no, es que no, es que fuera.
P.- ¡Buena marca!
R.- Hija, es que… (ríe). Porque luego va desapareciendo. El sexo desune porque hay un momento de la relación en la que dices "¿lo estaré haciendo lo suficiente, me lo estaré pasando tan bien como antes, por qué ya no lo hacemos tanto?…". ¡Unos quebraderos de cabeza…! Hay que desdramatizarlo. El sexo provoca mucha frustración. Ojalá vivir el sexo con alegría, que es nuestra gran asignatura pendiente. Con toda esa capa eclesial… qué horror.
P.- ¿Has tenido muchos amantes?
R.- Antes sí, muchísimos.
P.- ¿Cuántos?
R.- No, no (ríe).
P.- ¿Más o menos que Julio Iglesias?
R.- No sé cuántos amantes he tenido, pero muchísimos, muchísimos. Ahora ya cada vez me cuesta más. Vivo muy lejos de Madrid centro. Si viviera en el centro lo tendría más fácil, ¿no? Es que ahora con el mundo de las aplicaciones… y yo no tengo…
"Tengo unos prontos demoledores. Está muy bien que yo no tenga poder"
P.- Perdona, pero que se llega a tu casa en taxi divinamente.
R.- Sí, pero entre que llegas y tal se te baja el calentón. Si viviera en Malasaña, el calentón sería otra cosa. Me lo he pasado muy bien y me lo quiero volver a pasar bien.
P.- El otro día vi un vídeo tuyo tremendo. Estabas en la puerta del Congreso, caminando, unos señores locos, unos auténticos gorilas negacionistas, te empezaron a perseguir y a insultar llamándote "terrorista", "hijo de puta"… Daba miedo el asunto. ¿Has tenido escolta o seguridad alguna vez?
R.- Mira, pues me puse muy contento por mi reacción. Me mantuve impasible y eso que soy de mecha corta. Me pregunto si podré reaccionar siempre así. Quizás no. Nunca he tenido escolta. Me hace mucha gracia, porque la gente se piensa que tengo mucho poder, pero no tengo ninguno. De verdad, ¿eh? Pero me hace gracia mi leyenda, que no tiene nada que ver con la realidad.
P.- ¿La gente piensa que tú manejas los hilos de España?
R.- (Se ríe). ¡Sí, sí, pero vamos, muchísimo…! Se creen que yo pongo, quito, tal. Jajá.
P.- Y si tuvieras poder, ¿qué harías?
R.- No, a mí no me gusta tener poder, yo no sirvo para tener poder porque soy mucho de impulsos y tomaría decisiones poco cerebrales. Tengo unos prontos demoledores. Está muy bien que yo no tenga poder.
P.- Abascal te llamó "millonario progre". ¿Qué tienes que decirle?
R.- Mira, no puedo negar que lo soy, como él no puede negar que es un cenizo.
P.- ¿Crees que el auge de partidos como Vox amenaza tu vida tal y como la conoces, tu integridad? Con sus llamadas al boicot, etc.
R.- A mí me parece que, desde luego, no ayudan. Me da pena que utilicen ese lenguaje tan poco elaborado. Tan mediocre. Les encanta apelar a las emociones más caducas, más superadas. ¡Que estamos hablando de la Reconquista de España…! Es ridículo. No entiendo que haya gente que vote a Vox, que haya gente joven que no vea que son unos carcas. Tan rancios. Utilizan la palabra "progre" para echar por tierra a alguien… ¡pero si yo eso ya lo escuchaba cuando era pequeño! Estamos hablando de cosas de hace 40 años, señores: que yo sé que a ellos les pueden gustar mucho los 40 años porque les recuerda a la dictadura.
"No puedo negarle a Abascal que soy un millonario progre, igual que él no puede negar que es un cenizo"
P.- En horario de máxima audiencia has contradicho sus discursos, y eso muchos medios no lo han hecho.
R.- Es básico. No es que yo quiera imponer mis ideas. Mis ideas tienen que ver con que tú no pierdas libertades. ¿Cómo alguien puede votar a un partido al que no le gusta la libertad?
P.- Bueno, ahora te hacen elegir entre comunismo o libertad.
R.- Es que me parece cutre que la gente se trague esa bola de "comunismo o libertad". O lo de "más ganadería y menos comunismo". ¿Por qué hemos acabado así? Están todo el día con el "comunismo"… hace ochenta años no se usaba tanto la palabra como ahora.
P.- ¿Qué le preguntarías a Ayuso si fuese a Sálvame?
R.- Mira… no entiendo el fenómeno Ayuso. Pero esto es una democracia y la han elegido.
P.- Decías en tu columna de Lecturas que ahora eres un "mal madrileño".
R.- Claro, es que ahora todos los que no hemos votado a Ayuso resulta que no nos gusta Madrid, que no queremos a Madrid. Nos cuentan otra vez lo de la España buena y la España mala. Ahora hay dos Madrid, parece. ¿Entonces Almudena Grandes qué era: madrileña mala?
P.- Trabajito les ha costado darle la condecoración de Hija Predilecta…
R.- Ha sido absolutamente vergonzoso. Yo la admiraba. Fue importante para mí. La conocí en una reunión de menaje del hogar que montó su amiga Ángeles Aguilera, editora de Planeta. Y nos descojonamos.
P.- ¿Tú has padecido, como ella, el significarte políticamente; el decir, por ejemplo, en Sálvame, que era un programa de rojos y maricones? ¿Te han cerrado alguna puerta?
R.- Yo no lo he notado. Creo que no. No. Profesionalmente no, desde luego.
P.- ¿Y en algún sentido?
R.- Como dice Miguel Frigenti, "aunque tengas una mala racha, no te folles a un facha" (ríe).
P.- ¿Tú lo has hecho con un facha alguna vez?
R.- Pues seguro (reímos). Cuando me empiezan con el rollo de que votan a Ciudadanos o al PP o tal… es que les veo venir. Me dan una pereza. Mi postura es: sexo con los fachas sí, relación no, porque yo no puedo estar aguantando esos comentarios y esas tonterías de una pareja.
P.- ¿Qué es España para ti, qué has aprendido de España después de todo este tiempo trabajando para el público españolito?
R.- (Se detiene). Para mí España es ese país que poco tiene que ver con la imagen que de él da el PP y de Vox. Para mí España es un país abierto, absolutamente maravilloso, con una variedad increíble de todo, un país solidario, acogedor. España es un país del que me siento orgulloso, ostras. Estoy orgulloso de mi España, no la España del PP y de Vox, no esta España en color sepia que nos intentan endiñar ellos ahora. No quiero que este país retroceda. Yo veo a Casado y pienso: "Madre mía… ¡y este señor puede dirigir cuatro años de mi vida!". Me da tristeza. Le llevo diez años y parece que sea mi padre. Es la tristeza personificada.
P.- Y aparte, una belleza muy mal usada.
R.- (Se parte). A mí no me gusta absolutamente nada.
P.- ¿A dónde te llevarías a Yolanda Díaz de cita?
R.- Me gusta muchísimo Yolanda, me parece un hallazgo. Gracias a ella hemos descubierto que hay una buena forma de hacer política: trabajar, sentarse, dialogar, buscar puntos en común. Confío muchísimo en ella para que en las próximas elecciones hagamos un frente común contra el retroceso. Es una mujer educada y estupenda. Tengo ganas de conocerla. De cita la llevaría a donde ella quisiera.
P.- ¿Y a quién harías tú ministro de Cultura?
R.- Es complicado, porque tiene que tener sensibilidad pero ser buen gestor a la vez…
P.- ¿No decías que te gustaba jugar? Juguemos.
R.- Pues a Javier Bardem. Lo admiro muchísimo.
P.- Él sí que se lleva palos por ser rojo.
R.- Sí. Y me avergüenza mucho cómo se le trata en este país. Ostras, es lo que hablábamos antes: hay gente que no tiene ningún mérito y están sobrevalorados, y también hay gente incapaz de reconocer que estamos ante uno de los mejores actores del mundo, y que lo tenemos en España. Ni a Penélope ni a Javier les valoramos como se merecen. ¡Tenemos una visión tan chata del mundo…! Para mucha gente, más allá de España no hay nada. Pues sí: hay un mundo, y estos señores lo han conquistado. Se les trata con mucha injusticia.