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Benito Zambrano (Lebrija, 1965) viene colmaíto' de Goyas, pero guarda memoria viva de que es hijo de jornaleros de un pueblecito de Sevilla, y lo supura hasta en un acento que no pierde: poco importa que nos reciba en su casa de Madrid, por el barrio de Lavapiés, donde lamenta en broma que el mayordomo no pueda acompañarme a la puerta. La mirada limpia. Aquí un hombre llano, sentimental, comprometido. Aquí un creador conectado al alma de las cosas, de las gentes, del relato de lo pequeño. Aquí un cineasta adherido desde niño a las causas sociales -como el nacimiento de IU-, y que en 2015 fue simbólicamente el último en las listas de Podemos, aunque luego le venció un poco el desencanto.
Lo rompió con Solas, su colosal ópera prima. Nos rompió con su miniserie Padre Coraje, protagonizada por el brillante y recién fallecido Juan Diego. Luego vinieron Habana Blues, La voz dormida -su aclamado filme sobre el testimonio de las mujeres del Frente Popular, basado en la novela de Dulce Chacón-, Intemperie -con Luis Tosar a la cabeza, también inspirado en un libro de Jesús Carrasco, un western de la posguerra española-. Su último trabajo, en 2021, ha sido Pan de limón con semillas de amapola, una historia que reencuentra a dos hermanas en Mallorca.
Zambrano es el director de las mujeres, porque en sus hechuras dibuja hondísimos e inolvidables personajes. Y también es el director de la memoria, porque rueda activando el ojo de la nuca para subrayar de dónde venimos y por qué. Cuándo nacieron todas estas heridas históricas. Por qué a ratos las zurzimos con más veneno político. A Zambrano le duele España, como a Unamuno, pero no ha dejado de luchar por ella a su modo: contándole historias que la describan, que la honren y que la acunen.
Pregunta.- ¿Por qué el ser humano hace películas?
Respuesta.- Está en el tratado de lo que somos: el ser humano necesita que le cuenten historias. De repente uno necesita ilusiones, fantasía, ¡un cuento! Uno necesita que le atrapen otras cosas. Va de saber quiénes somos, por qué nos pasa lo que nos pasa. El cine sirve para entender el propio dolor y el de los otros. Y lo hace en tiempo récord, ¿no? Una película de hora y media puede durarte dentro toda la vida.
P.- ¿Puede una película realmente cambiar la vida de la gente, puede influir en el mundo?
R.- Una no. Supongo que muchas sí. El cine es joven, tiene 150 años, pero creo que sí ha influido mucho en modas, en cultura, en transmisión de ideología. Los medios audiovisuales -ya sean de comunicación, o la televisión, o el cine, etc.- deben ser muy potentes, ¿no crees?, ya que ningún Gobierno ha querido nunca perder ese control. Bien que lo han utilizado. Los americanos vieron pronto que el cine no sólo era un gran negocio, sino que era un gran vendedor de ideologías, de imágenes y de pensamiento y formas de vida. Si no fuera tan importante, estaría dejado de la mano de dios.
"Una película no puede cambiar el mundo; supongo que muchas sí"
Con Solas tuve una experiencia modesta y bonita. En España y en Tokio se me acercaron dos mujeres a decirme "oye, tu película me ha cambiado la vida". Es una responsabilidad. Es "hostia, ¿tengo yo este poder? ¿Sabré usarlo? ¿Cómo ser honesto, sincero, útil?". De todos modos, la pregunta no es tanto cómo nos cambia el cine -o la literatura, o el teatro-, sino qué habría pasado si nunca hubiesen estado ahí. ¿Por qué se ha censurado si no a tantos creadores, por qué se han quemado libros? Porque es algo determinante en lo que somos.
P.- ¿Y a ti, qué película te cambió la vida?
R.- No soy cinéfilo. No soy un gran conocedor del cine.
P.- Ah, ¿no?
R.- No.
P.- ¿Te aburre lo que hacen los otros?
R.- No, no… no sé, será que yo llegué al cine tarde. Estudié en la Escuela de Cine a los 26. De adolescente quería hacer teatro, eso sí, pero vengo de un pueblo…
P.- Lebrija.
R.- Sí, en Sevilla. Y vengo de una familia pobre. De trabajadores del campo.
P.- ¿Cómo llega el niño de los jornaleros a hacer películas?
R.- Es un largo viaje, demasiado largo para una sola entrevista. Pasaron tantas cosas. Pero lo básico es que fui un niño con una enorme inquietud, con un terrible curiosidad. Fuimos siete hermanos, yo, afortunadamente, era el quinto. Yo no quería trabajar en el campo. No quería que mi vida fuera la de mi padre. Me pude aprovechar quizá de que mis otros hermanos trabajaban y de que era una época en la que a los niños ya nos dejaban estudiar un poco más, porque si llego a ser el mayor, no estaría ahora aquí.
Ellos con 12 o 13 años tuvieron que dejar de estudiar para trabajar y ganar dinero para la familia. Me fui a Sevilla y estudié teatro y descubrí que era mal actor (ríe). Luego me interesó el tema audiovisual y trabajé en la televisión local de mi pueblo, y en un periódico llamado El Correo de Andalucía, y en TVE de ayudante de cámara, y en Canal Sur de cámara, hasta que pillé una beca en la Escuela de cine y dije "es esto lo que yo quiero hacer".
P.- ¿Tú tienes eso que llaman "conciencia de clase"?
R.- No lo sé, ¿cuál es mi clase ahora mismo? Yo tengo conciencia de que vengo de una familia pobre -no pobre de espíritu, sino pobre de pobre, pobre de jornaleros del campo-. Yo tengo conciencia de lo que es currar cogiendo algodón. Esa fue mi vida, ahí estaban mis amigos. Luego uno se hizo albañil, y otro… tal. Estoy orgulloso de mi origen, creo que es una parte importante de mi vida, de quien yo soy.
Lo que pasa es que te empiezas a dedicar al cine y haces una primera película que funciona… ¿a qué clase social pertenezco ahora? No sé si a otra, pero he cambiado de clase profesional. Yo ahora vivo bien, estoy tranquilo y no tengo que trabajar en lo que no me gusta, lo que ya es bastante. Ahora me pagan más o menos bien. No es que esté rico, porque para estar rico hay que hacer muchas películas…
"¿Que si tengo conciencia de clase? Tengo conciencia de lo que es currar cogiendo algodón"
P.- ¿Cuántas películas hay que hacer para ser rico?
R.- ¿Aquí en España? Tienes que hacer películas como las de Santiago Segura. O Pedro Almodóvar, alguna. O Amenábar. Nah. Es muy difícil. Rico no te haces, simplemente puedes vivir dignamente. El problema es que en este país el promedio es hacer una película cada siete años. Yo hice Solas; de Solas a Habana Blues fueron 6 años. De Habana Blues a La voz dormida fueron 7, de La voz dormida a Intemperie fueron 8…
P.- ¿Cómo pasa la vida en esos impás?
R.- Tú ganas mucho un año, el año que la sacas, pero ese año también pagas mucho, mucho. Si ese año a lo mejor te pagan 80 o 90.000 euros por hacer una peli, pero tienes una base impositiva de la mitad… pues tú me dirás. Esto hay que resolverlo en el Estatuto del Artista.
P.- ¿Hay asfixia por parte del Gobierno, de los Gobiernos…?
R.- Hay un sistema de rentas que puede ser justo -pagas más si ganas más-, pero nuestro problema es la irregularidad. Lo inconstante de nuestro oficio, la intermitencia. Te pasas dos o tres años trabajando en un nuevo proyecto y pagando mucho pero sin recibir nada, escribiendo guiones, esperando la financiación… Se debería hacer una cosita un poco más ponderada.
P.- ¿Los creadores tenéis responsabilidad social?
R.- Todo contador de historias tiene una responsabilidad social.
P.- ¿Cómo has afrontado tú la tuya?
R.- Siendo consciente de lo que estoy haciendo, apartándome del cinismo. Procurando que sea útil. Pero esto les pasa a todos los que cuentan algo. También a los periodistas. Todos somos voceros y culpables de las cosas que pasan.
P.- ¿Qué significan para ti como personajes -como grandes personajes- de tus películas las mujeres? ¿Qué sabes de ellas?
R.- Uno nunca sabe suficiente de los otros. Pensar eso es pretencioso. Yo sé de mí. En las mujeres hay una gran diversidad también: no es lo mismo una mujer rural que una mujer urbana, una mujer pobre que una rica… Yo he crecido en una familia -como casi todas las familias latinas o mediterráneas- donde la mujer es el centro, la columna vertebral.
P.- El centro… Matriarcados machistas, ¿no? Sólo tenemos voz para decidir lo que no importa, pero eso sí, el centro del trabajo y de la gestión incómoda, nuestro.
R.- Realmente cada día importa y la vida de verdad la maneja la mujer, la madre. La familia se desarticula en la muerte de la madre. Claro que en los grandes niveles, en la política, se pueden esgrimir otras ideas. Pero la cotidianidad es relevante. Me encanta escuchar a las mujeres, meterme en sus conversaciones, escuchar sus chistes…
P.- ¿Es más profunda que el hombre?
R.- Es más emocional. Sabe más de amor, de apoyo, de ayuda, de escucha. Los hombres son menos expresivos. La mujer es más rica, más diversa.
P.- ¿Y del amor, qué sabes ahora que no supieses con 18 años?
R.- Esta es una pregunta de la noche, ¿no te parece? Con cerveza. Hostias (se detiene). ¿Qué sabe ‘naide’, lo que es la vida, lo que es el amor? (canta). Creo que sé que no se puede proteger a nadie del amor. Nunca se ha podido y nunca se podrá. El otro día un amigo me decía que quería hacer un documental sobre el amor. Lo único que está claro es que si todos los años se escriben miles de canciones, se hacen películas y se escriben libros sobre el amor es porque nunca se puede aprender.
La experiencia del amor nace y muere en cada persona. Podemos enseñar a nuestros hijos a labrar la tierra o a escribir artículos, podemos enseñarles nuestros oficios y las siguientes generaciones los mejorarán, pero del amor no podemos transmitirles nada. Tu experiencia de mujer enamorada no la puedes compartir: el amor también depende del espacio-tiempo que nos toque. Tú no vivirás el amor como lo vivió tu madre o como lo vivió tu abuela.
El amor es irrepetible, es único en cada momento. No se puede enseñar, no se puede codificar. El amor es pasar por un campo de minas, ¿quién puede avisarte, quién va a predecir…? Alguna puede que explote, otra no. Esa es la aventura. Yo fui un niño que perdió la virginidad con 14 años en una Lebrija antigua. Aprendí rápido, hice el amor de niño. Tuve noviecitas, las quise. Viví, vivo. De una manera bastante libre, sin muchas ataduras.
"Del amor sé que no se puede proteger a nadie de él y que tampoco se puede enseñar"
P.- ¿Qué es España para Benito Zambrano?
R.- España es un país de países. España es un cacho de tierra donde convive mucha gente muy diferente. España es diversa y tiene puntos en común. Somos muchos y muy diferentes en lo ideológico, en lo cultural, en lo político, pero todos estamos en este barco llamado Estado Español y no podemos echar a nadie porque no nos guste cómo piense. ¿Que hay gente que quiere salirse voluntariamente del barco y formar su propio país, como dicen algunos catalanes?
Bueno, yo creo que hay darle la opción y la libertad a que ese país decida su destino. La gente tiene que tener derecho a ser escuchada, a discutir. Personalmente, yo no querría que nadie se fuese de España. Nuestro problema es que estamos demasiado divididos… y una familia dividida siempre es más débil. No me refiero a que desee una unión militar, me refiero el apoyo entre la gente. A esas redes.
P.- ¿Qué es lo que más te avergüenza de este país?
R.- No sé si la palabra "avergonzar" es la correcta, pero lo que me indigna de España tiene que ver con lo que pasó a raíz de la burbuja inmobiliaria que detonó. Se vio que éramos un país sin una estructura económica realmente sólida: teníamos mucho tejido empresarial muy falso, mentiroso, teníamos clubs de gente que no eran tan buenos empresarios como presumían… descubrimos y seguimos descubriendo que somos un país de picaresca en el sentido negativo de la palabra, de la mentira, del engaño, del buscar el dinero fácil y rápido.
Son siglos de corrupción y no se ahonda en cómo se ha utilizado la política para medrar, para beneficiarse, para enriquecerse. Cómo los poderes judiciales y la Iglesia participan… es repetir el esquema de un tipo de sociedad que fracasa cuando vienen las vacas flacas porque todos descubrimos en qué mentiras se sustentaba.
P.- ¿Fue eso lo que te llevó a meterte en política? En 2015 estuviste en las listas de Podemos.
R.- Yo no diría "meterme en política". Yo desde niño siempre he participado en la vida pública. Mi hermano mayor estuvo en organizaciones políticas desde muy joven, y yo le seguí un poco la senda. Lebrija fue un pueblo que ya antes de los años 80, a finales del franquismo, manifestó un movimiento jornalero muy fuerte. El SOC que derivó en el SAT, en el Sindicato Andaluz de Trabajadores. Diego Cañamero, Gordillo, todo el tema de Marinaleda… Yo siempre tuve inquietudes políticas y culturales. No me conformaba.
No quería ser el típico niño que dice "sí, voy a la mili, vengo, me preparo y me caso". Mi mundo era otro. Participé ayudando en las campañas electorales de la época, cuando surgió Izquierda Unida, y he estado en movimientos sociales… y cuando me convertí en una persona un poco más relevante, sobre todo en Andalucía, me llovían propuestas de todos lados: "Benito, ven para leer el comunicado de no sé qué". Me convertí en una persona pública andaluza y comprometida que acude a esos llamamientos. Eso es lo más bonito que tiene la fama o la popularidad, es el ponerme al servicio de estas causas.
"No estoy especialmente ilusionado con la izquierda, pero respeto a la gente que se compromete"
P.- ¿Cómo te llevas ahora con Podemos?
R.- Ni me llevo ni no me llevo. Tampoco me llevé nunca especialmente. Fue un gesto y lo hice por la gente del Sindicato Andaluz de Trabajadores, que me pidieron apoyo en Jaén porque habían detenido a un chico del sindicato y tal. Fue simbólico y fui el último de la lista para eso mismo.
P.- Pero más allá de eso, como hombre de izquierdas, ¿cómo han cambiado las cosas desde 2015 hasta ahora? ¿Esperanzado aún, desencantado…?
R.- No estoy especialmente ilusionado con la izquierda, no. Pero mantengo el respeto. Siento mucho respeto hacia la gente que se compromete, hacia la gente que trabaja por eso, que le dedica tiempo de su vida, sean políticos profesionales o no. Si yo no me comprometo, si yo no participo, si no voy a reuniones ni asambleas, si no actúo en política de manera activa, no me gusta criticar a la gente que sí lo hace, porque hay mucho esfuerzo detrás, desde ONGs, desde colectivos de izquierda, desde asociaciones vecinales…
P.- ¿Sale caro decir que uno es de izquierdas en según qué ámbitos? ¿Te ha perjudicado? Pienso en el desprecio histórico hacia el cine español por sus manifestaciones ideologizadas…
R.- No sé si perjudica, pero desde luego ayuda más mantenerte al margen o no posicionarte. Luego te señalan, te miran y a veces te esperan para darte el palo o van a por ti por esas razones. Y yo creo que este país necesita una derecha, sin duda, pero una derecha digna. No hablo de líderes, sino de los votantes de derecha que hay en este país: son ellos los que tienen que procurar estar bien representados para que entre todos podamos crear una sociedad más evolucionada. Echo de menos una derecha más avanzada, incluso defendiendo sus principios, que es muy legítimo, sólo faltaba. Para mí, el votante de derechas influye más en el país -en su vida política, social y cultural- que el de izquierda.
"Este país necesita una derecha digna y más avanzada"
P.- Tú has dicho que eres un hombre de izquierdas, pero "no antiderecha". ¿Ha sido ese uno de los grandes errores de la izquierda, satanizar al votante de derechas, pensar automáticamente que es una mala persona, simplificarle y criminalizarle?
R.- Sí, es un error pero en ambas direcciones. Mira lo que ha pasado con Almudena Grandes: se le hace un homenaje y la derecha no participa. La desprecia. Eso es mentecato, eso es paleto, eso es hortera. ¿Por qué no reconocer el valor artístico de esa creadora, sea cual sea su ideología? ¿Por qué anteponer ese elemento? Eso empobrece.
P.- ¿Qué crees que piensa una persona de derechas cuando ve tu película La voz dormida?
R.- Pensará en lo que supongo que se dice: "Otra vez el revanchismo, el abrir las heridas, en fin…, el volver a hablar de la Guerra Civil". Es el típico discurso. Hace falta un discurso más abierto, más amplio. ¿Qué es lo que tenemos que corregir del pasado para que no se repita? El resumen es: ¿cómo hacer para beneficiar a la inmensa mayoría y no a la mínima minoría? Yo quiero que de eso se beneficien personas de derechas y de izquierdas, claro.
Los políticos lo polarizan todo, pero si lo llevas al nivel de los pueblos, lo ves claro. Yo en Lebrija veo a la gente caminar y no sé si es de derechas, de izquierdas o de centro, y me da igual, tú no distingues. La gente está pensando en vivir. La gente allí lleva a sus hijos al mismo colegio, porque son todos colegios públicos. Lo único que se distingue es quién está mejor o peor económicamente.
P.- Que no debería ser un baremo, porque ya está más que dicho que se puede ser de izquierdas sin vivir debajo de un puente.
R.- ¡Hombre! Mucha gente de izquierdas vive mucho mejor que mucha gente de derechas. En este país hay mucha gente de izquierdas que podría vivir mejor si votase a la derecha y no lo hace. No hay una clase superior por votar a la derecha, no hay un estatus. En las fiestas estamos todos. Hay que conocer a la gente.
P.- ¿Te molesta la izquierda con glamour, prefieres la sobriedad? La derecha critica mucho cuando Yolanda Díaz, por ejemplo, se viste con un traje de 300 euros.
R.- Me dan rabia estos debates. Me da igual lo que valga el traje que lleva Yolanda Díaz, quiero que haga su trabajo. Yo cuando voy a una gala tipo Goya, pues tampoco voy vestido así, aunque sé que voy medio disfrazado, que no es la ropa que me identifica o con la que me siento cómodo, pero se hace. Sabes que estás participando de una puesta en escena, como ir a una boda. Hay unos códigos.
P.- ¿Hay demasiadas películas de la Guerra Civil o demasiado pocas?
R.- Nunca se harán demasiado pocas películas de la Guerra Civil. Es muy difícil que eso pase. Teniendo en cuenta lo rica y variada que es la historia de este país… y podemos hacer muy pocas películas que nos cuenten nuestra historia, que nos permitan a nivel cinematográfico reconocernos, encontrarnos, saber cómo éramos. Y la Guerra Civil es una parte muy determinante. También la preguerra, la República, todo el siglo XX español… es apasionante y ha determinado mucho lo que somos ahora. A día de hoy nos conforma todavía. No hay bastantes películas para entender bien lo que pasó, aún no lo entendemos.
"El guerracivilismo se nota más desde la irrupción de Vox"
P.- Es un tema muy emocional, muy visceral…
R.- Está ahí. Todos los años se hace la marcha de la Carretera de la Muerte, la de Málaga, la de cuando la gente empezó a huir de Málaga hacia Almería y les atacaron por mar y aire… gente normal, paisanos… murió un montón de gente.
P.- ¿Seguimos hoy siendo guerracivilistas? ¿Hay dos Españas aún?
R.- Se nota mucho más desde la aparición de Vox. Se usan aquellos lenguajes, aquellos simbolismos… hay un nivel de belicosidad propio de las dos Españas.
P.- ¿Qué película le pondrías a Abascal para activar su interés por la Memoria Histórica?
R.- Los santos inocentes, aunque no sea propiamente de la Guerra Civil, pero sí tiene que ver con el país y con sus señoritos. A ver si le gusta tanto la España resultante del franquismo, la que ha marcado un tono.
P.- Una España déspota con los débiles.
R.- Sí. Jarrapellejos también se la ponía. Hay pelis que hablan de esa España que no deberíamos ser, la que no debió haber ocurrido. Ojalá habernos entendido desde la política. Nos han hecho tanto daño. Y luego, claro… cómo justificamos el apoyo de Franco a Hitler, cómo justificamos la cantidad de alemanes que huyeron y pasaron por aquí… es decir… ¿qué hacemos con todo ese pasado?
P.- ¿Qué político actual te parece más interesante cinematográficamente? ¿A quién le hacías tú una película? Da igual que te caiga bien o mal, hablo de quién tiene más hechuras de personaje.
R.- Rufián, Abascal y Yolanda. Con ellos me saco una road movie (ríe).